Capítulo 49: Llamada desde el Inframundo

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Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.


La Última Hija del Mar

Poseidón sabía, que no podía ponerse celoso de que una amante suya, tuviera un novio, pero él era... distinto. Era como Hades: enamorándose de sus amantes, hasta que dolía. Él tomó el libro. —Capítulo 3: Llamada desde el Inframundo.


—El monte Tamalpais todavía está infestado de monstruos —me dijo Artemisa, mientras surcábamos el cielo, en el carro lunar—. No me atreví a acercarme, junto a las Cazadoras, pero sabemos que perdieron a Cronos y a Luke. Cuando nos acercamos nosotras, hicimos llover Flechas sobre ellos, matando a varios... a varios Semidioses y a varios monstruos. —Especificó. —Sin embargo, creemos que hay supervivientes y no sabemos cuándo puedan decidir atacar una vez más, el Campamento.

—Mantener los ojos abiertos, entonces —dije, Artemisa me enseñó su sonrisa y asintió.


—No es un mal consejo —dijo Atenea sonriente.


Continuamos el trayecto en silencio. Dejamos atrás la luminosa ciudad, sobrevolamos la autopista y empezamos a volar sobre los campos del norte de Long Island, donde abundaban huertos, bodegas y tenderetes de productos frescos. Le conté a Arti, lo que había dicho la Empusa: lo del campamento en llamas y mis amigos apresados. Y también por qué había estallado Kelli.


—Recuerda el nombre de la Empusa —gruñeron unas celosas Artemisa, Clarisse, Zoë, Thalía, Hylla y Reyna, haciendo que Penny tragara pesado.


Entonces, luego de un largo viaje, aterrizamos en un bosque y para mi sorpresa, vi aparecer a Quirón. Yo suponía, que estábamos en un bosque de cacería, pues las Cazadoras aparecieron en ese momento. Pero Quirón estaba allí.


— ¿Las Cazadoras y Quirón, en un mismo lugar? —preguntó Apolo patidifuso, preguntándose si se habían saltado alguna línea o quizás, una página entera.


—Me alegra mucho, ver que te encuentres bien, Penny —y con esas palabras, Quirón se internó en el bosque. Las ninfas se asomaron desde los árboles para mirarnos pasar. Entre la maleza se agitaron sombras enormes: los monstruos que se conservaban allí para poner a prueba a los campistas. Creía conocer muy bien aquel bosque porque en los dos últimos veranos había jugado allí a capturar la bandera, pero Quirón me llevó por un camino que no reconocí, recorrió un túnel de viejos sauces y pasó junto a una cascada hasta llegar a un gran claro alfombrado con flores silvestres.


Las hijas de Deméter, la diosa y su hija favorita: Perséfone, sonreían ante la descripción.


Había un montón de sátiros sentados en círculo sobre la hierba. Grover permanecía de pie, en el centro, frente a tres sátiros orondos y viejísimos que se habían aposentado en unos tronos confeccionados con rosales recortados. Nunca había visto a aquellos tres sátiros ancianos, pero supuse que serían el Consejo de Sabios Ungulados.

Grover parecía contarles una historia. Se retorcía el borde de la camiseta y desplazaba nerviosamente su peso de una pezuña a otra. No había cambiado mucho desde el invierno anterior, quizá porque los sátiros envejecen sólo la mitad de rápido que los humanos. Se le había reavivado el acné y los cuernos le habían crecido un poco, de manera que asomaban entre su pelo rizado. Advertí con sorpresa que me había vuelto más alta que él.

Leyendo: La Última Hija del Mar (Fem-Percy Jackson x Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora