LUHAN
A la mañana siguiente, cuando Luhan se subió al autobús, había una pila de cómics en su asiento.
Los recogió y se sentó. Él ya estaba leyendo.
Luhan puso los cómics entre sus libros y se quedó mirando por la ventana. Por alguna razón, no quería leer delante de él. Sería como dejar verlo comer. Sería como admitir... algo.
Pero pensó en los cómics durante todo el día, y tan pronto como llegó a su casa, se subió a su cama y los sacó. Todos tenían el mismo título: La Cosa del Pantano
Luhan se comió la cena sentado en la cama con las piernas cruzadas, con mucho cuidado de no derramar nada en los libros porque cada edición se encontraba en perfecto estado; no había ni siquiera una esquina doblada. (Estúpido y perfecto niño asiático).
Esa noche, después de que sus hermanos y su hermana se durmieran, Luhan volvió a encender la luz para poder leer. Ellos eran los durmientes más ruidosos de todos. Lian hablaba en sueños, y tanto Mei Ling como el bebé roncaban. Tao mojaba la cama... lo cual no hacía ruido, pero todavía perturbaba la paz general. Sin embargo, la luz no parecía molestarlos.
Luhan era sólo vagamente consciente de Ricky viendo la televisión en la habitación de al lado, y prácticamente se cayó de la cama cuando él abrió de un tirón la puerta de la habitación. Parecía que esperaba atraparlos en alguna travesura en mitad de la noche, pero cuando vio que sólo era Luhan y que estaba leyendo, gruñó y le dijo que apagara la luz para que los niños pequeños pudieran dormir.
Después que cerró la puerta, Luhan se levantó y apagó la luz. (Ahora casi podía levantarse de la cama sin pisar a alguien, lo que era una suerte para ellos, porque era el primero en levantarse todas las mañanas).
Podría haberse salido con la suya dejando la luz encendida, pero no valía la pena el riesgo. No quería tener que ver a Ricky de nuevo.
Él lucía exactamente como una rata. Como la versión humana de una rata. Como el villano en una película de Don Bluth. Quién sabía lo que su madre vio en él; el padre de Luhan también lucía hecho un desastre.
De vez en cuando, cuando Ricky se las arreglaba para tomar un baño, ponerse ropa decente y permanecer sobrio, todo en el mismo día, Luhan medio podía ver por qué su madre podría haber pensado que él era guapo. Gracias al Señor que no sucedía muy a menudo. Cuando lo hacía, Luhan sentía ganas de ir al baño y meterse un dedo en la garganta.
De todos modos. Lo que sea. Todavía podía leer. Había suficiente luz entrando por la ventana.
SEHUN
Él pelirrojo leía las cosas tan rápido como él podía dárselas. Y cuando se las devolvía a la mañana siguiente, él siempre actuaba como si le estuviese entregando algo frágil. Algo precioso. Ni siquiera sabrías que él tocaba los cómics excepto por el olor.
Cada libro que Sehun le prestaba regresaba con olor a perfume. No como el perfume que su madre usaba. (Imari). Y no como el chico nuevo; él olía a vainilla.
Sino que él hacía que sus cómics olieran a rosas. Un campo entero de ellas.
Había leído todos sus Alan Moore en menos de tres semanas. Ahora estaba dándole cinco sus cómics de X-Men a la vez, y podía decir que le gustaban porque él escribía los nombres de los personajes de sus libros, entre nombres de bandas y letras de canciones.