CAPÍTULO 46

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POV DIANE

Recogí en tiempo récord todo lo que había desordenado y me puse de pie al mismo tiempo que la puerta se abrió. En ella, apareció Selene mirando su móvil. Cuando se chocó conmigo levantó su cabeza para luego fruncir el ceño, mirándome de manera acusadora.

–¿Qué haces aquí? –cuestionó amenazante.

–Yo... —tartamudee.

–¿Tú? –cuestionó con la ceja alzada y cruzándose de brazos.

Piensa, Diane, piensa.

Miré a mi alrededor encontrándome con Attius, quien agitaba el bolígrafo que antes tenía guardado en el bolsillo de mi pantalón y reía ante el tintineo de las bolas de tinta que tenía el bolígrafo en su interior.

–Le enseñaba a Attius la mansión. –mentí.

La castaña me miró incrédula, sin creérselo del todo.

Tragué seco.

–La mansión. –repitió chasqueando la lengua. –Bueno hay sitios mucho más interesantes que mi despacho para un bebé de tres meses.

–Está bien. –suspiré. –Me has pillado.

Hubo un silencio donde la tensión era más que clara y Selene me miraba con la ceja enarcada y los brazos cruzados.

–Quería darte una sorpresa. –volví a mentir. –Últimamente solo te veo en las madrugadas cuando Attius se despierta. Pensé que visitarte, mientras estabas en tu despacho con nuestro hijo no te haría ningún mal.

Sus ojos me miraron entrecerrados, sin creerme del todo. Creí que me pillaría hasta que soltó un suspiro y se removió el pelo.

–Más que darme una sorpresa me has dado un susto de muerte. –respondió. –tenemos un topo y por un momento pensé que eras tú.

<<Esto sí que no me lo esperaba>>.

–¿Yo...?

–Sí, tú.

–¿Por qué haría algo así?

–Te recuerdo que hace un año recibí una amenaza tuya diciéndome que ibas a destrozarme la vida al igual que yo lo había hecho con la tuya.

<<Bocazas>>.

Claro que tenía pensado vengarme, pero no así.

–Sí, te amenacé, –dije meciendo a Attius. –pero es absurdo dar información a otra mafia sobre vosotras, porque vivo en esta casa y lo que os pase a vosotras, lo creas o no me importa. Eres parte de la vida de mi hijo y en cierta manera también de la mía.

Su cara fue todo un poema.

–¿Soy parte de tu vida? –cuestionó, incrédula con cierto brillo en su mirada.

–¿Es lo único que has escuchado?

–Sí.

Sonreí locamente enamorada. Selene era perfecta a su manera.

–Lo fuiste a partir del día que decidiste que tendríamos un hijo.

[...]

Después del incidente en el despacho, conseguí algo donde apuntar las palabras de la voz misteriosa.

Teníamos tres problemas: primero, había un topo. Lo que significaba que las hermanas estaban en constante peligro y eso afectaba la seguridad de mi hijo y de la mía.

Segundo, Lane. Me carcomía por dentro el saber que estaba en una lista en la que todos los demás ya habían muerto. A decir verdad, no la conocía más que un hola y adiós, pero me entrenaron para proteger a personas inocentes.

Por último, la extraña voz.

¿Qué patrón seguían las palabras: manecillas del reloj, nieve y ataúd?

Era la pregunta que rondaba siempre en mi cabeza, causándome insomnio. Eso y junto a mi hijo, que se despertaba cada tres horas para comer, no lograba concebir el sueño como me gustaría.

Al parecer las hermanas no eran las únicas que habían recibido amenazas, ya que, Viktoria tuvo que irse a su casa y poner orden allí.

<<Está gente nunca se jubila>>.

Por otro lado, las hermanas volvieron a antes del nacimiento de Attius. Levantarse pronto y llegar hasta las tantas a casa. Supuse que era grave lo que ocurría, ya que cuando hablaban sobre el tema, se aseguraban de estar solas, sin siquiera sus guardaespaldas más fiables. También habían sacado a Max del colegio temporalmente, hasta que todo se calmase.

Nadie se fiaba de nadie. La tensión en la mansión era notoria, a excepción de Attius, quien era ajeno al mundo entero.

Ahora me encontraba mirando como Max hacía sus deberes de matemáticas. Ambas hermanas no querían que Max suspendiera la última semana de exámenes antes de vacaciones y si soy sincera yo tampoco. No quería que suspendiera un curso entero por culpa de algo que ella no podía controlar. Además de que la tenía mucho cariño. Tanto que la consideraba mi hija, odiando verla angustiada y no poder hacer nada para remediarlo.

Vi como soltaba el bolígrafo y se removía ese largo y denso cabello de color café. Estaba nerviosa y agobiada. Lo sabía porque era la réplica de Selene, tanto física como emocionalmente.

–¿Crees que realmente salga todo bien? –preguntó con la mirada perdida. –E-es decir, ya ha pasado algo parecido antes...

Suspiré, vaciando mis pulmones.

Según me había contado Selene, Max ya había pasado algo parecido con sus padres y aunque afirmase estar bien siempre que la preguntábamos, sabía que toda esta situación la tenía igual de preocupada que a mí o puede que más.

Al fin y al cabo sus padres murieron en una situación parecida.

–Claro que sí. –la animé, aunque realmente no sabía si era para mí o para ella. –hablamos de tus hermanas. Son difíciles de derrotar.

–También lo eran mis padres. –murmuró en un hilo de voz.

Agarré una silla y me coloqué en frente suya. Cogí sus manos y las entrelacé con las mías.

–No va a pasarles nada. Ni a ti tampoco.

–¿Cómo estás tan segura? –preguntó mirándome con los ojos aguados.

–Porque tus hermanas no se darán por vencidas fácilmente. Son tercas como mulas y el quien intente hacerles daño acabará mucho peor. Y si alguien se acerca a ti, le pego una patada mortal.

–¿Cómo la que le diste a Selene cuando te enteraste que había pedido cita en la clínica de fertilización?

–Oh no, mucho más fuerte que esa. –aseguré.

Max rio dejando algunas lágrimas escapar, para luego limpiarlas rápidamente con el dorso de la mano. La abracé, procurando no aplastar a Attius en el camino.

Mi hijo, no pareció conforme, ya que se empezó a removerse. Me aparté un momento de Max para colocarle bien. Esto siguió sin gustarle. Mi hijo frunció el ceño e hizo un puchero mirándome a los ojos, para luego girarse sobre sí mismo y extender sus brazos hacia la menor.

Ayudé a Attius para que se agarrase a Max. Él se agarró al cuello de Max como un koala, mientras balbuceaba cosas sin sentido, que para él lo tenían. Intentó besar la mejilla de Max. Digo intentar ya que no cerró los labios y llenó de babas la mejilla de la chica a mi lado.

Sonreí al ver lo bien que se llevaban esos dos. 

TATUAJES DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora