POV DIANE
Mis rodillas temblaban y mis manos también. El dolor de mis costillas aumentaba con pinchazos. Llevaba más de cuatro horas en esta posición. Sin contar que Selene a veces ponía su vaso en mi espalda, haciéndome sobresaltar del frío y de la sorpresa.
Al fin Selene y el hombre se despidieron y yo pude descansar.
–Has aguantado bien, aunque mejorable.
–No dirías lo mismo si unos gorilas no te hubiesen pateado las costillas antes. –dije sentándome en el suelo. Las costillas me dolían cada vez que respiraba. Era horrible.
–Tu lengua está muy afilada. Tal vez deba cortártela.
No, gracias.
–Lo siento. No volverá a pasar.
–Eso me gusta más. –comentó sonriente.
<<Qué ganas de quitarle esa sonrisa con una silla estampada en su cabeza>>.
La mano de Selene apareció en mi campo de visión y sin duda la tomé. No podía levantarme incluso con la ayuda de Selene como para hacerlo sola.
Al final Víctor nos ayudó.
–Habrá que mirar esas costillas. La quiero lista en media hora.
¿Lista para qué?
Estaba mareada ni siquiera me di cuenta que me habían devuelto a la celda y me ataron de nuevo. La puerta se abrió y un hombre vestido con una bata blanca y un maletín apareció.
Se acercó a mí, y sacó varias cosas de su maletín. El hombre hablaba en Ailití y le decía a los hombres que lo escoltaban que tenían que hacer. Una luz cegó mi ojo derecho y luego mi izquierdo.
Después del chequeo el hombre discutió con los hombres y el médico se cayó cuando uno amenazó con apretar el gatillo contra su sien. El hombre sacó un palo y con sellas me dijo que lo mordiera.
Esto va a doler.
El hombre cogió uno de mis brazos, los cuales estaban llenos de sangre y moratones y con una gasa mojada en alcohol lo limpió ardía, inhale y exhale profundo pero el golpe en mis costillas me lo dificultó.
El doctor me levantó el vestido y podía verse todo mi estómago morado, hasta yo misma me sorprendí.
El hombre de bata blanca me miró con lástima y tocó la zona, hizo una mueca y habló con los hombres. Por el tono que usaba parecían todos enojados. Las voces se volvieron gritos. La situación era tensa.
Uno de los hombres de Selene sacó un revolver y apuntó al médico.
La puerta se abrió bruscamente causando que todos prestasen atención a la figura. Era una chica alta, con facciones delicadas y ojos azules, como los míos, el pelo rubio por los hombros y un abrigo de piel. Su mirada era fría y acusadora. Era Alexandra Ivanov.
–¡¿Se puede saber que es este jaleo?! –chilló Alexandra.
–El hombre dice que no puede curar aquí a la prisionera. Dice que le falta material y que necesita ir a un hospital.
Eso te lo podía haber dicho yo sin necesidad de una carrera.
–¿No puede hacerle ningún soporte o sostén? Algo para un viaje largo. –cuestiona y el guardia se lo pregunta al hombre en Ailití.
–Sí, pero... –dijo el doctor.
–Bien que lo haga. Los espero a todos en una hora.
Alexandra salió y el doctor hizo lo que la mujer pidió. Me trató con mucha delicadeza, lo cual agradecí.
ESTÁS LEYENDO
TATUAJES DE SANGRE
Romance¿Qué pasaría si cada persona naciese con un tatuaje en cada brazo? Uno conecta con tu alma gemela y el otro con tu peor enemigo. Nadie sabe cuál te lleva a quien, así que, esperan a que el mundo fluya. Todos menos una persona. Diane Dorian. Esto ti...