Sueños.

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TW: menciones de esclavitud y abuso infantil.

Marco a veces tenía pesadillas. El hierro hirviendo en su piel marcó el inicio y el fin de una era, pero llego a calar tanto hasta el punto de querer gritar.

No estaba decepcionado de sus acciones, hizo todo lo que pudo en su momento y nunca se arrepentiría de ello. Se aferró a una ancla pesada en medio de la nada, con el frío recorriendo su espalda y con el cuello magullado por la asfixia, tratando de sobrevivir y llegar a respirar sin la necesidad de ser azotado por otros.

No tenía conocimiento del mar, ni tampoco de la vida; vivió toda su vida como un animal enjaulado, con temor a salir de las barras más allá del muro que rodeaba Sabaody y que estaba por encima de la isla Gyojin.

En ese momento estaba desesperado y salto si saber que hacer; su cabeza había estado sangrando por el fuerte golpe que una de las escorias le había dado por gusto, pero el sonido de un tintineo en su cuello y unos clavos cayendo le hicieron correr y arrojarse hacía el vacío sin previo aviso.

Tal vez había estado loco, pero para él, era mejor morir que seguir en ese lugar.

A nadie le gusta ser el esclavo de nadie.

Recuerda muy bien esos años; cuando su fruta del diablo le rodeo como una manta azul y le protegió de todas las cicatrices y moretones de los que se había rodeado, aunque lastimosamente había algunas que fueron demasiado tarde para curar.

Era tan solo un niño, pero el odio y el dolor le atormentaban casi diario.

Recorrió las calles por un tiempo, vagando por los contenedores de basura y algún ser que le permitiera quedarse por la noche. La mayoría de las personas le miraron con lastima, pero se marchaban cuando veían el símbolo en su pecho.

Durante un día consiguió hospedaje con algunas personas de una iglesia, apenas subsistían con el poco dinero que ganaban de las misas, pero aún así le dieron hospedaje. Marco se sintió agradecido con ellos, hasta que en medio de la noche sintió una mano recorrer por su muslo.

Entró en pánico y sin más pensarlo salió corriendo del lugar.

Las noches eran frías y el viento soplaba fuertemente, sus huesos se entumieron al poco tiempo de estar afuera y se refugió en la entrada de un bar.

Recuerda el olor del alcohol desprender desde adentro e inundar su nariz y el escozor de su ropa pegada a la marca celestial que le habían dejado de regalo en la tierra sagrada.

Entonces un hombre rubio salió del bar, con una mirada decepcionada y la mandíbula tensa. Sus pasos eran fuertes y decididos, como si en todo momento estuviera listo para una batalla.

La madera por debajo de sus pies era vieja y chillaba cada vez que algo se movía por encima.

"¿Seguirás ahí?" Preguntó profundamente y el piso se estremeció. Marco lo observó fijamente, viendo como el mostacho se contraía por las palabras.

Su fruta le había protegido de muchas cosas, pero la desnutrición no había sido una de esas, así que tan solo alcanzó asentir con la cabeza.

"Esta apunto de comenzar a nevar, morirás si te quedas ahí."

Pero el silenció predominó. Marco temió lo peor, su cuerpo era débil y no podía moverse del todo y solía enojar a las personas cuando no respondía adecuadamente.

En cambio, el hombre suspiró y se dejo caer a su lado. "No es una buena noche para estar afuera de un bar."

Estuvo de acuerdo, nunca fue buen momento quedarse en la oscuridad por mucho tiempo.

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