Capítulo 14: De Cebra, hasta las Vegas.

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Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.


Hera aplaudió dos veces. —Todo el mundo, a dormir. —Todos asintieron, y se fueron retirando.

—Cariño —dijo Poseidón a Penélope. — ¿Quieres venir a....? —se detuvo, al ver quién estaba detrás de su hija. Y Penélope decidió girarse, encontrándose con Artemisa, quien tenía una mirada, para nada santa, haciendo que la hija de Poseidón, tuviera problemas, para formular palabras, y empezara a mojarse.

—Lo lamento, tío —dijo Artemisa sonriente y sonrojada. —Quiero conocer a mi esposa, más... más a fondo. ¿los niños pueden quedarse contigo? Muchas gracias, te quiero —Y sin esperar respuesta, atrajo a la bella hija de Poseidón, de la mano. La llevó fuera del salón del trono, y descendieron por unas escaleras. —El Olimpo, no es solo el Salón del Trono. Sino que cada uno de nosotros, tiene un templo, sobre el cual gobierna. —Pasamos por algunos templos, hasta llegar a uno, que tenía por símbolo, una luna y un arco. —Y aquí, nos vamos a quedar nosotras dos. —llevó a la chica, hasta su habitación, besándola con desesperación, mientras temblaba, al sentir las manos de la chica, por su cuerpo, mientras iba perdiendo lentamente, su habitual atuendo de cazadora...


A la mañana siguiente, después del desayuno, Penélope tomó el libro. —El capítulo número 14 se llama: "De Cebra, hasta las Vegas"

—Si vamos a tomar el expreso del zoo. —prosiguió Grover —Debemos darnos prisa.

No me gustaba, pero no tenía otra opción. Además, ya había tenido suficiente Denver. Cruzamos la calle corriendo, subimos a la parte trasera del camión y cerramos las puertas.

Lo primero que me llamó la atención fue el olor. Parecía la caja de arena para gatos más grande del mundo.


Todos rieron, ante eso.

Artemisa hizo una mueca.


El interior del camión estaba oscuro, hasta que empuñé mi tridente, el cual arrojó una débil luz broncínea sobre una escena muy triste. En una fila de jaulas asquerosas había tres de los animales del zoo más patéticos que había visto jamás: una cebra, un león albino y una especie de antílope raro.


—Siempre podría ser un Bongo, o quizás fuera de un Órix —dijo Artemisa.


Algún idiota le había tirado al león un saco de nabos que claramente no quería comerse. La cebra y el antílope tenían una bandeja de polis pan de carne picada, a la cual le tenían un muy obvio asco. Las crines de la cebra tenían chicles pegados, como si alguien se hubiera dedicado a escupírselos. Por su parte, el antílope tenía atado a uno de los cuernos un estúpido globo de cumpleaños plateado que ponía: "¡Al otro lado de la colina!"


"Mortales idiotas" —susurraron todas las Cazadoras (y su jefa), con una precisión y desprecio unísono, tan bien dicho, que todos las escucharon.


Al parecer, nadie había querido acercarse lo suficiente al león, y el pobre felino se removía inquieto sobre unas mantas raídas y sucias, en un espacio demasiado pequeño, entre jadeos provocados por el calor que hacía en el camión. Tenía moscas zumbando alrededor de los ojos enrojecidos, y los huesos se le marcaban.

— ¿Esto es amabilidad? —Exclamó Grover. — ¿Transporte zoológico humano?

—Pues no le veo mucha cara, de zoológico humano, G-Man —dije yo, mientras agarraba mi tridente, y trinchaba los nabos, pasándoselos al antílope y a la cebra. Agarré el plato de carne, y se lo dejé al león.

Leyendo: La Última Hija del Mar (Fem-Percy Jackson x Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora