XIII - Fieras

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FLASHBACK - Unos años atrás

En la velada de Vauxhall la primera en resaltar en su visión fue Penélope. Lucía feliz y sonriente y era extraño que no llevara un vestido amarillo. El que usaba era rosa con flores bordadas y tenía unos guantes largos que combinaban a la perfección. Veía todo con curiosidad, y es que era sorprendente aquel espectáculo de luces con el que habían iluminado la velada. 

Se acercó a Penélope y preguntó por su prima, Marina Thompson. —Ella está enferma. Mamá se quedó con ella en la casa, mi papá está de chaperón. Estoy disfrutando el hecho de que él esté aquí. Mamá nunca me dejaría usar un vestido como este. No es... ¡Suficientemente amarillo! -Él sonrió al verla tan contenta por ese hecho, desvió un tanto la mirada a su escote y tras tragar saliva volvió a verla a la cara. Luego Cressida, quien tuvo la osadía de pedirle un baile y lanzar sobre el vestido rosa de Penélope toda una copa de champagne. —Aaah... 

—Perdona Penélope, no noté que estabas ahí. 

—Me temo que no puedo ofrecerle ese baile, señorita Cowper. Iba a escoltar a la señorita Featherinton a la pista. -Y es que en pros y contras, prefería llevar a Penélope a bailar, al menos ella le caía bien. Nunca había bailado con Penélope siquiera, aquella sería la primera vez. Ella lo miraba sorprendido y en un movimiento rápido él tomó su mano y la llevó con él a la pista mientras ella estaba entre sonrisas y sorpresas. No le sorprendía ya que a Penélope nadie jamás la sacaba a bailar. —¿Acaso no quieres bailar conmigo?

—Estoy procesando el hecho de que tú quieras hacerlo. -Pero cuando comenzó a sonar la música no dijeron más y disfrutaron de la danza irlandesa que tocaban los interpretes. Colin se dio cuenta de dos cosas esa noche. La primera: Penélope era una excelente bailarina. 

La segunda: Que era un peligro sacarla a bailar y tener su cuerpo rozando tan de cerca el de él, enviándole descargas eléctricas cada vez que lo tocaba. 

Sabía que una cosa era la lujuria y otra diferente el amor. Y comenzó a confundirse, pues se sentía encandilado por Marina, pero se complicó demasiado cuando una noche, dormido en su habitación, imágenes deliciosas de Penélope, su sonrisas y sus pechos aparecieron en su mente. 

—No puedo hacer esto, eres una dama. -Pero con ella justo ahí, en su cama, con apenas un corsé y su piel descubierta mientras él la tocaba e iba soltando los lazos de aquella prenda para dejarlos a su vista. Y su imaginación fue excesiva. Redondos, llenos de pequitas doradas como estrellas y unos pezones rosados coronándolos. Los tomó entre sus manos sintiendo su piel cálida y suave, sonriendo a la par con aquella Penélope de sus fantasías. 

—Aquí puedes hacer lo que desees conmigo. 

Y fue bajando por su cuello entre besos y ligeras lamidas hasta alcanzar sus pechos con la boca. Sabía por conciencia que soñar así con una señorita no debía ser correcto. Pero sus gemidos gloriosos en medio de sus fantasías hacían que valiera la pena romper todas las normas del decoro existentes...

Sabía algo sobre relaciones, sobre todo por conversaciones que solía mantener con Benedict, el verdadero mujeriego de la familia, así que su imaginación obró a lo grande al terminar de imaginar a Penélope totalmente desnuda enredada en sus sábanas. Muchos en la sociedad la tachaban de la chica gordita, pesada, pero en ese momento su visión era de una mujer deliciosamente curvilínea, con pechos llenos, caderas redondeadas y muslos preciosos. Piel clara, suave. Sus labios rosados y deseables, completamente besables. Desde la punta de sus pies hasta su cabello que quedaba suelto por sus almohadas en ondas perfectas. 

Y ¡Santo Dios! Su sonrisa. Si solo podría tenerla así, que así fuera. 

Se desnudó rápido mientras ella lo esperaba en su cama y tras recostarse a su lado no hubo palabras, solo comenzó a besarla y tocarla tanto como se le antojaba. Jadeaba y respondía a cada uno de sus toques con absoluta perfección, su erección lo estaba matando, necesitaba poseerla, sentirla completamente. Y tomando sus piernas mientras dejaba que ella lo acariciase, era un deseo y una posesión que se marcaba entre ambos. Y de un momento a otro tenía sus gemidos dándole vueltas en la cabeza, ella se movía a la par con él mientras la embestía una y otra vez loco de deseo por ella, sudando junto con ella, fundiéndose en una sola piel hasta caer en la realidad que era solo un sueño. 

Bridgerton por accidente 🐝💛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora