¿Ups?

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El repentino abrir y cerrar de la puerta te hizo dar un respingo. Miraste hacia la puerta y te encontraste con Lisa mirándote fijamente, parecía ligeramente enojada.

-Bueno, esa es una forma de hacerme saber que estás en casa-. Bromeaste pero lo único que hizo fue poner los ojos en blanco. -Bueno. ¿Qué te tiene tan molesta? ¿Ha pasado algo hoy? ¿Estás bien? ¿Un mal día?-. Su avalancha de preguntas pareció molestarla más.

-De hecho, ha pasado algo.

Asentiste para que continuara. Aunque estabas ciertamente confundida, podías decir que algo había sucedido y siempre estabas feliz de escuchar.

-¡Te olvidaste!-. Exclamó.

Arrugaste las cejas. -¿Olvidar qué?

-¡Nuestra cita!-. Se quejó. Ya no parecía tan enojada. Parecía más frustrada y molesta que otra cosa. -¿No te acuerdas? Íbamos a quedar en esa cafetería que te encanta. Lo teníamos planeado desde hace días.

Sacudiste la cabeza con una risita. -No. ¡Lisa, eso es mañana!

-No. Era hoy...- se interrumpió, con los ojos moviéndose rápidamente mientras intentaba recordar su cita planeada. -¿No? Dijimos...

-El viernes-. Terminaste por ella. -Quedamos el viernes por la noche. Lo sé porque casi siempre tenemos citas los viernes. Sólo tuvimos que cambiar los últimos porque coincidían con tu horario, lo cual entendí.

Abrió la boca para decir algo, pero sólo le salió un suspiro y volvió a cerrarla. Entonces se dio cuenta. Se miró los pies. Un poco avergonzada por haber sacado conclusiones tan precipitadas. Podría haberte llamado. Podría haberte enviado un mensaje. Pero en lugar de eso, te sorprendió dando un portazo y casi te levanta la voz. No es propio de ella.

-No sé cómo... Pensé que era hoy, no sé cómo me confundí-. Murmuró para sí misma, con la mirada aún posada en sus pies en el suelo.

Te oyó suspirar antes de levantarte. Tu tacto fue reconfortante para su acelerado cerebro cuando dejaste caer tu mano sobre su brazo. Tus dedos rozaron su piel lentamente, pero cuando ella no levantó la mirada, enganchaste tus dedos bajo su barbilla y la inclinaste hacia arriba.

Sus preciosos ojos marrones se clavaron en los tuyos. Jurarías que podrías perderte en ellos, mirarlos sin parar.

-Has estado muy ocupada. Has estado abrumada y tu agenda ha estado más loca que en mucho tiempo. Entiendo que pierdas la noción de tus días o que te confundas-. Le rozaste el hombro con las yemas de los dedos. Antes eran pesados; llenos de tensión y estrés. Pero con el roce de tu mano, sintió que empezaba a relajarse. -Que mañana tengamos una cita no significa que no podamos tenerla también esta noche. Si eso es lo que quieres.

Viste el brillo en sus ojos y observaste cómo sus labios empezaban a levantarse lentamente.

-¿En serio?

-Sí. Después de que digas que lo sientes-. Bromeaste.

-Siento haber exagerado. No irrumpiré así o simplemente asumiré cosas. Después de todo, hemos estado juntas por un tiempo y nunca se te ha escapado nada cuando se trata de cosas como noches de cita o aniversarios.

Asentiste mientras le rodeabas el cuello con los brazos. -Exacto-. Sonreíste, apoyando tu frente en la suya. -¿Qué hacemos esta noche?

Ella enterró la cara en tu cuello y aspiró el dulce aroma de tu gel de baño que aún permanecía en tu piel. -Lo que tú quieras. Me encanta pasar tiempo contigo.

Le robaste un dulce beso en los labios y la tomaste de la mano para llevarla al sofá. Con la cabeza apoyada en su pecho, sentiste que te relajabas cuando te rodeó con el brazo para abrazarte. Decidirías qué hacer dentro de un rato, por ahora sólo querías estar cerca de ella.

Lisa Imaginas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora