CAPÍTULO 13

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POV DIANE

Thomas era uno de mis mejores amigos desde la infancia y siempre lo tomé por bipolar. Había veces de que hablarle era una de las cosas más agradables del mundo y otras simplemente querrías tirarte por la ventana de lo borde que era.

Selene lo superaba. 

En una misma frase podía cambiar drásticamente de emociones y a veces ni siquiera tenía. Era... frustrante. No sabías como se iba a tomar las cosas.

Eran sobre las seis de la tarde y habíamos decidido en ver una película. Selene había ordenado a los sirvientes que subiesen unas bolsas de palomitas.

La verdad solo me dediqué a tumbarme en la cama en forma de ovillo apoyándome contra las costillas fisuradas (tal y como me dijo el médico) y empecé a comer palomitas ya que no entendía ni una palabra de la película, la cual estaba en Alaití.

Al parecer debía de ser interesante, ya que Selene no despegaba la vista de la pantalla, ni siquiera para comer las palomitas. Fruncía ligeramente el ceño y sus labios se entreabrían dejando ver sus dientes blancos.

Tragué en seco y a los pocos segundos ella desvió su mirada de la película, mirándome con una ceja enarcada mirándome de pies a cabeza y una sonrisa burlona tiró de la comisura de sus labios. Haciendo que desviase mi mirada casi al instante.

–Sécate la baba, Diane. –sentí mis mejillas rojas como tomates y la miré de reojo. 

Volvió su vista hacia la pantalla como si nada.

—¿Cómo sabes que te estaba mirando?

—Acabas de confirmármelo. —concluyó volviendo a poner toda su atención en la película.

Intenté concentrarme en la película, pero me fue imposible. No solo por Selene, sino por los calmantes. Estaba quedándome dormida, cuando  decidí irme a mi cuarto a dormir. Hice un ademán en levantarme cuando la fría y calculadora voz de Selene habló.

–¿A dónde vas? –preguntó con una ceja enarcada y su mirada fría.

–A-a mi cuarto a dormir. –obvié porque para mí era lógico levantarme para irme a mi habitación a descansar.

¿Dónde pretendía qué iría? ¿A las Bahamas? ¿A Nueva York? 

Si aunque tuviese dinero suficiente para pagarme un avión, no podría poner ni un pie fuera del jardín sin que me parasen sus gorilas.

–Pensaba que había quedado claro que hoy te quedabas aquí.

Mierda se me había olvidado.

Selene apagó la televisión y abrió la cama dejándome hueco para enredar mi cuerpo a las suaves y cómodas sábanas. Me puse en la posición que me dijo el médico, un poco incómoda por la presión que ejercía mi cuerpo con las costillas.

Selene recogió los boles de palomitas y apagó la luz. Estaba a punto de cerrar mis ojos cuando un brazo me abrazó por la cintura y el aliento de Selene silbaba en mi cuello. 

Me tensé.

–Relájate Sladkaya Diana. No muerdo, aún. –eso no me tranquilizó. 

Me odiaba por ello.

¿Por qué sus palabras me hacían todo un manojo de nervios?

Intenté cambiar de postura, pero los brazos de Selene me cogieron con más fuerza.

–Duérmete.

Muy a mi pesar, cerré los ojos y al cabo de un par de minutos después de que Selene se durmiera, yo también lo hice.

TATUAJES DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora