Seguir

528 77 8
                                    

En la isla de Dawn no tenían muchos hábitos.

Cada clase social se dedicaba a lo suyo, con sus propias culturas que celebrar y sus propias tradiciones que inventar.

El reino de Goa se dedicaban a presumir sus riquezas, el espacio intermediario a estafar de quienes venían de la terminal, el pequeño pueblito a su lado tenían una vida noble y de campo y la terminal solo recolectaba la basura que sobraba del resto.

En general, no había algo que los uniera como lugar, todos eran pequeños países dentro de uno más grande. No era como Water 7 que se ayudaban en contra de las inundaciones, ni como Alabasta que tenían una cultura de compartir.

Para Ace, sus únicos hábitos de los que pudo aprender fueron de los bandidos, los ladrones y de los animales del monte Corvo. La supervivencia siempre fue lo mas esencial, quien era más fuerte, más rápido y más audaz para poder vivir.

Recuerda con cariño los días en el bosque cazando animales y recuerda con más cariño las caras de quienes robaba en el reino de Goa.

Solo hubo una persona que cambio su percepción en cuanto a sus actitudes, algo de lo que Ace en su corta vida nunca había pensado que estaba mal hasta que vio a otros hablar. Claro, los ricos tienen un lenguaje pretencioso y detallado, pero Ace lo tomo más como algo que ellos pretendían hacer para verse mejor ante los demás.

Tal vez si Makino nunca hubiera venido a visitar a Luffy, ahorita no sabría como expresar sus pensamientos (Aunque no es que lo sepa hacer al cien por ciento de todas formas).

Pero más allá de sus palabras o de sus expresiones, cosas tan simples como el agachar la cabeza cuando hiciste algo mal, inclinarte al presentarte o guardar silencio en momentos claves, eran cosas que todavía no comprendía del todo.

Aún así lo imito lo mejor que pudo. Así que mientras veía el cuerpo de su amigo vendado y postrado en la cama de la enfermería, con un rostro tan pálido como la muerte y un Izo ordenando las sabanas calmadamente, Ace se quedo callado y solo se dedicó a sentarse a su lado.

"El silencio a veces vale más que mil palabras." Le dijo una vez Makino después de que Ace hiciera llorar a una niña accidentalmente con su vocabulario.

La mente de su joven ser era ruidosa, hecha para reclamar y luchar por su vida, así la había creado desde muy pequeño, con las palabras de los demás hirviendo en su piel y el sonar de los rugidos de la selva en su memoria. Antes creía que necesitaba lucir grande y fuerte para serlo, hablar en alto para asustar a los demás y alejarlos.

Así un tigre se convertía en un gatito y un oso en un perro, pero Makino le enseño diferente.

Izo no lloraba a su lado, no temblaba, ni tampoco gritaba, pero parecía tan angustioso y peligroso como un animal salvaje. Tal vez fue en ese momento cuando finalmente comprendió las palabras de su amiga, porque no había nadie en el barco que dudaba del dolor del geisha.

Izo era elegante y astuto, tenía cosas en su mente que Ace nunca podría pensar y puede que tuviera algo de miedo de ellas, de ese enojo y dolor tan solitario y callado.

Así que solo se limitó a observar.

"¿Saben por qué lo hizo?" Preguntó Izo, a lo que Ace negó. "¿En serio?"

"Haruta lo esta investigando." Murmuró Ace. Izo respiró profundamente.

"Lo voy a matar." Declaró Izo con odio en su voz. "Lo convertiré en un rallador de quesos y lo ahogare en los mares."

Ace tragó con incomodidad y agacho la cabeza, sus manos temblaban y su respiración vaciló.  Fue difícil siquiera atreverse a entrar a la enfermería, ahora su corazón latía con angustia.

Stay GoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora