Accidentes de natación

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Venir a la playa hoy sonaba como una forma maravillosa de pasar el día con Lisa. A pesar de que no eres la mejor nadadora puedes ir un poco lejos sin tener ningún problema y mientras alguien esté allí contigo, por lo general te sientes más a gusto con todo.

—¡T/n!—. Lisa te llamó, con los pies aún enterrados en la arena mientras terminaba de acomodar todo antes de seguirte. —Ten cuidado, ¿Okey? No te alejes demasiado. Me reuniré contigo en un segundo.

Simplemente asentiste con la cabeza y nadaste en el agua. Dejaste que te diera en los omóplatos, que estaban especialmente calientes debido al sol que pegaba en tu piel. Te giraste para ver a Lisa que empezaba a meterse en el agua. Te metiste un poco más, pensando que ella te alcanzaría en uno o dos minutos. Te sentiste feliz mientras nadabas.

Pero esa sensación de felicidad se desvaneció rápidamente. Apenas habían pasado unos segundos cuando te diste cuenta de que te habías dejado llevar por el agua y ya no podías tocar el fondo. Intentaste gritar a Lisa, pero no te salía nada. Intentaste volver nadando, pero la corriente te empujaba cada vez más hacia delante, hasta que te sumergiste por completo.

Mientras tanto, Lisa, presa del pánico, te buscaba con la mirada y gritaba frenéticamente tu nombre, llamando la atención de otras personas a su alrededor que rápidamente le preguntaron si estaba bien. Lisa se apresuró a explicarles la situación, diciéndoles que no sabías nadar muy bien y que no te encontraban por ninguna parte.

No pasó mucho tiempo antes de que la gente empezara a buscarte, y lo que pareció una eternidad pero fueron más bien cinco minutos después, ella te vio.

Nadó hacia ti y gritó desesperada pidiendo ayuda. Unas cuantas personas nadaron rápidamente hacia ti y te arrastraron hasta la orilla. Extendieron una toalla en la arena y te tumbaron sobre ella.

Lisa no podía respirar. Se le puso el corazón en un puño cuando vio tus labios azules y que tu pecho no subía y bajaba como de costumbre. Puso su mano sobre tu pecho, justo sobre tu corazón, sólo para sentir que apenas latía y que no respirabas.

Las voces a su alrededor eran débiles porque ella sólo podía concentrarse en ti. La gente intentaba calmarla diciéndole que la ayuda estaba en camino, pero no servía de nada para calmar su mente acelerada y las lágrimas que le escocían los ojos.

Hacía mucho tiempo que había recibido clases de reanimación cardiopulmonar, pero todo volvió a su memoria en aquel momento. Colocó el talón de la mano en el centro del pecho y la otra mano sobre él. Mantuvo constante el ritmo de las compresiones y acercó sus labios a los tuyos para darte dos respiraciones de rescate, y para su alivio tu pecho empezó a moverse.

Dejó escapar un suspiro de alivio cuando tus ojos se abrieron. Estabas aturdida y confusa. ¿Por qué había tanta gente a tu alrededor? ¿Por qué Lisa lloraba tanto?

—¿Lisa?—. Tu voz era ronca pero estabas consciente y eso era lo más importante.

—Nena. ¡Oh, gracias a Dios que estás bien! Realmente me asustaste!—. Sonrió entre lágrimas. El ulular de las sirenas se oía a lo lejos. Recuperó el aliento y tomaste la mano de Lisa.

—Me alegro mucho de que estés bien. Tienes que tener más cuidado, ¿Okey? No puedo soportar la idea de perderte; ni ahora, ni nunca.

—Nunca me perderás—. Le aseguraste. —Me has salvado. Gracias, cariño.

Te acarició la mejilla con la nariz. Una sonrisa llorosa cruzó su rostro. Mientras te miraba, sabiendo ahora que te ibas a poner bien, sabía que lo volvería a hacer sin pensárselo dos veces si fuera necesario.

Lisa Imaginas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora