Leo manejaba a toda velocidad, sus escoltas hacía rato que habían quedado atrás.
_ ¡Estás loco! - lo reprendió Óscar su hombre de confianza.
_ si tú quieres morir yo no._ De qué sirve la vida. - se volvió hacia él.
_ ¡Si vas a manejar así, AL MENOS MIRA HACIA LA CARRETERA! - casi gritó.
_ ¿Con tan poco te asustas? - lo miró retándolo.
_ No voy a caer en tus juegos. - lo miró serio. _ ninguna mujer vale que pierdas tu vida por ella.
_ Créeme, ella lo vale, pero no de esta manera, no me la quitaría, pero si la daría por ella.
_ ¿Y porque no vas en su busca? ¿Qué te lo impide?, eres libre
_ Mi padre. Si me le acerco siquiera, prometió que le haría daño, también a su familia, y tú mejor que nadie sabe que lo hará si lo desobedezco.
_ Tienes razón. - miró como bajaba por fin la velocidad. Pero sus pensamientos ya estaban en otro lugar.
En el peor día de su vida, cuando Emiliano Elizalde le dio muerte a su familia, quemó su casa y destruyó sus bienes.
El día en el que su vida y la de Leo se cruzaron, aunque en ese momento no fue para bien, porque ambos habían pagado un precio muy alto, así que sabía perfectamente, a lo que Leo se refería cuando hablaba de su padre, el poderoso Emiliano Elizalde, el déspota, arrogante y perverso hombre que destruyó su vida.
Genaro, su padre, también se movía dentro del crimen organizado, había subido muy rápido dentro de la organización y pronto se sintió poderoso, tanto que se atrevió a enfrentar al principal líder criminal, creyendo que podría contra él, ¿el resultado?, toda su familia muerta, él se había escapado, porque no se encontraba presente cuando la gente de Emiliano Elizalde irrumpió en el rancho de su padre, quemando todo lo que podían y dando muerte a su familia, a todos, a su madre, a sus tres hermanos mayores a su hermanita de trece, a las esposas de sus hermanos, al bebé de uno de ellos y por último a su padre, a quien le reservo la vida solo hasta asegurarse de que viera morir al último de sus hijos.
Recordó como después de localizarlo y llevarlo ante su padre, en lugar de darle un tiro como a los demás, lo golpearon y lo torturaron frente a él, luego, cuando estaban a punto de darle muerte, llegó Leo , en esa época ambos eran muy jóvenes, recordó haber visto a Leo pálido, con cara de horror y por las palabras de su padre se dio cuenta de que lo habían obligado a estar ahí. Recordó que ese hombre puso un arma en las manos de su hijo y le ordenó dispararle. También recordó verlo levantarla y apuntar a su cabeza, fue lo último que vio, porque perdió la conciencia, después supo que lo habían dado por muerto en ese momento, antes de que Leo hubiese podido disparar, pero Leo aún no se había escapado, Emiliano después de darle muerte ahí mismo a su padre, se percató de que él, aún seguía con vida, pero ya su padre había muerto y esto lo enfureció y como siempre gritando y vociferando ordenó a Leo que le diera el tiro de gracia. Él ya había tenido suficiente y se marchó con la mayoría de sus hombres, dejando a unos cuantos para asegurarse de que su hijo cumpliera con sus ordenes.
Recordó a Leo dejando su arma a un lado suyo y ordenando a los hombres que quedaron que lo sacarán de ahí, algunos protestaron pero otros lo obedecieron sin vacilar, luego lo llevaron a un refugio improvisado, fue ahí donde paso varios días recuperándose bajo los cuidados de Leo y un pequeño grupo de hombres, hasta que alguien los delató y un grupo de matones al servicio de Emiliano dio con él.
Cuando fue llevado de vuelta ante Emiliano, él ya tenía ahí a su hijo con las manos atadas y suspendidas por encima de su cabeza, él apenas si lograba tocar el suelo con la punta de sus pies, no tenía que ser un genio para saber que sería castigado por su osadía.
_ ¡Todo lo que le suceda a él, va a ser por tu culpa! - le había gritado. - ese hombre sabía dónde dar para que doliera más, por supuesto su sufrimiento sería mayor al saber que su salvador padecería por haberlo ayudado, que si recibiera una bala que terminara con su vida al instante. Ese hombre era un demente que ni su propio hijo escapaba de su maldad.
Fue para él un suplicio tener que presenciar el castigo a ese joven que se había negado a darle muerte.
Por supuesto su padre no estuvo presente, pero antes de salir le había sentenciado.
_ Y no creas que esto se queda así. - le había dicho a Leo. _ en cuanto te recuperes de esta, te encargarás de él y te asegurarás de que esta vez mis órdenes sean cumplidas. - luego se había marchado.
Los siguientes días habían sido un suplicio, a esos hombres se les había pasado la mano, él se enteraba por lo que comentaban quienes lo cuidaban, al parecer Leo estaba grave en un hospital y en lugar de mejorar empeoraba cada día, al igual que él, sus heridas no sanaban y no recibía ningún tipo de atención, quizás morirían juntos, pero ese no era consuelo Leo no lo merecía, aunque él tampoco, él no tenía participación en los asuntos de su padre, aún no, aunque en unos años hubiese sido inevitable que se uniese a ellos, claro, si no hubieran muerto.
Recordó que no fueron días fueron semanas, en las que cuando por fin lo habían empezado a atender, le daban lo mínimo, no para que se recuperara, si no para que aguantara con vida para después darle muerte, Emiliano se había empeñado en que fuera su hijo quien lo hiciera. Y mientras él, no se recuperara, él seguiría viviendo.
Un mes y medio después, se presentó Leo junto con su padre, se sorprendió de ver su aspecto, parecía una aparición, aun se sostenía con muletas y varios hombres estaban a su alrededor, como esperando a una orden para sostenerlo, pero eso no sucedió.
_ ¡Quiero su vida! - lo había escuchado decir.
_ ¡De que te servirá! - había dicho molesto Emiliano. - ya no sobrevivirá por mucho tiempo y si lo hace quedará mal. ¿no lo ves como está?
_ Con más razón, déjalo en mis manos. - había insistido Leo. _ si muere de todas formas mantendré mi palabra, me olvidaré de lo que me hiciste, y si vive, lo mantendré conmigo, trabajará para mi, ¿qué mejor castigo quieres? Nunca volverá a ser libre.
_ De acuerdo. - había dicho ese hombre dándole un abrazo, espero que de verdad me perdones. Su voz se había quebrado. Pero de inmediato se había compuesto.
Desde ese momento su vida había cambiado para siempre. Leo se había encargado de que lo llevaran al mejor de los hospitales en la ciudad y que le dieran la mejor de las atenciones y no solo eso, había estado al pendiente todo el tiempo. Ya una vez recuperado, había quedado a su servicio, lo que agradecía, porque no tenía que obedecer las órdenes de nadie, más que las de él.
Ahora, mirando hacia atrás sabía que Leo era lo mejor que le había pasado, era imposible no reconocer que le debía la vida, en todos los sentidos, y que su vida era mucho mejor que si su familia hubiese sobrevivido, y aún, si de verdad hubiese sido el empleado de más baja categiria que Emiliano Elizalde quería que fuera para su hijo, y no los uniera la amistad de la que ahora gozaban uno y otro.
Por fin Leo se había calmado, ese era uno de esos días en los que le ganaba la desesperanza, en el que se resistía a los deseos de su padre, pero no podía revelarse, no, porque eso podría causarle daño a quien él no quería lastimar.
_ Si supiera que me seguiría. - habló Leo después de un largo silencio. _ la tomaría, y me iría tan lejos como pudiera, pero sé. - dijo con tristeza. _que jamás dejaría a sus padres y menos con la amenaza de mi padre sobre sus vidas, ambos sabemos que al no estar nosotros, se desquitaría con ellos, y aún si no estuvieran, lo haría con alguien allegado a ellos, el caso es, que alguien pagaría por nuestra felicidad, y ni ella ni yo seriamos capaces de construir nuestra felicidad, sobre la desgracia de otras personas.
Oscar solo lo miró, sabía que tenía razón, en esta ocasión ningún consejo valdría, porque en realidad no lo había.
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EL AMOR PROHIBIDO DE ESE HOMBRE QUE ME MIRA//No.1️⃣3️⃣Serie:HOMBRES DE LA SIERRA
RomanceÉl es un reconocido líder criminal, no por voluntad propia, nació y creció en ese ambiente, un mundo lleno de violencia y maldad, sin embargo, se resiste con todas sus fuerzas a seguir en ese camino, porque en realidad nunca fue su camino. Pero como...