Capítulo 30

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Elina

Tal vez el amor no llega como si fuera una película romántica, llega con los momentos únicos y con la persona menos esperada.

O nunca llega el «felices para siempre» el final feliz en el cual crecimos deseando. para muchos es una realidad, yo descubrí el verdadero amor, pero fue lo bastante bueno en mi vida para poder tenerlo. Merecía lo que me pasaba, o tal vez no, no lo sabía.

En este punto de mí vida me encontraba perdida, había dos luces que me guiaban en un camino de oscuridad, mis hijos eran mi único motivo por el cual me ponía de pie cada día, no quería morir, no lo quería hacer.

Cáncer de pulmón— solté una risa seca y amarga— me lo diagnósticaron hace poco más de un año. La probabilidad de muerte me estaba respirando tan cerca que con cada segundo sentía la muerte a mi lado.

—¡Dejas de fumar de una puta vez!.

Esas eran las palabras de Rodrigo, sí, tan tierno como siempre, no se preocupaba realmente por nada de lo que me pasaba, hace tres meses me había dejado de pagar medicamentos y tratamientos que el médico me había dado.

Claro, sí era su esposa y la madre de su hija, tenía que poner primero mi salud para dar lo mejor de mí para mi familia. Pero resultaba que solo me miraba como una adquisición que había conseguido por una buena oferta.

Mi vida se basa el eso, mis padres hacían lo mismo, y ahora el lo hacía y de una forma más oscura. Me violaba cuando quería. Siempre decía que no había delito alguno porque era su esposa y según él yo también lo permitía y quería.

De esa forma tan asquerosa fue que llego a mi vida mi hija Roselle, ella era la mejor parte de la etapa tan tétrica que vivían. El solo hecho tener a una niña tan hermosa en mi vida hacia que todo lo que había vivido se hiciera menos pesado.

La niña más hermosa de mi vida había heredado mis ojos, el color de mi cabello, lo enfadosa y lo que había perdido, la felicidad en su sonrisa y mirada. Dos niños que me llenaban de vida y luz en mis días oscuros y depresivos.

Pero no podía lidiar solo con eso, a veces necesitaban mucho más que juegos, risas, lágrimas, una parte de mí se había apagado, y necesitaba revivirla con el humo de un cigarrillo, de alcohol, o de algo mucho más fuerte que me ayudara a pasar las horas.

Limpiar pisos, preparar comida, ordenar la ropa y bañar a mis hijos se hacia más ligero cuando estaba bajo sustancias fuertes, y todo se notaba más ligero. Hasta que llego el compañero más inesperado, el cáncer.

—¿Que estas haciendo mamá?— la suave voz de Roselle hizo que pegara un pequeño brinco. Se habla subido al auto.

—Comiendo un dulce— sonreí y trague el humo del cigarrillo, lo tire por la ventana del auto y prendí el motor del auto.

Desde que tengo cáncer por el alto consumo de nicotina, y por más sustancias era prohibido seguir consumiendolo, eso ayudaba a disminuir el hecho de que mi vida se iba acabando poco a poco. Y solo lo hacía cuando ya no podía más ya no fumaba diario.

Pero eso ayudaba a cerrar un poco la ansiedad que sentía con fuerza en ocasiones.

—¿Vamos a ir por Jacob?— su suave voz se volvió molesta mientras tiraba su mochila en el asiento trasero.

—Sí, tuve que dejarlo un rato con el señor Benjamin— la mire de reojo— ¿que te pasa?

—aveces odio las mentiras, dicen que los niños menores no nos damos cuenta de lo que pasa, pero creo que se equivocan cuando lo dicen— cruzó sus brazos y bajo la cabeza.— no me preguntes más mamá, solo quiero llegar a mi casa y con mi hermano.

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