Capítulo 18: Descubrimos la verdad... más o menos.

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Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.


Ahora fue Hades, quien agarró el libro. —Descubrimos la verdad... más o menos.


Cuando regresé a la superficie, luego de haber caído en el Tártaro, Clarisse me abrazó, y sentí que me rompería la espalda.


Todos comenzaron a reírse de Clarisse, quien se sonrojó, y escondió el rostro, entre sus manos. Penny la abrazó, y besó su sien, haciéndola sonreír.


—Sigamos. —Grover estaba muy nervioso y se lamía los labios, me miró fijamente. — ¿Puedes caminar?

—Puedo caminar —le aseguré. Casi me alivió darle la espalda al túnel y encaminarme hacia el palacio de Hades, mientrasque la mochila, me pesaba por primera vez, como si tuviera un montón de rocasdentro.

Envueltas en sombras, las Furias sobrevolaban en círculo las almenas.


—Seguramente, Alecto ya sabía que estabas allí —dijo Hazel preocupada, por su amiga. La rubia asintió.

Atenea y sus hijos, comenzaron a preguntarse por el motivo, de que la mochila le pesara tanto, a la hija de Poseidón y Anfitrite.


Las murallas externas de la fortaleza relucían negras, y las puertas de bronce de dos pisos de altura estaban abiertas de par en par. Cuando estuve más cerca, aprecié que los grabados de dichas puertas reproducían escenas de muerte. Algunas eran de tiempos modernos –una bomba atómica explotando encima de una ciudad, una trinchera lleva de soldados con máscaras antigás, una fila de víctimas de hambrunas africanas, esperando con cuencos vacíos en la mano–, pero todas parecían labradas en bronce hacía miles de años.

Me pregunté si eran profecías hechas realidad.


—Lo son —aseguró el dios de los muertos.


Entonces, cruzamos un jardín de lo más curioso: Setas multicolores, arbustos venenosos y raras plantas luminosas que crecían sin luz. En lugar de flores había piedras preciosas, pilas de rubíes grandes como mi puño, macizos de diamantes en bruto.

Aquí y allí, como invitados a una fiesta, estaban las estatuas de jardín de Medusa: niños, sátiros y centauros petrificados, todos esbozando sonrisas grotescas.

En el centro del jardín había un huerto de granados cuyas flores naranjas neón brillaban en la oscuridad.

—Éste es el jardín de Perséfone —dijo Clarisse nerviosa. —Sigan andando.

Entendí por qué quería avanzar. El aroma ácido de aquellas granadas era casi embriagador. Sentí un deseo repentino de comérmelas, pero recordé la historia de Perséfone: un bocado de la comida del inframundo y jamás podríamos marcharnos. Tiré de Grover para evitar que agarrara la más grande.


Nico, Thalía, Penny y Hazel, miraban al sátiro con sonrisas. Él les frunció el ceño.


Subimos por la escalinata de palacio, entre columnas negras y a través de un pórtico de mármol negro, hasta la casa de Hades. El zaguán tenía suelo de bronce pulido, que parecía hervir a la luz reflejada de las antorchas. No había techo, sólo el de la caverna, muy por encima. Supongo que allí abajo no les preocupa la lluvia.

Leyendo: La Última Hija del Mar (Fem-Percy Jackson x Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora