CAPÍTULO 44

1K 104 5
                                    

NOTA AUTORA: Gracias por todo el apoyo que estoy recibiendo jamás creí que esta idea llegase a gustar tanto. Ya he terminado exámenes e intentaré estar menos ausente. Un beso y espero que os guste. 

POV DIANE

Con mis ojos más cerrados que abiertos vi el reloj de la mesita de noche de Selene que marcaba las cinco y diez de la madrugada. Miré a la pequeña bolita que yacía en mi pecho, mirándome con esos ojitos azul cielo abiertos de par en par, al mismo tiempo que succionaba mi sensible pezón.

La verdad es que prefiero los tirones de mi bebé que tener que usar el saca leches o tenerlos llenos de leche. Me apoyé en el pecho de Selene, quien se acababa de levantar a causa de los fuertes chillidos que pega nuestro hijo cuando llora.

No sé de dónde ha sacado esos malditos pulmones.

Por el rabillo del ojo vi como una adormilada Selene sonreía de oreja a oreja, a la vez que le peinaba el poco pelo que tenía nuestro hijo. La castaña se había quedado conmigo todas las veces que Attius se despertaba y aunque no podía hacer mucho cuando él quería comer, se quedaba haciéndome compañía.

Vi como Attius soltaba mi pecho para luego poner un puchero, signo de que se iba a poner a llorar.

Oh, no. Otra vez no.

–Si tienes tantas ganas de comer señorito, –dije acercándole mi pezón de nuevo para que siguiese comiendo. –no lo sueltes.

Selene rio a mi lado.

Ambas teníamos un aspecto horrible. Las ojeras se nos notaban a leguas y durante todo el día parecíamos zombies andantes. En especial Selene, que cuando Attius se despertaba en la madrugada, como ahora, no volvía a dormirse.

A los treinta y cinco minutos después, Attius liberó mi pecho por lo que Selene se levantó para colocar a nuestro bebé en su pecho y dejando que apoye su cabeza en su hombro, mientras le da palmaditas en la espalda liberando los gases y empieza a caminar. Es algo que aprendimos con el tiempo. 

A Attius le encanta el movimiento.

Me quedé observando como Selene caminaba por la habitación a la vez que tarareaba una nana, para que Attius se durmiese.

–Diana, duérmete. Es muy pronto. –susurró, mientras mecía a Attius.

–Tú también deberías dormir. —repliqué.

Selene negó.

–Tengo que presentarme en la oficina dentro de dos horas. Así que puedo quedarme con el Ocupa hasta que se duerma.

Reí.

Ahora Attius también era conocido como el Ocupa en la casa. La verdad fue que no tuvo que decírmelo dos veces para que me tumbara. Ser madre era realmente agotador.

Cuando estuve a punto de dormirme, oí el bostezo de Attius a lo lejos.

–¿Ves? Tú también tienes sueño, –susurró Selene, mientras limpiaba la baba que salía de su boca –duérmete mi pequeño Diane.

[...]

Ni medio segundo me costó en levantarme cuando oí el fuerte sonido del llanto de mi hijo para que lo sacase de la cuna. Vi la hora. Siete y veinte. Aún no era su hora de comer.

Fruncí el ceño.

Entonces, ¿por qué lloraba?

Lo cogí para ver si necesitaba cambiar el pañal. No tenía nada. Lo arrimé a mi pecho y su llanto cesó poco a poco. Solo quería que le cogiese. En otras circunstancias me hubiese enfadado, pero verle acurrucado a mi pecho al mismo tiempo que me sonreía carente de dientes me brindaba una paz inmensurable.

TATUAJES DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora