Cuento para dormir

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"Hacía muchos muchos años, existían unas criaturas llamadas Golems." La voz le arrullo cálidamente. "Eran grandes seres mitológicos, muy fuertes y vivaces cuyo espíritu provenía de la misma naturaleza..."

El balanceo de las olas resonaban en el fondo, en conjunto con la vibrante presencia de la pequeña vela que alumbraba levemente la habitación.

En el fondo, en una gran silla, yacía Edward Newgate o mejor conocido como Barbablanca, pero para su familia todos lo llamaban "Pops" u "Oyaji" y a su lado, estaba Ace, revuelto entre sábanas y mantas recostado en su cama.

Normalmente era muy energético, pero justo en ese momento, la calma del barco y la noche le hicieron dormitar.

"Los Golems eran muy amables y luchaban por causas justas, sin embargo no eran muy fáciles de conseguir." Recitó el mayor. "Tenías que trabajar mucho para crear uno y aún así no se activarían fácilmente."

La voz de su padre era confortable y Ace sentía que podía cerrar los ojos y dejarse llevar por las maravillosas historias que su papá contará y así lo hizo.

La vibrante voz de su padre le transportó justo al lugar donde él quería y lentamente los sonidos se convirtieron sordos a su alrededor y en su mente pudo reflejar las extrañas criaturas que el emperador redactaba.

"Pero también eran valerosos y apreciaban la lealtad más que nada." Murmuro Barbablanca y Ace sintió como su consciencia empezaba a deslizarse y una calma se apoderaba de él.

La tensión de su cuerpo se liberó lentamente y el cansancio se fue apoderando de su cuerpo, sin embargo, el más alto siguió meciendolo con su voz y por un momento se sintió como si volviera a ser un niño otra vez, solo que esta vez con alguien que le cuidará y amará tal como un padre normal lo haría.

"Papá." Murmuró Ace suavemente.

"¿Sí, hijo?"

"¿Crees que se unirían a nosotros si siguieran existiendo?" Preguntó somnoliento y una calmada risa inundo la habitación.

"No lo dudo hijo. Aunque tal vez sería un poco difícil de convencer." Dijo el emperador, a lo que Ace tarareo cansando.

"Entonces también los podemos reclutar como conmigo." Esta vez la risa en respuesta sonó más alto.

"Solo si ellos quieren, mi niño."

Ace sonrió tímidamente ante las palabras de su padre, todavía le parecía sorprendente que tuviera un padre, nunca olvidaría la sensación de dulzura y alegría que le recorría en su pecho cada vez que el contrario le llamaba hijo.

"Buenas noche, papá."

"Buenas noches, Ace."

Y finalmente cerró sus ojos por completo.





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Me di cuenta que hace falta más momentos con nuestro emperador favorito. Sentí que faltaba un poco más de dulzura en la historia y dije ¿Por qué no?

Es un poco corto, pero con mucho cariño.

Stay GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora