CAPÍTULO 28

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POV DIANE

Los gorilas de Selene me arrastraron hasta el sótano y me encerraron allí. Grité, supliqué y lloré toda la noche a todo pulmón para que me soltasen.

No obtuve respuesta.

Intenté derribar la puerta a base de empujones y patadas, pero se me hizo imposible.

Ahora mismo me encontraba en las puertas del sótano, pataleando la puerta por si surgía algún milagro y se abría. Mis rodillas temblaban, mis brazos estaban magullados y la voz, desgarrada de tanto gritar.

[...]

Había pasado dos semanas desde que Selene me había encerrado en estas cuatro paredes, en la cual no había probado bocado de nada. Y solo había bebido de un charco de agua sucia que había a un lado del pequeño sótano. Si tan solo me hubiese callado nada de esto hubiese pasado y el mayor de mis problemas sería la bipolaridad de Selene.

Ahora mi principal problema era atrapar una rata para llevarme algo a la boca. No obstante, mis constantes mareos, fatigas y alucinaciones que mi cerebro provocaba por la falta de nutrientes, me estaban pasando factura. Estaba sentada en una esquina, intentando guardar todas las energías posibles, por si alguna pobre rata aparecía a mi lado.

Necesitaba comer. No aguantaría más.

No sé si fue una alucinación o fue la realidad, pero vi que la puerta se abría, vislumbrándome con la luz de afuera. Tenía que huir. Era ahora o nunca. A duras penas me levanté, pero mis piernas se tambalearon y caí al suelo. Apoyé mis manos antes de caer y me quedé ahí. El característico sonido de los tacones de Selene repiquetear contra el suelo se oyó en toda la sala. Alcé la vista, dejándome ver los tacones rojos de doce centímetros de Selene. Se agachó a mi altura.

–Vaya, vaya. Cuánto tiempo, ¿no crees? –dijo analizándome y colocando un mechón rebelde de mi mejilla y pasándolo detrás de mi oreja. –Hoy es tu día de suerte. Ya me he cansado de tenerte aquí.

Gracias a Dios.

Me levanté del suelo, mi vista estaba nublada y apenas podía sujetarme por sí sola. Haría lo que fuese por un trozo de comida.

Selene me cogió en brazos con mucha facilidad a las afueras del sótano.

No entendía la fuerza que tenía esta mujer al poder con mi peso y el suyo subiendo las escaleras con esos tacones puestos. También podía ser que como había perdido tanto peso que era fácil cogerme.

No me di cuenta que estábamos en su cuarto, hasta que mi espalda chocó contra la cama. Mis ojos se acostumbraron a la luz. Vi mi cuerpo de reojo y pude ver mis brazos y piernas llenas de suciedad, polvo y sangre seca. Era extraño, ya que Selene amaba la limpieza y orden, sobre todo en su cuarto. No entendía porqué me había traído aquí.

Selene se levantó y cogió un cuenco lleno de macarrones con tomate y me lo entregó. La boca se me hizo agua de tan solo oler el plato y cuando tuve la posibilidad, cogí el tenedor para empezar a comerlo.

A medida que el cuenco se vaciaba en mi estómago, pude ver con más claridad, sin mareos. Selene me entregó una botella de agua mineral y me la bebí al instante. Estaba en la gloria. Me terminé el plato y me tumbé en la cama, a gusto de tener el estómago lleno desde hace tanto tiempo.

Selene retiró el plato vacío y se sentó a mi lado.

–Ve a ducharte. –ordenó tajante y yo no esperé más y me fui al baño.

Me despojé de la ropa sudorosa y maloliente y mientras el agua se calentaba. Me miré en el espejo.

Estaba hecha un asco. Mis ojos estaban marcados con ojeras, mi piel pálida, mis rodillas tenían la piel levantada a causa de los raspones y mi cuerpo estaba esquelético. Parecía un zombie.

Entré en la ducha y mis músculos se relajaron cuando mi piel hizo contacto con el agua caliente, aunque mis rodillas ardían me aguanté el dolor y me enjaboné en todos las partes de mi cuerpo y lavé mi cabello.

Que gusto estar limpia y aseada. Envolví mi cabello en una toalla en forma de turbante y una toalla más larga en mi cuerpo. No tenía nada que ponerme. Salí de la ducha y me encontré a Selene sentada en el borde de la cama. Cuando me vio, me analizó de arriba abajo y palpó la cama, invitándome a sentarme. Así lo hice. Estaba demasiado cansada para resistirme a algo. Me dio una camisa larga y ancha, que me llegaba hasta los gemelos y unas bragas.

Selene se arrodilló en frente mía y remangó la camisa dejando mis rodillas peladas y con sangre a la vista. Cogió el botiquín de encima de la mesa y en una gasa le echó alcohol. Cuando la gasa hizo contacto con mi piel, ardiéndome a su paso, emití un quejido de dolor.

–Quieta o te dolerá más. –ordenó y así lo hice.

Siguió limpiando hasta que mis rodillas se quedaron llenas de esa sustancia pegajosa. A continuación, cogió un esparadrapo y lo puso en mis rodillas, encima de la gasa.

Un silencio incómodo se formó en la habitación y yo intenté abrir mi boca y decir algo, pero la cerré.

¿Qué podría decir?

¿Gracias por encerrarme en tu sótano?

Selene se acercó aún más cerca de mí, pero yo me puse de pie. No confiaba en ella. Mucho menos después de haberme casi matado de hambre. Ella apretó sus labios en una fina línea.

–Yo... echaba de menos tus berrinches. –murmuró. Asentí. Necesitaba algo más que palabras bonitas para creerla. Al ver que el silencio seguía igual de tenso agregó. –¿Podrías al menos decir algo?

Su voz sonaba suplicante.

–¿Para qué me vuelvas a encerrar por tres semanas en un sótano sin siquiera agua decente? –pregunté retóricamente, cruzándome de brazos. –No gracias.

–Intento disculparme. –dijo a regañadientes.

–Bueno ya lo has hecho. –Selene me miró confundida. –querías que te respetase, he aquí mi respeto.

–¿Y por qué se siente tan mal? ¿Cómo si no estuviésemos del todo bien?

–Me has pedido perdón, pero no te perdono. –dije removiéndome el pelo, frustrada. –Querías mi respeto y es todo tuyo, pero mi confianza la has perdido.

Y dudo mucho que vuelvas a tenerla.

Pensé en decírselo, pero me retracté. No estaba el horno para bollos.

–¿Algo más? –cuestionó.

Negué con la cabeza y ella apretó sus puños con fuerza.

–Bien. Te dejo descansar. Es tarde. 

Y sin más se fue.

TATUAJES DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora