Capítulo 18 - Parte 1/2

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La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz. - Proverbio escocés.

***

Melanie reía mientras correteaba con las llaves del Jaguar en la mano. Después de la exquisita cena había seducido al abogado. Lo había engatusado hasta tal punto que se había dado el gusto de introducir su menuda mano en el bolsillo interior de la chaqueta y sustraer el llavero. Cuando consiguió cierta distancia, abrió el maletero y cogió una pequeña manta que había guardado ahí minutos antes de ir a cenar.

Dorian avanzaba con lentitud mientras que la observaba fascinado. Él no corrió pues sabía que la castaña no podía irse lejos. La vio cerrar el maletero y regresar dando diminutos pasos rápidos que le hicieron reír. ¿Cómo podía una persona propinarle tanta felicidad? Cuando la tuvo de nuevo junto a él, la estrechó entre sus brazos, o al menos lo intento, ya que la manta que estaba completamente enrollada se interpuso entre ellos.

—¿Y eso? ¿Tienes frío?

—No. Ven, quiero enseñarte algo.

Entrelazaron los dedos entre si y ella, como cual niña tiró de él con fuerza para hacerlo avanzar a trompicones. Dorian la siguió expectante, llevaba toda la cena muy misteriosa, evitando responder cualquier pregunta sobre el verdadero motivo de aquella cita. Según afirmaba, no necesitaban salir para celebrar nada en concreto, simplemente era una oportunidad para pasar tiempo juntos, en lo cual él estaba conforme, pero la realidad era que su risa y su rostro la había delatado en más de una ocasión. Se sorprendió cuando al llegar a una zona ajardinada, la bailarina se deshizo de sus zapatos con facilidad y con ellos en mano atravesó gran parte del césped.

Melanie suspiró con nostalgia al notar como la hierba no solo mojaba sus pies, sino que además también la producía un cosquilleo que hacía mucho tiempo no se permitía disfrutar. Contempló vacilona como el abogado avanzaba con más tiento y cuidado e inevitablemente rompió a reír. Buscó un árbol en concreto, un viejo olmo con tronco ancho y trenzado que llevaba años en pie. Se aproximó compungida y estiró la manta en el césped, bajo la copa. Finalmente se sentó, dejando los talones fuera del refugio y palmeó el hueco de al lado, invitándolo así a acompañarla.

—¿Aceptas el reto o es demasiado para ti?

Dorian rio ante su clara provocación y a continuación, se quitó los zapatos, quedándose únicamente con los calcetines y se sentó, pero no donde ella le había indicado, sino que lo hizo tras ella. La colocó con astucia entre sus piernas e instantes antes de abrazarla y abrigarla con el calor que manaba su cuerpo, se quitó la chaqueta para extenderla por las piernas femeninas, cubriendo así las extremidades que quedaban al descubierto. Ella agradeció el gesto con una enorme sonrisa y se dejó envolver con sus fuertes y enormes brazos. Ante ellos tenían el East River, el estrecho de agua del océano Atlántico que conectaba el puerto de Nueva York con el extremo sur y norte de Long Island desde donde se visualizaba también la Estatua de la Libertad. La noche era abierta y sobre el reflejo del agua caía el brillo de la luna. Dorian embelesado por ella y por aquel lugar, besó el cuello de la fémina, robándola una sonrisa.

Ambos aguardaron unos instantes en silencio y se dejaron llevar por la calma que les rodeaba en aquel momento que sin duda, tornaba a mágico. Era tarde, no obstante se podían ver a algunas parejas, personas que practicaban deporte e incluso turistas cerca de la zona. Sin embargo, para ellos no existía nadie más.

—¿Sabes? Solía venir aquí a menudo con mi nonna... —susurró recostando la cabeza en el cuerpo que la protegía. Él rápidamente la abrazó con más intensidad —. Nos sentábamos aquí, bajo este mismo árbol y nos pasábamos las horas mirando a la luna. Ella decía que guardaba un gran poder, que la luna tenía tal magnetismo que nos purificaba el alma. Cuando enfermó me pedía venir aquí a diario. No importaba lo tarde que saliese de la academia, ella me esperaba impaciente en su silla de ruedas — Dorian cerró sus manos sobre las de ella, compungido por el relato —. Una vez aquí, esperábamos a que apareciese el reflejo en el agua... A veces nos quedábamos unos minutos, aguardando en silencio a la espera de un milagro, pero en muchas ocasiones, su cansancio era tal que tenía que conformarse con lanzarle una sonrisa al satélite y esperar a que llegara un nuevo día para volverse a encontrar.

Bailando con el perdón | Erótica + 18 | Parte 2/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora