Capítulo 23

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Damián

¿De que será la fiesta?— pregunto mi padre luego de verme vestido completamente de rosa.

—Según Dante es una fiesta temática de colores— no le di importancia— el me dio la ropa— me mire por el espejo del baño.

Realmente daba pena, lucia cansado y sin motivo alguno para querer seguir viviendo, el traje rosa me hacia ver como si fuera otra persona. Los días pasaron desde esa noche, para ser exactos una semana, mi cabeza contaba los días que faltaban para que se cumpliera un mes desde mi separación con Selina, era demasiado masoquista.

—¿Y le llevaras regalos? — pregunto mi padre mientras se recargaba en el marco de la puerta.

—No— odiaba sentirme de mal humor con mi padre, lastimosamente el estaba pagando esos días de dolor, pero, ¿que podía hacer? Últimamente todo me daba igual, si alguien me decía algo perdía mi paciencia y los evitaba con mala cara y palabras cortantes.

—No es su cumpleaños— se cruzó de brazos.

—No— cerré los ojos, sentí como algo subía dentro de mí, quería correr lejos de este lugar, de pronto el traje se me hacia más pequeño y el sudor comenzó a salir por mi espalda.— ¿porque no te vas? No estoy de humor para hablar— lo mire por el espejo, seguían tranquilo.

—No es buena idea que vayas a esa fiesta— suspiro

—No te importa— ataque, giré sobre mis talones— ya estoy muy grande para saber si voy a una estúpida fiesta o no, deja de meterte en mi vida— lo mire

—Damián— su voz salió en pausa y tan calmada, lo único que hacía era ponerme más molesto.

—No, ahorrate tus palabras de motivación y vibras positivas— toque mi cabeza, me estaba mareando— desearía que dejaras de molestar con tus cosas raras por un buen tiempo— pare en seco, trataba de evitar que esas palabras salieran de mi boca, pero me fue imposible.

Vi su rostro, como pasaba de ser tranquilo a ponerse rígido. Lo había herido, y no era su culpa, era mi culpa por no saber como manejar mis emociones

—Bien— salió del baño

—No papá, espera— sentí mi corazón latir a una velocidad muy rápida— ayudame— murmure más para mi mismo, no sabía porque sentía pena pedir ayuda— por favor.

Él me miró, no había pena, enfado, ni burla, su rostro seguía sin emoción. Bastó con caminar hacia donde estaba y rodearme en un fuerte abrazo.

Eso fue lo único que necesite para terminar por romperme ante una persona, llore en su hombro, deje de pensar en la pena de que alguien me viera en ese estado, hice a un lado el enfado qué tenía hacia Selina y le di permiso a sentir el dolor por haberla perdido.

—Estoy para ti siempre hijo— paso su mano por mi cabeza dándole pequeños masajes

—¿Qué fue lo que hice mal?— hable entre sollozos.

—Nada, no solo fuiste tu, no fue Selina, simplemente cuando la maldad reina en los corazones de las personas, odian ver un poco de felicidad a su alrededor, son como los villanos de cada cuento, pero en la vida real no tienen poderes ni hechizos solo utilizan el poder de la manipulación y de la violencia.

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