CAPÍTULO 5

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❤ Mini maratón 1/2 ❤

POV DIANE

–¿Qué quieres Selene? –dijo mi padre.

–El trato que hicimos. Yo te ayudaba contra los Fereirra y yo expandía mis negocios por los Estados Unidos. Cumplí mi parte y aún no tengo la tuya.

Recuerdo el caso de los Fereirra, fue hace un par de años, cuando mi padre seguía en el cuerpo. Fue su caso estrella.

Lo recuerdo como si fuese ayer, recuerdo estar en el segundo año de carrera, cuando mi padre me llamó y me dijo que encendiese la televisión.

El general Bartolomé Dorian apresa a la mafia italiana más temida de todo Estados Unidos. Fue lo primero que apareció en las noticias. Ese día cenamos como una verdadera familia con risas y una película de fondo. Algo que no habíamos hecho desde la muerte de mamá.

Y ahora todo era mentira. Papá no lo había conseguido como tantas veces me había dicho que hizo, ni de la manera que me decía a mí de seguir con las misiones. De manera legal.

–Eso no será posible –negó mi padre. –han reforzado las fronteras ya no se puede pasar.

–Encontrarás la manera. Siempre lo haces. –dijo de manera amenazadora. Puse una mueca de dolor cuando sus manos ejercieron presión sobre mis hombros, clavándome las uñas. –O sino tu hija las pagará por ti. Tengo bastante ira acumulada y sería una pena que la pagase con esta ricura. –amenazó pasando su dedo índice por mi mejilla hasta el cuello.

Me aparté y lo primero que recibí fue ardor en mi mejilla. Me había golpeado.

Genial.

Mi padre pareció dudar. Negué con mi cabeza. No soy suicida ni nada por el estilo, pero si aquella era la forma de evitar miles de masacres que así sea. Soy un soldado. Me enseñaron a morir antes que dejar que personas inocentes mueran y mi padre pareció entenderlo.

–No conseguirás nada Selene. 

–Una pena. –Un golpe sordo me dio en la sien al mismo tiempo que se oía el descolgar de la televisión con el que finalizaba la conferencia.


[...]


Un pitido agudo resonaba en mis oídos y un sabor metálico inundaba mi boca. Sangre. Abrí los ojos y lo único que pude ver fueron dos siluetas translucidas. Tenía los ojos vendados. Intenté mover mi brazo, pero lo único que pude percibir fue el tintineo de las cadenas.


La puerta se abrió, dejando ver un poco de luz a través de la tela y unos tacones repiquetear en la estancia.

–¿Vas a matarme? –pregunté causando que Selene riera.

–Claro que no, Sladkaya Diana. He pagado mucho por ti. –sentí como un nudo se formaba en mi garganta.

¿Cómo me ha llamado?

–¿Pa-gar... por-mí?

–Claro. –hizo una breve pausa, burlona. Agarrándome del mentón. –¿Crees que ha sido fácil encontrarte? ¿Persuadir al hijo del jefe de esa discoteca para que permitiese la entrada a tus amiguitos? O ¿A tu capitán para que te revelase de la misión? Nada era coincidencia, Sladkaya Diana.

–¿Por qué? E-s decir... n-no so-y a-alguien importante... Ni siquiera en la central... –mi cara debía de ser todo un poema, ya que, de los labios de Selene apareció una sonrisa ladina llena de locura.

–Claro que eres importante. Todo el mundo quiere a la debilidad del Arpía Rojo y yo quiero tener a mi peor enemigo cerca. –si mi cara era antes un poema la de ahora debía de ser una obra de Mario Benedetti. Tampoco sabía hacia donde mirar.

–Oye, mira, esto debe de ser un error. –empecé, a lo que ella enarcó una ceja y me miraba divertida. –E-es decir. Apenas te conozco y por ahora me has dado más ganas de matarte que de besarte. Sin contar que, yo no tengo tatuajes así que te estas confundiendo de persona. –mentí descaradamente.

La mujer tiró de las mangas de mi vestido, el cual estaba hecho un asco, rompiéndolas dejando a la vista mis brazos desnudos y sin ninguna pizca de tinta.

Quien diga que las joyas son el mejor amigo de la mujer es que no conoce el maquillaje.

La mujer pasó un dedo por mi brazo dejando a la vista el tatuaje de la rosa.

<<Por hablar>> dijo mi subconsciencia.

–¿Sigues pensando que es un error, Sladkaya Diana? –preguntó burlona.

–Deja de llamarme así.

–Te llamaré como me plazca. –amenazó en un tono más severo.

–Vuelve a llamarme así y la última cosa que saldrá de tu boca serán tus relucientes y perfectos dientes. –amenacé de igual manera.

El repiqueteo de los tacones contra el suelo, se hicieron más fuertes y la venda fue arrancada de mis ojos y acto seguido, mi cuello quedó atrapado entre las suaves y delicadas manos de Selene que, aunque sus manos pareciesen de porcelana, su agarre era firme y fuerte, clavándome sus uñas —pintadas de rojo en conjunto con su vestido— de por medio.

Puede que sea una completa perra, pero esa perra tenía estilo.

–No juegues con fuego Diana. –amenazó, con una voz más calmada, pero igual de escalofriante. –te quemarás.

–Me gusta quemarme. –me burlé.

–Y a mí me encantará verte arder, Sladkaya Diana.

Y sin más me soltó. Intenté alcanzarla como fuese y pegarle la bofetada que se merecía y borrarle la sonrisa con sarna de su rostro, pero seguía atada.

Selene se volvió hacia mí como si se le olvidase algo. Al cabo de un par de segundos chasqueó la lengua y los dedos y fingió estar sorprendida.

–Hay que ver cómo están las cabezas hoy, se me ha olvidado presentarte a tus compañeros de celda. –dijo levantando las manos hacia los dos gorilas que vigilaban la puerta. –Estos son Ralf. –dijo mirando a el hombre calvo y lleno de tatuajes. –Steven. –dijo mirando al hombre rubio. –Y a Víctor ya lo conoces. Pasad buena noche.

Por supuesto que lo conocía era el de la cafetería y el de la discoteca. Al fin sabría cómo se llamaba ese mal nacido.

Selene abrió la puerta y desde el umbral me lanzó un beso a lo que yo, con furia e impotencia por no poder borrar esa sonrisa ladina de su rostro, le respondí con la más falsa de las sonrisas.

Cuando la puerta se cerró dejándome con los gorilas, Ralf se crujió el cuello y Steven los nudillos provocando una mueca de asco y grima en mi rostro.

Víctor se puso de cuclillas quedando cara a cara, uno en frente del otro.

–Tú y yo tenemos algo pendiente...

TATUAJES DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora