Kili y los pasteles

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Cerraste la puerta con fuerza y la bloqueaste desde dentro aun sabiendo que Kili te había visto entrar, y en efecto, a los pocos segundos alguien llamó a la puerta:

-Abreme...-Te llamó una voz realmente lastimera y algo aguda.

-No Kili, no pienso abrirte-

-Abreme...-Repitió con el mismo tono.

-No- Negaste con firmeza aunque si no dejaba de usar ese tono pronto decaerias, realmente sabia que hacer para darte pena.

-Por favor...Hace frio- De nuevo el tono lastimero.

-Sabes perfectamente porque no te dejo entrar- Le respondiste cruzandote de brazos mirando al suelo.

-No volveré a comerme tus pastelillos, lo prometo. Esque olian tan bien...- Te dijo él en tono infantil.

A cada segundo que pasaba te estabas arrepintiendo más, casi podías ver sus ojos de cachorro abandonado mirandote y su labio inferior ligeramente sobresalido, ¿¡como podía ser tan adorable?! Lo peor de todo es que Kili sabía que poninedote ojitos te derretias por él y no podías negarle nada, esa era su peor arma, podía manipularte, ¿pero como negarse a una cosa tan tierna? Daba mucha pena.

Habían pasado unos minutos silenciosos sin que ninguno de los dos digera nada, evidentemente Kili estaba esperando tu aprobación para poder entrar. Por un momento te planteaste dejarle fuera durmiendo en el pasillo por una noche, no le pasaría nada y aprendería la lección, no era la primera vez que te pasabas horas cocinando para todos y él te dejaba sin nada en pocos segundos, pero ¿ y se resfriaba? No, decididamente no, no podias dejar que durmiera en el pasillo porque acabaría cayendo enfermo.

Finalmente suspiraste, dejaste caer los brazos rendida y le abríste la puerta. Y ahí estaba él, vestido con sus túnica azul medianoche y unos panatalones negros comódos para dormir e iba descalzo, aún te miraba con aspecto lastimero. Apretaste la mandíbula para aparentar seriedad pero en el fondo tu cabeza estaba gritando tan agudo como un Nazgûl ante una imagen tan sumamente adorable.

-No quiero que te resfries. Entra- Le dijiste en tono neutro.

Rapidamente Kili se coló en la habitación y tu volviste a cerrar la puerta suspirando y maldiciondote por tu debilidad por ese enano tontorrón. Tenías los ojos cerrados cuando sentiste un ligero pinchazo agradable en la mejilla.

Al abrir los ojos Kili tenía su boba sonrisa de oreja a oreja. Se dirigió hacia la chimenea y se sentó en el suelo, después dió unos golpecitos a este a su lados. No pudieste evitar reír un poco y sonreír ante él, te sentaste a su lado. Él se tumbó, apoyó la cabeza sobre tu regazo y se durmió enseguida miestras le acariciabas el pelo. Sonreiste al verle dormir y reíste entre dientes, tal vez no volvería a hacerlo...
DIAS DESPUÉS...

-Abreme...No volveré a hacerlo, lo juro- Sonó una voz desde detrás de la puerta.

Pobre de ti.

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