XVIII - La última trampa (Parte I)

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Nadie iba a creerle si lo decía. Nadie se esperaría que algo así sucediera.

Pero era real.

La vida se compone de misterios, misterios que se van resolviendo según se vean las pistas y las pistas de la identidad de Lady Whistledown estaban justo en sus panfletos.

Cressida la había descubierto.
La chica invisible era la respuesta obvia. Penélope Featherington, una Wallflower.

—Supongo que ya me harté del color.

Escuchó una vez decir a Penélope en un baile casi que en un tono demasiado discreto mientras hablaba con Eloise Bridgerton.

Al menos tu mamá no te obliga a vestir como un girasol.

Y leyendo los números de esa semana, Whistledown usó plantas para denigrar, y señaló que todos estaban hartos de los colores de los vestidos de Penélope porque parecía un cítrico demasiado maduro.
Mientras más lo pensaba más tenía sentido que fuera ella.

Penélope Featherington, la fea del baile... —Que maldita zorra. –Y soltó aquella grosería, aunque no estaba acostumbrada a decir palabras obscenas, las dijo en aquel momento. La "fea del baile" se había quedado con un Bridgerton mientras ella no tenía nada.

Pero podría tener algo.

Se alistó con ayuda de su doncella y salió avisándole a su madre que iría aquella mañana a visitar a la señora Bridgerton. Era momento de enfrentar a Penélope y obtener al menos dinero porque aquella mujer le debía demasiado.

Incluso un collar de rubíes.

***

Penélope se hallaba "trabajando". Estaba recostada en un diván con Meribast en su regazo mientras leía el diario de Colin en su viaje a Escocia. A veces sonreía, soltaba risitas y mantenía una cara encantada en cada página que pasaba. Colin la observaba. El embarazo le estaba sentando bien, y las cosas ya se habían puesto... Raras...

Él, por ejemplo, estaba extraño. De noche lo atacaba un líbido intenso que tenía que calmar porque Pen no tenía muchas ganas de consumar su pasión en la cama. De día, se mareaba igual que ella y tomaban siestas largas en las tardes porque ambos sufrían del mismo mal del sueño. Era difícil terminar con náuseas por comer una galleta u oler el té. Sus hermanos ya se estaban burlando de él porque parecía que él estaba "encinto" y no Penélope. —Estoy mareado otra vez. –Dijo dejando la pluma de lado para irse a recostar al sofá. —¿Tú?

—Yo no, estoy bien. A lo mejor te estás exigiendo demasiado, amor. Debes descansar.

—Eso hago, pero me mareo, cariño. Benedict ya dice que yo soy el que está embarazado y no tú. —Penélope se echó a reír. Era gracioso, y ya que su desmayo ocurrió en la casa Bridgerton, toda la familia se enteró que posiblemente estaban esperando su primer bebé. —No te burles.

—Estás copiando todos mis síntomas de embarazo. Amaneces con náuseas igual que yo, solo no vomitas...

—Gracias a Dios. ¿Te imaginas tener que soltar toda la cena? No. Me rehuso. –Se pasó al diván con Penélope y comenzó a besarla y abrazarla sintiendo su cuerpo volverse loco de adrenalina.

—Vas a espantar a Meri. ¡Colin! –Pen reía al ver cómo él le quitaba el diario y lo dejaba en la mesa para besarle el cuello y tocarla por encima de la ropa. —Aquí no.

—Vamoooos. Pen, te gusta hacerlo conmigo ¿Por qué no quieres? ¿Ya no me amas? ¿Es por qué estoy gordo? –Le hacía tantas caras y le ponía ojitos tiernos para ablandarla y solo le daba risa. —No me quieres desde que estoy embarazado.

—Contando mi ciclo menstrual, apenas han pasado dos meses. Así que no estás gordo.

—Entonces me deseas.

—Sí, pero no me apetece el sexo. ¡Colin! –Y de un momento a otro le hacía cosquillas haciendo que la gata saltara al suelo en un maullido. —¡Asustaste a Meri!

—Cayó de pie. Pen... Di que sí, diez minutos.

—No eres tan rápido. Te gusta mucho jugar conmigo.

—Será rápido, lo prometo. Sin juegos... Solo quiero... Anda Pen, te necesito. –Y estuvo a nada de ceder. Lo besó y comenzó a reír con él por lo malcriado que podría llegar a ser y él igual. Le sacó la chaqueta para darle lo que deseaba, él subía su vestido para tocarla y mientras reían el mayordomo entró al estudio viéndolos recostados y en una posición muy incómoda. —Alfred más te vale que la casa se esté quemando.

—Lamento la interrumpción, pero la esperan, señora Bridgerton.

—¿Esperabas visitas hoy, Penny?

—No. ¿Quién es, Alfred?

—La señorita Cressida Cowper. –Eso puso en alerta todos los sentidos de Penélope.

—Diga que no estamos, eche a esa mujer de aquí, y cierre la puerta cuando salga.

Penélope negó y miró a Colin. —No, veré qué quiere.

—No es justo...

—Alfred, diga que voy en cinco minutos. –Y al ver cómo se iba su mayordomo cuando Colin le asintió se acomodó en el diván y bajó la falda de su vestido. —Colin...

—Voy a despedir a Alfred. Se supone que estábamos trabajando y el personal tiene órdenes de no interrumpir cuando estamos ocupados.

—Justo, Alfred no haría esto si no fuera urgente. ¿No te parece? Algo se trae Cressida y voy a ir a ver.

—¿Y mis diez minutos? —Pen besó a Colin y sonrió. —Cuando termines con esa bruja vienes aquí. Ahora quiero veinte minutos.

—¡Cómo quieras! –Llamó a Nancy quien la ayudó a peinarse y al estar lista bajó viendo a su mayor bravucona justo en su salón. —Cressida. No me imaginé que algún día tendría el placer de recibirte en mi casa. Espero sea breve porque estaba trabajando.

—Entonces iré al punto... Lady Whistledown. –Pen abrió los ojos y Cressida sonrió. —Entonces eres tú.

—¿De dónde sacas eso? Cualquiera puede ser Whistledown. –Dijo con toda la seriedad de la que fue posible. —No tienes idea realmente.

—No vas a engañarme con tus palabras. Entonces ¿Cómo lo hiciste? No serías Bridgerton ni por accidente. ¿Chantajeaste al señor Bridgerton para que se casara contigo? Esa noche en el baile Featherington él bailaba conmigo, me quitó mi collar y nunca me lo regresó, tú te lo llevaste del salón y Lady Featherington armó un escándalo, estaba planeado ¿No es así?

—¿Qué quieres?

—Mi collar de rubíes, ser Lady Featherington cómo siempre debió ser y diez mil libras del pedazo de pastel Bridgerton que te llevaste.

—¡Estás loca! Yo no poseo esa cantidad. Y si la tuviera, no te la daría.

—Entonces prepárate para que todos te odien, porque ni el apellido Bridgerton te salvará de la ruina en el que te hará caer está farsa tuya llamada Lady Whistledown. Tú decides, o me ayudas a conseguir lo que quiero o tú acabarás hundida, desechada de la sociedad, pues ese es tu puesto... Es el sitio al cual perteneces. ¿No te sientes como impostora llevando el apellido Bridgerton? –Y se levantó de la silla con suma gracia, tenía una sonrisa directa y burlona y eso hizo que Pen quisiera vomitar. Iba a revelarla, sin duda. —Me retiro, pero pronto veré a visitarte para que me des lo que pedí.

La vio irse y palideció. Se sentía sola otra vez en un salón de baile con Cressida atacando.

Pero no estaba sola. Su anillo tuvo más peso en ese momento que en anteriores. Tenía que contarle a Colin.

Bridgerton por accidente 🐝💛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora