CAPÍTULO 39

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POV DIANE

Habíamos llegado a casa. Alexandra y yo hablábamos de temas triviales sobre el bebé, la ropa del niño, la habitación que ocuparía... cuándo se oyeron murmullos de gente discutiendo.

–¡Es un suicidio! –gritó desde el salón la característica voz arrugada y un tanto chillona de Viktoria.

Tanto Alexandra como yo fruncimos el ceño y nos acercamos.

¿El qué sería un suicidio?

Debía de ser algo grave, ya que jamás había oído a Viktoria levantar la voz en todos estos meses.

Entramos al salón, de dónde provenían los gritos, y nos encontramos a Viktoria sentada en uno de los sillones, recta como siempre y apoyada en su característico bastón con la empuñadura de la cabeza del chacal. El animal emblemático de los Ivanov. A su lado se encontraba Selene, que estaba de pie, junto a ella y deslizando el pelo que tenía en la cara hacia atrás. 

Estaba frustrada.

<<Y sexy>>.

–¿Qué ocurre? –cuestionó Alexandra cruzándose de brazos con cierta preocupación.

Viktoria iba a agregar algo, pero Selene se adelantó.

–Nada ¿Qué tal la revisión? –dijo cambiando de tema. 

Alexandra frunció el ceño.

Al parecer no la creía y sinceramente, yo tampoco.

–Es niño. –dije.

Un silencio tenso se formó en la habitación. Selene parecía estar en shock o asimilando lo que acababa de decir.

–¿En serio? –preguntó al fin con una sonrisa en los labios.

Asentí.

Entonces, la castaña se acercó a zancadas hacia mí, rodeándome con sus manos mi cintura, atrayéndome hacia ella, para luego besar mis labios con determinación y rudeza, como lo hacía siempre. Subió sus manos hasta mi rostro y acunó mis mejillas con sus manos. Su olor embriagador llegó a mis fosas nasales robándome un suspiro de por medio.

–No tienes ni idea de lo feliz que estoy. –dijo apoyando su frente con la mía, sin dejar de acunar mis mejillas con sus manos y con una sonrisa radiante en sus labios lo cual me contagió a mi también.

–Me debes cincuenta dólares, señorita. –le dijo Viktoria a Alexandra, rompiendo el momento. 

Esta última bufó y sacó su monedero entregándole los cincuenta dólares acordados. Selene observó con el ceño fruncido el intercambio de billetes.

–Odio que siempre tengas razón. –refunfuñó la rubia.

–El diablo sabe más por viejo que por sabio. –citó Viktoria, sonriente, mientras guardaba los cincuenta dólares en su bolso.

Selene posó su mirada en mí confusa, esperando una respuesta, la cual no dudé en dársela.

–Apostaron por el sexo del bebé. –expliqué en un murmullo, para que solo me oyese Selene.

–Alexandra sigue sin aprender que contra la abuela no se apuesta a no ser que quieras perder. –murmuró divertida, igual de bajito que yo.

–¿Por qué discutíais? –pregunté cambiando de tema.

–Trabajo. –concluyó restándole importancia.

–¿Puedo saber de qué es? –pregunté esperanzada a que me lo dijese. Al ver que Selene apretó sus labios dejándolos en una fina línea, supuse que no me lo diría. –Oh vamos, sé que no voy a salir de aquí, al menos tengo el derecho de saber lo que pasa a mi alrededor. Podría ayudar.

TATUAJES DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora