Capítulo 28: El Descubrimiento.

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Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.


La Última Hija del Mar

—Capítulo 28: El Descubrimiento —leyó Artemisa.

El sueño llegó, en cuanto cerré los ojos. Ni siquiera pude relajarme, para así prepararme a dormir.


Los dioses fruncieron el ceño. Eso no era normal.


Grover estaba sentado junto al telar, deshaciendo desesperadamente la cola de su vestido de novia, cuando la roca rodó hacia un lado y el cíclope bramó: — ¡Aja!


Todos miraron con compasión al Sátiro, el cual se sonrojó y no sabía dónde meterse.


Grover soltó un aullido. — ¡Cariño! No te había... ¡Has hecho tan poco ruido!


—Debió de haber sido muy silencioso, para que no lo escucharas llegar —dijo Atenea, levantando una ceja.

—No es normal que un Ciclope, sea así de inteligente, incluso si trabajan en mis fraguas —dijo Poseidón.


— ¡Estás deshaciéndolo! —rugió Polifemo—. O sea que ése era el retraso.

—Oh, no. Yo no estaba...


—La búsqueda de Pan, no es simple —dijo Quirón, negando con la cabeza, y sintiendo compasión por el Sátiro. —y jamás lo será, Grover.


— ¡Venga! —Agarró a Grover por la cintura y, medio en volandas medio a rastras, lo condujo a través de los túneles de la cueva. Grover luchaba para que los zapatos de tacón no se le cayesen de las pezuñas. El velo le bailaba sobre la cara y poco faltaba para que se le cayera.


—Tarde o temprano, ese velo se le caerá, y los zapatos también —lamentó Afrodita, todos la miraron, ella frunció el ceño. — ¡Son lo ÚNICO que han estado salvando a Grover, de ser devorado!, por supuesto que me preocupo.


El cíclope lo metió en una caverna del tamaño de un almacén, decorada toda ella con despojos de oveja. Había un sillón reclinable recubierto de lana, un televisor forrado de lana y unos burdos estantes cargados de objetos ovinos de coleccionista: tazas de café con forma de cabeza de cordero, ovejitas de yeso, juegos de mesa, libros ilustrados, muñecos articulados... El suelo estaba plagado de huesos de cordero amontonados, y también de otros huesos distintos: seguramente, de los sátiros que habían llegado a la isla buscando a Pan.

Polifemo dejó a Grover en el suelo sólo el tiempo justo para mover otra roca enorme. La luz del día entró en la cueva a raudales y Grover gimió de pura nostalgia. — ¡Aire fresco! —El cíclope lo arrastró fuera y lo llevó hasta la cima de una colina desde la que se dominaba la isla más bella que he visto en mi vida. Tenía forma de silla de montar, aunque cortada por la mitad con un hacha. A ambos lados se veían exuberantes colinas verdes y en medio un extenso valle, partido en dos por un abismo sobre el que cruzaba un puente de cuerdas. Había hermosos arroyos que corrían hasta el borde del cañón y caían desde allí en cascadas coloreadas por el arco iris. Los loros revoloteaban por las copas de los árboles y entre los arbustos crecían flores de color rosa y púrpura. Centenares de ovejas pacían por los prados. Su lana relucía de un modo extraño, como las monedas de cobre y plata.

Leyendo: La Última Hija del Mar (Fem-Percy Jackson x Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora