LUHAN
Luhan valoró las distintas posibilidades:
1. Volver a casa caminando. Pros: ejercicio, mejillas sonrosadas, tiempo para sí mismo. Contras: aún no conocía su nueva dirección, ni siquiera hacia dónde ir.
2. Llamar a su madre para que fuera a buscarlo. Pros: muchos. Contras: su madre no tenía teléfono. Ni coche.
3. Llamar a su padre. Ja, ja, ja.
4. Llamar a la abuela. Sólo para saludar.
Estaba sentado en las escaleras de cemento que precedían la entrada de la escuela, mirando la fila de autobuses amarillos. El suyo estaba justo enfrente: número 666.
Aunque Luhan evitara tomar el autobús aquel día, aunque un hada madrina apareciera con una carroza de calabaza, de todos modos tendría que encontrar la manera de llegar al instituto por la mañana.
Y estaba claro que los "hijos del diablo" que llevaba no se iba a despertar con buena actitud al día siguiente. En serio, a Luhan no le habría sorprendido que las cabezas de sus compañeros empezaran a dar vueltas la próxima vez que los viera.
En cuanto a aquella chica rubia de los asientos del fondo, la de la chamarra despintada, habría jurado que tenía cuernos debajo del flequillo. Seguro que su novio era miembro de los Nefilim o gigantes.
La rubia —y todos los demás en realidad— habían detestado a Luhan antes de verlo siquiera. Como si los hubieran contratado para matarlo en una vida anterior.
Luhan no sabía decir si el chico asiático, que al final le había dejado sentarse a su lado, era uno más o sencillamente un estúpido integral. (Pero no estúpido lo que se dice estúpido, puesto que asistía con Luhan a dos clases avanzadas.)
La madre de Luhan se había empeñado en inscribirlo en varias clases especializadas en la nueva escuela. Casi le da un ataque cuando vio sus notas del curso pasado. Eran pésimas.
—No entiendo de qué se sorprende —le había dicho el orientador.
"Ja", había pensado Luhan. "Alucinaría con las cosas que a estas alturas sorprenden a mi madre."
Daba igual. Luhan podía dedicarse a mirar por la ventana tanto en las clases especializadas como en cualquier otra. Al fin y al cabo había ventanas en todas las aulas, ¿no?
Eso si alguna vez volvía a aquel instituto. Y si antes conseguía llegar a casa.
De todas formas, Luhan no podía contarle a su madre el problema del autobús, porque ésta ya le había dicho que no hacía falta que se fuera en el transporte escolar. La noche anterior, mientras la ayudaba a deshacer el equipaje...
—Ricky dijo que te llevará a la escuela de camino al trabajo —le había comentado su madre.
—¿Y dónde piensa meterme? ¿En la caja de la camioneta?
—Quiere llevarse bien contigo, Luhan. Y me prometiste que tú también harías un esfuerzo.
—Prefiero llevarme bien con él a distancia.
—Le dije que estás dispuesto a formar parte de esta familia.
—Ya soy parte de esta familia. Aunque sea un miembro de segunda clase.
—Luhan —la reprendió su madre—. Por favor.
—Tomaré el autobús —respondió—. No es para tanto.
Haré amigos.
"Ja, ja, ja", pensaba Luhan ahora. Tres terribles carcajadas.
El autobús estaba a punto de partir. Unos cuantos vehículos habían arrancado ya. Alguien bajó corriendo las escaleras y, sin querer, le dio una patada a la mochila de Luhan al pasar.
Él la apartó y se dispuso a disculparse... pero descubrió que quien había tropezado con él era el estúpido asiático. Él frunció el ceño al reconocerlo. Luhan le hizo una mueca y el otro salió corriendo.
"En fin", pensó Luhan. "Los chicos del infierno no pasarán hambre por mi culpa".
The Good Times Are Killing Me
Modest Mouse
"Esta canción, para mí, es la que estaba sonando en la cabeza de Luhan en la primera escena cuando se sube al autobús. Él está más allá de la esperanza; simplemente sigue adelante con la vida, manteniendo su cabeza alta, y no sólo porque está superando los retos (nada más noble que eso). Sólo porque no hay otra opción. Esta canción es dura, plana, cínica, pero tiene una belleza disimulada, también. Introduce a Luhan".