CAPÍTULO 9 DÉJANOS EN PAZ

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_ ¡Que fue lo que le hiciste a mi hija! - estalló la mujer en cuanto lo tuvo enfrente.

_ ¡No sé de qué me hablas! - trató de tranquilizarla.

_ ¡Dijiste que no le harías daño! - contuvo su irá, no deseaba provocar su enojo, pero no podía quedarse quieta cuando su hija corría peligro.

_ ¡Si te calmas hablaremos! - la tomó del brazo para llevarla a otro lugar.

_ ¡No voy a ir a ningún lado contigo! - dijo asustada, soltándose de su agarre. _ ¡prometiste que la dejarías en paz! ¿qué más quieres? - lo miró con desesperación. _ ¡prometiste no acercarte a ella. Prometiste respetarla!

_ ¡Y lo estoy haciendo! - trató de nuevo guiarla hacia otro lugar.

Ella se apartó con brusquedad. Emiliano observó cómo sus hombres miraban con atención la escena, sabía que era la eterna pregunta que se hacían siempre. Conociendo su carácter explosivo y su poca tolerancia ¿porque tratándose de esa familia, siempre cedía? Nadie lo entendía, y creo que ni él tampoco.

_ ¡Si no quieres que pierda la paciencia contigo! - levantó la voz. _ te aconsejo que te calmes y me acompañes, no quiero hablar aquí. - no quería que su mujer se entrometiera en sus asuntos, y aunque le había dado dinero para que se fuera a gastarlo, no sabía si ya había salido, o se encontraba aún en la casa.

Ella comprendió que más le valía tranquilizarse y accedió. La verdad es que había sido una locura buscar a ese hombre, no sabía en que había estado pensando.

_ ¡Sube! - le había abierto la puerta de su camioneta. - ella dudo asustada. _ ¡por Dios sube! - casi gritó. _ ¡no tienes por qué temer, va mi chófer!

Hubiese querido gritarle que cuándo, el que estuviera su chófer presente lo había detenido en hacer lo que quería, pero se controló y obedeció. Cuando se pusieron en movimiento, se atrevió a mirarlo sin que él la viera, aún a su edad, seguía siendo atractivo, si tan solo no tuviera el alma negra, si tan solo las dejara en paz, sabía que había cumplido su promesa de alejarse de su hija, cuando menos lo había intentado, pero sabía que en cualquier momento podía darle un arranque de irá y olvidarse de todo, era por eso que siempre había cuidado de su hija, y había hecho todo lo posible porque estuviera alejado de ella, sin embargo, ahora Daniela se marchaba, y ella temía que estando fuera de su alcance, él aprovechara la situación y ella se volvería loca si le hacía daño. Era preferible tenerla junto a sí, aunque él estuviera cerca también, al menos podría defenderla, si se daba el caso, porque sabía que por muy lejos que su hija estuviera, él siempre daría con ella.

Por fin se detuvieron, la había llevado a una cabaña dentro del bosque.

El pánico se apoderó de ella.

_ Baja. - pidió. _ no te haré daño.

_ Ya no estamos en tu casa, podemos hablar aquí. Se aferró a la puerta. No quería entrar, por ningún motivo lo haría. Se volvió a reprender por haber actuado tan impulsivamente, al ir a buscarlo, cuando siempre le huía y lo peor, había permitido que la llevara a ese apartado lugar, en donde nadie le ayudaría si él se enojaba y la lastimaba, aunque en realidad, no había diferencia del lugar en donde estuvieran, ese hombre no respetaba nada, ni a nadie y por supuesto que de necesitar ayuda, nadie se atrevería a meterse con él y sus hombres.

_ ¿No entiendes que si quisiera lastimarte lo haría? - gritó exasperado. _ ¡deja de mirarme como un ogro, dije que no te haré daño!

Ella se estremeció ante sus gritos y se abrazó a sí misma, no podía ocultar su miedo, la valentía con la que lo había enfrentado al inicio había desaparecido, ahora era un terror descontrolado el que la invadía.

Él la miró y no pudo evitar extender su mano para tocar su rostro. Ella se quedó estática y esto lo enfureció.

_ ¡MALDICIÓN! - gritó retirando su mano. _ ¡HABLA DE UNA MALDITA VEZ! - cerró con brusquedad la puerta de su lado que ya tenía abierta.

_ ¡Por favor para esto! - suplicó.

_ ¿ESTO QUÉ? - exclamó mirándola exasperado.

_ Deja a los chicos en paz, deja a mi hija, no sé qué hiciste, pero está destrozada, en estos momentos está haciendo sus maletas porque se va de aquí, y ni siquiera sé a dónde, no me quiere decir nada. Sé que eres tú, solo tú puedes ser el responsable.

_ No dejaré que se marche. - dijo con decisión. _ jamás dejaré que se aleje de mí. No la quiero cerca de mi hijo, pero tampoco dejaré que se exponga ante cualquier idiota.

_ No es de tu propiedad. - lo enfrentó. _ no dejas que ellos sean felices, pero no puedes impedirle que busque su felicidad por otro lado.

_ ¡Si puedo!! - dijo con prepotencia. _ y yo decido sobre su vida, sobre la tuya y sobre tu marido, todos me pertenecen.

_ ¡Por favor! - suplicó. _ ¡ya basta! ¡Déjanos en paz, si quieres nos vamos de aquí, así te quitas de un problema, ¡Leo se resignará a perderla, y....!

_ ¡JAMÁS! - la interrumpió. _ ¡nunca dejaré que se marchen, y tú lo sabes, solo inténtalo y verás de lo que soy capaz!

Ella no pudo reprimir el llanto, no podía más, se sentía impotente ante la necedad de ese hombre. Todo lo que había hecho, el exponerse a él, el terror que sentía ante su presencia, el sentirse amenazada, indefensa, todo había sido en vano, nada lo haría cambiar de opinión.

Se sorprendió cuando sintió su mano limpiar sus lágrimas, pero no sé lo impidió.

_ Deja de llorar. - dijo con tono seco. _ veré qué puedo hacer por ella, lo que no te puedo prometer es dejarla en paz, y sabes que no lo haré, para ello tendrías que matarme y no te atreverías. - una sonrisa fugaz asomo a su adusto rostro. _ pero estaré pendiente de ustedes, dile al idiota de su padre que cuide de ella, o él será el primero en mi lista negra. No sabes cuántas ganas tengo de que cometa un error.

_ No lo hará. - lo miró sosteniendo su mirada con atrevimiento, aunque sus ojos aún estaban cristalizados. _ no te dará el gusto de asesinarlo.

_ No te confundas. - la miró serio. _ si aún está vivo es solo por ti y porque cuida lo que yo aprecio. - ella sabía que con ese último comentario se refería a Daniela.

_ No me importa lo que hagas con él. - dijo sabiendo que mientras ella mostrara su desprecio hacia su esposo, estaría a salvo, en cambio sí lo defendía podía provocar una tragedia, porque a Emiliano Elizalde nadie le decía que hacer y optaba por llevar la contraria de lo que se le imponía. _ lo único que te pido es que no le hagas más daño a mi hija y que no permitas que arruine su futuro solo por querer huir de ti y de tu hijo. Por favor solo déjala ser feliz, deja que ella decida con quién.

Él iba a decir que no, pero guardó silencio. La verdad es que ella merecía eso y más, pero le era tan difícil no mostrarse posesivo. Dio la orden de partir y la camioneta inicio su marcha seguida por tres más.

Ambos guardaron silencio, sumido cada uno en sus propios pensamientos.


NOTA:
Gracias a quienes ya están leyendo esta historia, aún antes de que esté terminada, yo no leo historias sin terminar, porque muchas veces me han dejado a medias o tardan tanto en actualizar que se me olvida lo que había leído jijiji, es por eso que les agradezco su confianza. Y para alegrarles un poquito el día, mañana subiré un maratón de tres capítulos. Espero que les guste y los disfruten. Nos vemos mañana. Saludos especiales y muchas bendiciones. ❤️❤️❤️

EL AMOR PROHIBIDO DE ESE HOMBRE QUE ME MIRA//No.1️⃣3️⃣Serie:HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora