Capítulo 23: Tántalo.

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Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.


La Última Hija del Mar

Era el turno de Hefesto para leer. —23: "Tántalo" —Los campistas, o gimieron o gruñeron.

¿Alguna vez has llegado a casa y te has encontrado tu habitación hecha un lío? ¿Acaso algún alma caritativa (hola, mamá) ha intentado «limpiarla» y, de repente, ya no logras encontrar nada? E incluso si no falta nada, ¿no has tenido la inquietante sensación de que alguien había estado husmeando entre tus pertenencias y sacándole el polvo a todo con cera abrillantadora al limón?


— ¡Pues tienes un chiquero en tu habitación, jovencita! —regañaron Sally y Anfitrite, mirando a su hija con el ceño fruncido, refiriéndose a la habitación de la casa en Nueva York y su habitación en el Palacio Atlantiano, causando el sonrojo de la rubia. —Es un milagro que encuentres algo, y sueles colocarte las mismas tres o cuatro camisetas, todas dejadas allí sin más, en una silla.

—Al menos, encuentro las armas, las armaduras, los dólares, dracmas, ropa en general, y rápidamente puedo colocarme una camiseta —gruñó Penélope sonrojada, intentando defender lo indefendible, mientras que los Campistas Griegos, se reían de su líder. — ¡No es gracioso! —y con eso, provocó un terremoto.


Así es como comenzaba a sentirse lentamente el Campamento Mestizo, con el pasar de los días. A primera vista, las cosas no parecían tan diferentes. La Casa Grande seguía en su sitio, con su tejado azul a dos aguas y su galería cubierta alrededor; los campos de fresas seguían tostándose al sol. Los mismos edificios griegos con sus blancas columnas continuaban diseminados por el valle: el anfiteatro, el ruedo de arena y el pabellón del comedor, desde donde se dominaba el estuario de Long Island Sound. Y acurrucadas entre los bosques y el arroyo, las cabañas de siempre: un estrafalario conjunto de doce edificios, cada uno de los cuales representaba a un dios del Olimpo.


Los Campistas que habían vivido el cambio, sonreían tristemente, a como fue el Campamento en el pasado, y como pasó a ser después de la Guerra.

Los Romanos se sintieron extraños, pues su "Campamento", era más bien una ciudad, y no algo tan íntimo y amable.


Pero ahora el peligro estaba en el aire y podías percibir que algo iba mal; en vez de jugar al voleibol en la arena, los consejeros y los sátiros estaban almacenando armas en el cobertizo de las herramientas. En el lindero del bosque había ninfas armadas con arcos y flechas charlando inquietas, y el bosque mismo tenía un aspecto enfermizo, la hierba del prado se había vuelto de un pálido amarillo y las marcas de fuego en la ladera de la colina resaltaban como feas cicatrices.


Algunos dioses palidecieron, pues el hecho de que las Ninfas estuvieran armadas, significaba que las cosas estaban mal.


Más allá, me esperaba el pasto amarillo, enfermizo, producto del sufrimiento del Pino de Thalía, al cual me acerqué lentamente y con Tridente en mano. A saber, si ahora me salía desde las sombras del árbol un Sabueso del Infierno. Llegué a la base del árbol, encontrándome con una serie de espinas alargadas y violetas, mientras que un veneno amarillo resabiaba el árbol.


Thalía tuvo un escalofrío, al recordar ese dolor.


Leyendo: La Última Hija del Mar (Fem-Percy Jackson x Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora