LUHAN
¿Por qué estás tan callado? —preguntó la madre de Luhan.
Luhan estaba tomando un baño y su madre haciendo sopa de alubias.
—No estoy callado. Estoy tomando un baño.
—Por lo general cantas en la bañera.
—No lo hago —Dijo Luhan.
—Sí lo haces. Normalmente cantas "Rocky Raccoon".
—Dios. Bien, gracias por decírmelo, no lo haré más. Dios.
Luhan se vistió rápidamente y trató de apretujarse para pasar a su madre. Su madre lo agarró por las muñecas.
—Me gusta oírte cantar —dijo ella. Cogió una botella del mostrador detrás de Luhan y frotó una gota de vainilla detrás de cada uno de los oídos del joven. Luhan alzó los hombros como si le hiciera cosquillas.
—¿Por qué siempre haces eso? Huelo como una muñeca de tarta de Fresa.
—Lo hago... —dijo su madre—, porque es más barato que el perfume, pero huele igual de bien. —Entonces se frotó un poco de vainilla detrás de sus oídos y se rio.
Luhan se echó a reír con ella y se quedó allí durante unos segundos sonriente. Su madre llevaba pantalones vaqueros viejos y una camiseta, y llevaba el pelo recogido en una cola de caballo. Se veía casi como siempre. Había una foto de ella, en una de las fiestas de cumpleaños de Mei Ling recogiendo los conos de helado, con una cola de caballo como esa.
—¿Estás bien? —le preguntó su madre.
—Sí... —dijo Luhan—, sí, estoy cansado. Voy a hacer los deberes y a la cama. —Su madre parecía saber que algo estaba mal, pero no insistió.
Solía hacer que Luhan se lo contara todo.
—¿Qué está pasando? —decía dándole palmadas en la parte superior de la cabeza de Luhan—. ¿Te estás enloqueciendo? —Su madre no había dicho nada de eso desde que Luhan se había trasladado a casa. Parecía que se había dado cuenta de que había perdido su derecho a darle de palmadas.
Luhan se subió a su litera y empujó el gato hasta el final. No tenía nada que leer. Nada nuevo, de cualquier manera. ¿Había dejado de llevarle cómics? ¿Por qué había él siquiera comenzado? Él pasó sus dedos sobre los títulos de las embarazosas canciones, This Charming Man y How Soon Is Now?, en su libro de matemáticas. Quería garabatearlo, pero probablemente él se daría cuenta y se pondría todo prepotente.
Luhan estaba realmente cansado, no era mentira. Se había quedado despierto, leyendo, casi todas las noches. Esa noche se durmió después de la cena.
Se despertó con un grito. Ricky estaba gritando. Luhan no sabía lo que estaba diciendo.
Por debajo de los gritos, su madre estaba llorando. Sonaba como si hubiera estado llorando durante mucho tiempo, ella debía estar completamente fuera de sí si los dejaba escucharla llorando de esa manera.
Luhan podría decir que todos los demás en la habitación estaban despiertos. ElÉ se colgó de la litera hasta que pudo ver a los niños pequeños tomando forma en la oscuridad. Los cuatro estaban sentados juntos en una agrupación de mantas en el suelo.
Mei Ling sostenía al bebé, meciéndolo casi frenéticamente. Luhan se deslizó fuera de la cama sin hacer ruido y se acurrucó con ellos. Tao inmediatamente subió a su regazo.
Estaba temblando, húmedo y envolvió sus brazos y sus piernas alrededor de Luhan como un mono. Su madre gritó, dos habitaciones más allá, y los cinco saltaron.
Si esto hubiera ocurrido hacía dos veranos, Luhan habría corrido y golpeado su puerta. Le habría gritado a Ricky que parara. Habría llamado al 911 como mínimo. Pero ahora le parecía algo que haría un niño, o un tonto. Ahora, lo único que podía pensar era lo que iba a hacer si el bebé se ponía a llorar. Gracias a Dios no lo hizo. Incluso parecía darse cuenta de que hacerlo empeoraría las cosas.
Cuando la alarma del despertador sonó la mañana siguiente, Luhan no recordaba haberse quedado dormidO. No podía recordar cuándo se había detenido el llanto.
Un horrible pensamiento le vino a la cabeza y se levantó tropezando con los niños. Abrió la puerta de la habitación y olió a tocino.
Lo que significaba que su madre estaba viva.
Y que su padrastro estaba probablemente desayunando todavía.
Luhan respiró hondo. Él olía a orina. Dios. La ropa más limpia que tenía era la que había llevado el día anterior, que HaYi seguramente señalaría, porque era un maldito día de gimnasia por encima de todo lo demás.
Cogió su ropa y salió deliberadamente a la sala de estar, decidido a no hacer contacto visual con Ricky si estaba ahí. Él estaba ahí. (Ese demonio. Ese bastardo). Su madre estaba de pie en la cocina, todavía más tensa que de costumbre. Era inevitable notar la herida en el costado de su cara. Y el chupetón debajo de la barbilla. (Que mierda, que mierda, que mierda)
—Mamá —susurró Luhan con urgencia—. Tengo que lavar.
Los ojos de su madre se enfocaron lentamente hacia él.
—¿Qué?
Luhan hizo un gesto hacia su ropa, que probablemente solo se veía arrugada.
—Dormí en el suelo con Tao.
Su madre miró con nerviosismo hacia la habitación, Ricky castigaría a Tao si se enteraba.
—Vale, vale —dijo ella, empujando a Luhan hacia el baño—. Dame la ropa, vigilaré la puerta. Y no dejes rastro de olor. No necesito problemas esta mañana.
Como si Luhan fuera el que se había orinado encima.
Se lavó la mitad superior de su cuerpo y después la parte inferior, por lo que no se quedó totalmente desnudo. Luego atravesó la sala de estar, con la ropa del día anterior, tratando de que no oliera a orina.
Los libros estaban en su dormitorio, pero Luhan no quería abrir la puerta y dejar salir el aire más acre, por lo que terminó yéndose.
Llegó a la parada del autobús quince minutos antes. Todavía se sentía deshecho y aterrado y, gracias al tocino, su estómago estaba gruñendo.
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