Capítulo 4 - Parte 1/2

724 49 23
                                    

Si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir. - Johann Kaspar Lavater.

***

Enzo se despertó asustado, con la polla en alto y la preciosa pelirroja escudada entre las sábanas. ¡Qué diablos! Miró el reloj de la mesilla, eran las siete y media de la mañana de un sábado, era imposible que alguien llamase a la puerta. De hecho, debía haber sido un sueño, porque la mujer ni siquiera se había inmutado. Se dejó caer sobre el colchón cuando el timbre volvió a resonar con insistencia. Se incorporó violentamente. ¿Quién cojones molestaba a esas horas? Solamente podía tratarse de una broma de adolescentes y él no estaba para bromas, odiaba que le despertaran, sobre todo de esas formas. Se apeó de la cama, cogió el pantalón elástico y salió presuroso de la habitación mientras lograba ensartar cada pierna por el hueco correcto. Tropezó y a punto estuvo de caer cuando el timbre volvió a sonar una tercera vez, crispándole un poquito más. Se dirigió enfurecido a la puerta, dispuesto a partirle la cara al primer subnormal con el que se topase y darle una lección de educación. Abrió la puerta e instintivamente atrapó al individuo entre sus brazos, asiéndole de las solapas de la chaqueta y estampandolo contra el marco de la puerta.

Dorian alzó las cejas ante ese recibimiento y se vio obligado a hacer malabares para que los vasos de café que portaba en sus manos no se derramaran, echándolo a perder.

De pronto el gesto de Enzo cambio al ver al imbécil, porque no tenía otro nombre, que lo había despertado. Él sonrió y abrió las manos, soltando el impoluto traje de su amigo. ¿Qué hacía allí y vestido de esa guisa? Inmediatamente lo abrazó con efusividad, gesto que Dorian correspondió de igual manera. El moreno placó al rubio con un codazo en sus abdominales.

—Ya veo que te alegras de verme. ¿Me estabas esperando desnudo en la cama? —bromeó al percatarse de la erección que se marcaba a través del pantalón.

—No me jodas, Dorian. ¿Qué haces aquí? Son las siete y media de la mañana. ¿Has venido conduciendo toda la noche desde New York?

Dorian asintió mientras alzaba ambos cafés en la mano. Enzo negó asombrado. Debía haber un buen motivo para que su mejor amigo se hubiese hecho casi cuatrocientos kilómetros de distancia. Se hizo a un lado y esté paso con gesto cansado. Iba a encaminarse directamente al salón cuando la figura de una mujer, apenas vestida, lo sorprendió.

—¿Ocurre algo? —preguntó somnolienta.

—Será mejor que te vistas y te marches —anunció Enzo con voz serena.

La mujer torció el gesto al darse cuenta de que la estaba echando sin mayores dilaciones. No era que se esperase otra cosa, pues su encuentro había sido única y exclusivamente carnal, pero... ¡Joder! Ni siquiera eran las ocho de la mañana. Dorian observó como la pelirroja se adentraba de nuevo en la habitación y miró a su amigo...

—¿Interrumpo?

—No me hagas responderte —dijo golpeando la espalda del amigo —. Pasa.

El moreno se adentró en el salón y se acomodó en el sofá, cediendo a la comodidad que le ofrecía. Cerró los ojos, echó la cabeza hacía atrás y suspiró.

Enzo lo analizó. Su amigo iba de punta en blanco y no había ni rastro de la barba de Papa Noel a la que Kiara había hecho referencia en la llamada. De hecho, tenía mala cara, pero intuía que se debía al cansancio que arrastraba, ya que sus labios formaban una gran y estúpida sonrisa. Se sentó en el sofá contiguo, rescató uno de los cojines y lo colocó sobre su entrepierna para esconder aún la incomoda erección que lo acompañaba.

Bailando con el perdón | Erótica + 18 | Parte 2/4 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora