Noche de paz.

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La noble vida de aquellos que viven y mueren se definen en sus consecuencias, no en sus acciones.

La noche estaba calmada, con el frio viento de invierno recorriendo las velas e impulsando al barco hacía adelante. Solo aquellos que estuvieran en guardia podrían presenciar la soledad con la que las estrellas brillaban.

Las festividades seguían en la memoria de cada uno de ellos; navidad había pasado y la nochebuena había empezado a envejecer. Sin embargo, dentro de su cabeza, Ace no pudo evitar recordar cada sentimiento a flor de piel.

Nunca entendió el tipo de celebración, pero se había sentido bien y feliz y eso era todo lo que le importaba. Los regalos, la carne, la música y el folklore que seguía a cada uno le resultaron fascinantes, los ritmos pesados del zapateo de los pies cuando bailaban algún villancico se había impregnado en su sangre y no había parado de moverse durante toda la noche.

La comida había resultado tan maravillosa como lo había pensado, con el delicioso y tierno pavo que habían cocinado, los dulces de cajeta y vainilla, las sopas embriagantes y el chocolate caliente en conjunto de unas deliciosas galletas de jengibre, todo había enamorado a su corazón en un instante.

A pesar de los días, su espíritu seguía tan fuerte como en ese momento y en su mente borracha no había podido evitar pensar: "Ah, que bonito es vivir". Fue un pensamiento que llego a su cerebro de un momento a otro y sin darse cuenta de su significado, hasta que horas después se despertó en su habitación recordando la inmensa felicidad que había sentido.

Pero a pesar de todo, con la luna menguante paseándose por el cielo, ahora su pecho se encontraba hundido ante el recordatorio de lo que se aproximaba.

En su calendario, el día número uno de Enero estaba marcado con una tacha roja, casi como si fuera un recordatorio para un evento especial. Para muchos lo serían, pero para Ace era todo lo contrario.

No quería pensar en el día que había provocado tantas tragedias, sintiendo como su garganta se contraía y su corazón dolía ante el recordatorio, con la misma postura con la que solía estar cuando volvía tener estas crisis de identidad. Sus rodillas estaban en su pecho y sus brazos las sostenían con tanta fuerza que se preguntó si dejaría alguna marca. No quería pensar en lo que dirían los demás si vieran manchas moradas y grisáceas en las bases de sus piernas, así que trató de relajar su agarré.

No se sentía de humor para lidiar con sus sentimientos y había tantas cosas que desempacar que tan solo quería meter su cabeza en el suelo y simular que todo era falso, aunque tal vez la frialdad de la madera le consolaba un poco.

Eran los pensamientos introspectivos los que más dolían; el si quiera pensar en las miles de posibilidades que su madre había tenido si no fuera por el, mezclado por el odio hacia su padre por haberlos dejado, le hacían tener espirales de auto desprecio y nauseas.

Era de alguna forma asqueroso, con todos esos sentimientos retenidos en la parte inferior de su estomago y revolcándose como si estuvieran apunto de estallar le hacían querer vomitar.

Conforme más pensaba, más se hundía y el sonido del reloj de su pared era lo único que se escuchaba de fondo en conjunto del sonido que provocaban sus lágrimas cayendo hacía el suelo. Estaba bien, esta vez se iba a dar la oportunidad de bajar su guardia por un momento y dejar el tiempo pasar.

Aunque el no parecía el único en haber pensado en eso y una sombra desde la oscuridad se aproximaba a él con sigilo. La soledad era un sentimiento no muy agradable pero que a veces solía experimentar mucho, por lo que a veces estaba acostumbrado a sentir que escucho o sintió algo pero realmente no lo había hecho.

Era un sentimiento complicado, mezclado con paranoia que normalmente descartaba pensando en que el aislamiento le estaba jodiendo la mente, sin embargo, la situación fue distinta esta vez.

En el fondo, un pequeño gruñido sonó desde la puerta y el sonido de unas patas le siguieron caminando hacía él. Ace levanto la vista con sorpresa al ver como un gran felino se abalanzaba hacía él con gran esmero.

"¡Kotatsu!" Exclamó, a lo que el jaguar simplemente soltó otro gruñido complacido de tener a su amo debajo de él. Ace sintió como el rostro de su gran gato gigante se restregaba contra él, haciendo que una gran bola de pelos se esparciera hacía su lado. "¡Espera, espera!"

Sin embargo, a pesar de que Kotatsu era un animal muy inteligente, también era tan obstinado como travieso y a veces le gustaba ignorar lo que Ace decía. Ya sabes, cosas como: "Por favor no te afiles los dientes con las espadas de Vista" o "No hagas trizas las almohadas de Thatch". Por lo que en ese momento el felino parecía dedicado a ahogar a Ace en un mar de mimos y pelaje.

Era consolante de cierta forma; sentir el peso del animal abrazándolo y absorbiendo sus lágrimas le hacía pensar que tal vez su querida mascota lo estaba tratando de animar, así que no pudo evitar reírse.

"Esta bien, esta bien." Dijo con más calma mientras acariciaba los mechones rubios y amarillos del animal. "Lo se, gracias." A lo que la criatura soltó un ronroneo y relajo su postura, quedando postrado en su regazo e impindiéndole moverse. Ace noto como el pelo de su mascota estaba mas frío de lo normal, así que dedujo que estuvo afuera paseándose de un lado a otro. Probablemente mañana amanecerá con varias quejas de sus hermanos acerca de como algo mordisqueo o destrozó algún objeto preciado de sus habitaciones.

"¿Tienes hambre?"

Kotatsu inmediatamente levanto su cabeza al pensamiento de comida y Ace resopló con diversión. "Todo el mundo dice que como demasiado, pero realmente tu eres la verdadera amenaza entre los dos." A lo que Kotatsu volvió apoyarse en su regazo al ver que no había comida.

Ace pudo escuchar como el viento retumbaba desde afuera, balanceando el barco de un lado a otro y haciendo que las pequeñas campanas del timón sonaran calladamente. Un aire de calidez rodeó su cuarto y se convirtió en conforte de acuerdo a que los minutos pasarán, sus lágrimas poco a poco se fueron secando dejando a la vista sus ojos hinchados y mejillas sonrojadas.

"Kotatsu." Llamó a su amigo, haciendo que esté soltara un ronroneo. "¿Estás feliz de qué este aquí?"

Puede que la pregunta ya se haya marcado en su cerebro como un tatuaje con la cantidad de veces que lo había pensado, pero a veces no podía evitar sentir esa pequeña presión en su pecho que le hacía dudar de su existencia. Se preguntaba que pensarían los demás de su origen, si lo mirarían de la misma forma si supieran quien era su padre biológico o cual fue el resultado de su nacimiento.

Ya había personas que lo consideraban problemático, pero al menos eran por sus propias acciones y decisiones y no por tener la sangre de alguien mas; aparte de ello, estaba mejorando, algunas habían empezado a hablar con él e incluso Haruta le regalo un termo lleno de dulces con un mensaje de "lo siento" al final del frasco. Un movimiento algo cobarde, pero después de todo un movimiento.

Las cosas estaban mejorando, pero al mismo tiempo su apego se estaba volviendo más fuerte y eso le asustaba.

Amar era fácil, pero el temor a ser abandonado le aterraba y más cuando ese sentimiento perseguía sus nervios hasta volverlo loco.

"A veces me preguntó si todo habrá válido la pena."

Las muertes, los ataques de los marines o el sacrificio de su madre. Tantas personas habían sido dañadas por su existencia que era inevitable no sentirse culpable.

Kotatsu se volvió hacía él y empezó a lamer su rostro, su grande lengua prácticamente cubrían toda su cara, pero el gesto noble del animal le hizo darse cuenta que había comenzado a lagrimear nuevamente.

Ace se rio agridulce. "¿Te podrías quedar conmigo esta noche?"

Solo necesitaba a alguien que no le hiciera preguntas y le diera apoyo. Tan solo alguien que no le hiciera sentirse débil por mostrar sus verdaderos sentimientos.

"Por favor." Murmuró enterrando su cabeza en el cuerpo del animal. "Solo por hoy."





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¡Feliz año nuevo a todos!

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