Besos bajo la lluvia

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—Quizá deberíamos volver al coche —murmuró Lisa mientras miraba al cielo, viendo lo gris y tormentoso que parecía.

Hace un rato estaba bien. El sol brillaba y el parque estaba lleno de gente. Pero entonces empezaron a aparecer las nubes y la mayoría de la gente se fue. Ahora está casi vacío, sólo una persona por aquí y un par por allá.

Sacó su teléfono del bolsillo. —Se avecina una tormenta, cariño. Deberíamos ir a casa.

Justo cuando dijo eso sentiste una gota de lluvia golpear tu hombro. Viste cómo Lisa sacaba las llaves de su bolsillo y pulsaba el botón de cierre. El sonido provenía del otro lado de la calle, un poco más arriba.

—Vamos, vamos a ir hacia allí—. Ella mantuvo su mano en la tuya hasta que un momento después la lluvia empezó a caer. Con fuerza.

Ella se soltó para ponerse la capucha sobre la cabeza.

—Veo el coche—. Señaló y se dirigió a cruzar la calle.

—¡Espera!—. La agarraste de la muñeca y la hiciste retroceder. Ella te miró, un poco preocupada.

—¿Qué pasa, cariño?

—Es que hay algo que siempre he querido hacer.

Lisa asintió y tú miraste sus profundos ojos marrones antes de inclinarte y capturar sus labios con los tuyos, atrayéndola para darle un dulce beso.

A pesar de la fuerte lluvia y el viento, deseaste poder congelar el tiempo y quedarte en ese momento con ella para siempre. Su mano se dirigió a tu espalda, moviendo sus dedos en círculos mientras se besaban apasionadamente, retirándose un minuto después.

—Siempre he querido hacer eso—. Sonreíste tímidamente. Lisa acercó su nariz a tu mejilla, besándola suavemente.

—Yo también, cariño—. Te estremeciste, haciendo que Lisa frunciera el ceño. —Oh, tienes frío. Vamos, vayamos al coche. Creo que es hora de ir a casa.

Pero antes de que dieras un solo paso ella te beso los labios rápidamente. —No pude resistirme—, dijo riendo y luego corrió contigo por la calle hasta el coche. Entraron y subieron la calefacción. —¿Fue todo lo que soñaste que sería?— Se burló, pero se notaba que tenía curiosidad.

Te reíste y le besaste la mejilla.

—No. Fue contigo, Lisa. Así que fue mejor de lo que podría haber imaginado—. Sus ojos se iluminaron ante tus palabras. —¡Ahora vamos, que hace frío! —. Arrancó el coche entre risas y las llevó a las dos a casa.

Lisa Imaginas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora