LUHAN
Los lunes eran lo mejor.
Hoy, cuando se subió al autobús, Sehun le sonrió. Igualmente, le sonrió durante todo el tiempo que estuvo recorriendo el pasillo.
Luhan no podía dejarse llevar y sonreírle directamente, no enfrente de todo el mundo.
Pero no podía dejar de sonreír, así que lo hizo hacia el suelo y levantaba la cabeza cada pocos segundos para ver si él aún le estaba mirando.
Él lo estaba.
HaYi estaba mirándolo, también, pero Luhan la ignoró.
Sehun se levantó cuando entró en su fila, y tan pronto como se sentó, él agarró su mano y la besó. Esto ocurrió muy rápido, él no tuvo tiempo de morir de éxtasis o de vergüenza.
Dejó su cara caer sólo unos segundos sobre sus hombros, contra la manga de su gabardina negra. Él apretó su mano fuerte.
—Te he echado de menos —susurró. Él sintió las lágrimas en sus ojos y se giró hacia la ventana.
No se dijeron nada más en todo el camino hacia el colegio. Sehun caminó con Luhan hasta su taquilla, y ambos se quedaron allí de pie tranquilamente, apoyándose contra la pared hasta que sonó el timbre. El pasillo estaba prácticamente vacío.
Entonces Sehun alcanzó y envolvió uno de sus mechones rojizos alrededor de su meloso dedo.
—Vuelvo a echarte de menos —dijo, dejándolo ir.
Llegaba tarde al aula y no escuchó al Sr. Sarpy decirle que tenía un pase de oficina. Él lo golpeó fuertemente contra su pupitre.
—Luhan, ¡despierta! Tienes un pase de tu orientador. —Dios, él era un idiota, se alegraba de no tenerlo en una clase real. Mientras caminaba hacia la oficina, deslizaba la yema de sus dedos a lo largo de la pared de ladrillo y tarareaba una canción que Sehun le había dado.
Estaba tan encantado, que ni siquiera sonrió a la Sra. Dunne cuando entró en su oficina.
—Luhan —le dijo, abrazándolo. La Sra. Dunne era una gran abrazadora. Había abrazado a Luhan la primera vez que lo había visto—. ¿Cómo estás?
—Estoy bien
—Te veo bien —dijo la Sra. Dunne.
Luhan miró su jersey (un hombre muy gordo lo había comprado probablemente para llevarlo a jugar al golf en 1968) y sus vaqueros agujereados. Dios, ¿cómo iba siempre tan mal?
—Gracias, supongo.
—He estado hablando con tus profesores —dijo la Sra. Dunne—. ¿Sabías que estás sacando sobresalientes en casi todas tus clases?
Luhan se encogió de hombros. No tenía cable o teléfono, y se sentía como si estuviera viviendo bajo tierra en su propia casa... Había un montón de tiempo para hacer su tarea.
—Bien, lo estás —dijo la Sra. Dunne—. Y estoy muy orgullosa de ti.
Luhan estaba contenta de que hubiera un escritorio entre ellos. Parecía que la Sra. Dunne tenía otro abrazo que darle.
—Pero no es por eso por lo que te he llamado para que bajes aquí. La razón por la que has venido es porque he tenido una llamada esta mañana, antes de que empezara el colegio.
Un hombre llamó, dijo que era tu padre. Y él estaba llamando aquí porque no tenía el número de teléfono de tu casa...
—No tengo teléfono en casa actualmente —dijo Luhan.