SEHUN
La música de XTC no bastaba para ahogar el escándalo que armaban los cretinos de las últimas filas del bus.
Sehun se ajustó los audífonos a los oídos.
Al día siguiente llevaría Skinny Puppy o los Misfits. O quizás grabara un casete especial para el autobús escolar con la música más potente que encontrara.
Ya volvería a escuchar New Wave en noviembre, cuando sacara su licencia de conducir. Sus padres le habían dicho que podría conducir el Impala de su mamá, y ya estaba ahorrando para un estéreo nuevo. En cuanto fuera al instituto en coche podría escuchar lo que le diera la gana o nada en absoluto, y además dormiría veinte minutos más por las mañanas.
—Lo estás inventando —gritó alguien a su espalda.
—Que no, carajo —respondió gritando Kris—. El estilo del mono borracho. Te digo que existe. Hasta puedes matar a alguien...
—No dices más que tonterías.
—Eres tú el que no dice más que tonterías —replicó Kris—. ¡Sehun! ¡Eh, Sehun!
Sehun lo oyó, pero se hizo el desentendido. De vez en cuando, si no le hacías caso, Kris cambiaba de víctima. Saber eso te salvaba un ochenta por ciento de las veces cuando tenías la desgracia de que Kris viviera en la puerta de al lado. El otro veinte por ciento te limitabas a agachar la cabeza... Algo que Sehun acababa de olvidar.
Una bola de papel le golpeó la coronilla.
—Eran mis apuntes de Educación sexual, imbécil —protestó HaYi.
—Lo siento, nena —replicó Kris—. Yo te daré clases de educación sexual. ¿Qué quieres saber?
—Enséñale la postura del mono borracho —dijo alguien.
—¡SEHUN! —gritó Kris.
Sehun se quitó los audífonos y volteó. Kris se levantaba imponente en el fondo del autobús. Incluso sentado rozaba el techo con la cabeza. Los objetos que rodeaban a Kris parecían siempre sacados de una casa de muñecas. Parecía un hombre hecho y derecho desde primero de secundaria, antes incluso de que se dejara crecer la barba. Muy poco antes.
A veces Sehun se preguntaba si Kris saldría con HaYi para tener una pinta aún más monstruosa. Casi todas las chicas eran bajitas, pero HaYi apenas llegaba al metro y medio. Con todo y el peinado.
Una vez, en primaria, un chico se metió con Kris. Le dijo que sería mejor que no dejara embarazada a HaYi porque, si lo hacía, los bebés serían tan enormes que la matarían. "Le reventarán la barriga como aliens", dijo el chico. Kris lo golpeó con tanta fuerza que se rompió el dedo meñique.
Cuando el padre de Sehun se enteró de lo sucedido, comentó:
—Alguien debería enseñarle al hijo de los Wu a dar puñetazos como Dios manda.
Sehun esperaba que nadie lo hiciera. Pues el chico pasó una semana sin poder abrir los ojos.
Sehun le lanzó a HaYi su tarea arrugada. Ella la cachó en el aire.
—Sehun —gritó Kris—. Explícale a Micky en qué consiste el estilo del mono borracho en el karate.
—No tengo ni idea —se zafó Sehun.
—Pero existe, ¿verdad?
—Creo que lo he escuchado.
—¿Lo ves? —dijo Kris. Buscó algo que tirarle a Micky. Al no encontrar nada, lo señaló con el dedo—. Te lo dije, carajo.
—¿Y qué demonios sabe Oh de kung-fu? —preguntó Micky.
—¿Eres idiota o qué? —respondió Kris—. Su madre es china.
Micky miró a Sehun con respeto. Éste sonrió y entornó los ojos.
—Sí, ya lo veo —dijo Micky—. Siempre había creído que eras mexicano.
—Mierda, Micky —observó Kris—. Eres un pinche racista.
—No es china —intervino HaYi—. Es coreana.
—¿Quién? —preguntó Kris.
—La madre de Sehun.
La madre de Sehun llevaba cortándole el pelo a HaYi desde que iba en la primaria. Ambas lucían el mismo peinado, pelo largo ondulado con el flequillo de lado.
—Es una mujer guapa, eso es lo que es —dijo Kris partiéndose de risa—. No te ofendas, Sehun.
Él esbozó otra sonrisa y se acomodó en el asiento mientras se ponía los audífonos y subía el volumen. Seguía oyendo a Kris y a Micky cuatro asientos atrás.
—¿Y qué más da? —preguntaba Micky.
—Amigo, a nadie se le ocurriría luchar con un mono borracho. Son enormes. O sea, como en Duro de pelar. ¿Te imaginas que ese desgraciado se te venga encima?
Sehun reparó en el recién llegado a la vez que todos los demás. Estaba de pie al inicio del pasillo, junto al primer sitio libre.
Había un chico sentado al otro lado de aquel asiento doble, uno de primero. Éste colocó la mochila en el espacio vacío y apartó la vista. A lo largo del pasillo, todos los que disfrutaban de un asiento para ellos solos se deslizaron hacia la parte intermedia. Sehun oyó que HaYi ahogaba una risilla. Se divertía mucho con aquellas situaciones.
El nuevo respiró profundamente y siguió avanzando. Nadie lo miraba. Sehun intentó hacer lo mismo, pero el chico atraía su mirada como lo haría un accidente ferroviario o un eclipse.
Tenía pinta de ser el típico al que siempre le pasan ese tipo de cosas.
No sólo era nuevo, también algo gordo y torpe. Con el pelo alborotado, rojo, y vestía como... como si le gustara llamar la atención. O quizás no se diera cuenta de lo mucho que sobresalía. Llevaba una camisa lisa y unos cuantos pañuelos enrollados en las muñecas. A Sehun le recordó a un espantapájaros.
El autobús volvió a detenerse para recoger a otro puñado de chicos. Los recién llegados empujaron al pelirrojo a un lado y ocuparon sus asientos.
Ése era el problema: todo el mundo tenía ya un sitio asignado. Se lo habían apropiado el primer día de clases. La gente como Sehun, que tenía la suerte de haber conseguido uno doble, no pensaba compartirlo. Sobre todo, no con alguien como él.
Sehun volvió a mirarlo. El nuevo seguía en el mismo sitio, de pie.
—Oye, tú —gritó el chofer—, siéntate.
Él avanzó hacia el fondo del autobús, hacia la boca del lobo. "Ay, madre", pensó Sehun, "detente. Da media vuelta." Casi podía oír cómo Kris y Micky se relamían a medida que el nuevo se acercaba.
En ese momento, él divisó un espacio libre, cerca de Sehun. Su cara se iluminó y avanzó hacia allí, aliviado.
—¡Oye! —le llamó HaYi.
El otro siguió avanzando.—¡Oye tú! —repitió HaYi—. Tarado.
Kris se echó a reír. Sus amigos lo imitaron de inmediato.
—No te puedes sentar ahí —le informó HaYi—. Es el sitio de Hayana.
El chico se detuvo, miró a HaYi y luego otra vez al asiento vacío.
—Siéntate —gritó el conductor.
—Tengo que sentarme en alguna parte —protestó el chico con voz firme y tranquila.
—Y a mí qué me importa —le contestó la otra.
El autobús dio una sacudida y el nuevo retrocedió para no caer. Sehun intentó subir el volumen del walkman, pero ya lo tenía al máximo. Volvió a mirar al chico; parecía a punto de ponerse a llorar.
Casi sin darse cuenta de lo que hacía, Sehun se deslizó hacia la ventanilla.
—Siéntate —dijo. Lo soltó en tono brusco. El nuevo se volvió a mirarlo, como si se preguntara si se trataba de otro imbécil o cualquier otra cosa—. Demonios —insistió Sehun en voz baja, señalando con un gesto el espacio libre que tenía al lado—. Siéntate.
Él se sentó. No dijo nada (afortunadamente, no le dio las gracias) y dejó quince centímetros de separación entre ambos.
Sehun se giró hacia la ventana de acrílico y esperó a que todos se le vinieran encima.
Love on a Farmboy's Wages
XTC
"Esta es la canción que Sehun está escuchando en el bus para ahogar a los idiotas".
Rainbow Rowell