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No es discutible

Nyx

-También podría decirte eso. -expreso al girarme y quedar a centímetros de sus labios.

Doy un paso hacia atrás, serena, y él se endereza, volviendo a ser ese hombre intimidante.
Me volteo, sonriendo con satisfacción y con pisadas firmes ingreso al restaurante, guiada por el recepcionista.

Al llegar el camarero me entrega el menú.
Me decido por una lasaña a la boloñesa, ensalada de espinacas y vino blanco.
Le entrego el menú al camarero y puedo jurar que antes de marcharse permanece inmóvil por unos segundos mirándome fijamente a los ojos.

Distingo a Venus a la izquierda, a tres mesas de mí. Sus manos entrelazadas sobre la mesa en espera de su platillo.
Lo estudio lentamente, antes no pude hacerlo. Viste una camisa roja vino, de botones y sus típicos pantalones de vestir negros.
Sonríe de lado, ligeramente, mirando a sus manos y frunzo el ceño. Ladea su cabeza hacia mi dirección, conservando su sonrisa y aparto la mirada con rapidez.

Minutos más tarde, regresa el camarero.
Es un chico tierno, aparentemente más joven que yo, posee el cabello rubio, perfectamente en orden y las mejillas ruborizadas.
Coloca el platillo en la mesa junto al vino y concentra toda su atención en mí.

-Con su permiso. -menciona y extiende su mano sugiriendo que le entregue la mía.

La coloco un poco desorientada y él la eleva a la altura de sus labios y besa mis nudillos.

-Su belleza me hipnotizó. -suelta.- Quisiera...

Sus palabras quedan suspendidas al llegar uno de sus compañeros, informándole que el hombre que se encuentra a tres mesas de aquí, lo necesita con urgencia.
El otro camarero echa un vistazo a nuestras manos, logrando que el chico rubio se sienta avergonzado y libere mi mano.
Se inclina un poco en aviso de retirarse y avanza hasta Venus.
Estrecho los ojos con desconfianza al observar mi jefe hablar con el camarero.

Al terminar mi platillo, el joven de cabello rubio se acerca con un tiramisú.

-Cortesía del caballero. -manifesta mirando al bombón, esta vez manteniéndose al margen.

Venus asiente y seguido, lleva la copa a sus labios.
Bufo pero, la escena me hace soltar una risita.

Termino de comer el postre y espero que mi jefe se marche. Al instante, pago mi cuenta y camino hacia la salida.
Al cruzar el umbral, doy unos pasos más y me dispongo a buscar un taxi.
Giro mi rostro a la derecha y luego, hacia la izquierda, hallando a Venus reclinado en una columna.

-Te dejaré en tu casa.

-Puedo irme en taxi.

-No es discutible.

Lluvias de Octubre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora