CAPÍTULO 11 ¿QUIEN PODRÍA SUPERARLO?

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NOTA:
Maratón: capítulo 2 de 3
Espero sea de su agrado.

*****
Antes de la confesión de Leo, su vida había transcurrido relativamente normal, salvo su presencia constante, era sabido que, donde ella estaba estaría él, aunque no siempre fuera tan evidente, incluso cuando había intentado relacionarse con algún chico. Habían sido dos y con ninguno había podido llegar a nada, quizás porque ellos buscaban lo que ella no estaba dispuesta a darles, no sin amor y sin haber llegado al matrimonio. Ahora agradecía no haber llegado más lejos y terminar con ellos, porque se daba cuenta, de que ninguno de los dos llenaba sus espectativas y es que, éstas estaban colocadas muy en alto, ¿quién podría superar a Leo Elizalde, su eterno amor platónico? Porque en eso se había convertido su adorable acosador de mirada misteriosa. ¿Quién podía cuidar de ella, cuando en las frías noches tenía que caminar por las oscuras calles de la ciudad, cuando por alguna razón se le hacía tarde y perdía el autobús a su casa?, Leo lo había hecho en incontables ocaciones, siempre discreto, siempre a la distancia, a pesar de que tenía un auto del año, que él solía conducir.

_ ¿Te llevo a tu casa? - había interrogado en una única ocación, cuando se le emparejó en la estación del autobús y amenazaba una tormenta.

_ No gracias. - había contestado aunque se moría de ganas de subir y estar a su lado. _ no subo con extraños.

_ No somos extraños. - había replicado. Te conozco y me conoces.

_ Jamás hemos cruzado palabra ¿cómo podría conocerte?

_ No lo necesitamos para saber de nosotros. - la había mirado con esa expresión enigmática que la dejaba sin haliento. _ tu nombre es Daniela, vives con tus padres, estudias medicina, sueñas con ser doctora de pueblo, no aspiras a un gran puesto, si no a salvar vidas...

No había podido continuar, porque el autobús había llegado y sonaba el claxon con insistencia ya que él ocupaba su lugar.

_ ...Se que tú también me conoces. - había dicho antes verse obligado a retirarse y de que ella le hiciera ver qué su autobús había llegado y que no tenía intenciones de subir a su auto, a pesar de sus intentos y de sorprenderla con lo mucho que de verdad sabía de ella. Después de ese intento no volvió a ofrecerse para llevarla.

Y ¿quién podía dar la cara y enfrentar a sus agresores cuando se hallaba en dificultades? como cuando en plena universidad un trio de ladrones intentaron asaltarla cuando caminaba junto a una de sus compañeras de clase. En esa ocasión estaba tan asustada que no supo de dónde apareció, porque cuando se vio en peligro lo buscó con la mirada, sabía que estaría en algún lugar, como lo estaba siempre, pero justo ahora no se veía por ningún lado, y no se veía, porque ella lo buscó a la distancia y él ya estaba encima de sus atacantes. En esa ocasión resultó herido en un costado por arma blanca, ni ella ni su compañera lograron darle las gracias, o auxiliarlo, porque de inmediato varios hombres lo habían sacado del lugar, ahora sabía que habían sido sus escoltas. Hombres que siempre estaban a su alrededor y que hacían una vida paralela a la de él, por lo que nadie se imaginaba siquiera la función que cumplían, para quienes los vieran, eran jóvenes universitarios, estudiando una carrera, como él, aunque no todos estuvieran en su grado, esos eran solo los que ella había identificado, estaba segura de que había más no solo ahí, si no dispersos en toda la universidad, en otras carreras y en otras áreas.

Y ¿quién podría superar a Leo Elizalde en sus modales atentos, en su carácter servicial, en su caballerosidad? Jamás nadie se imaginaria que su padre era un jefe criminal, ni que su cabeza tenía precio por los enemigos de su padre, ni que el fuera el heredero de una plaza del crimen organizado. Ella lo sabía y por eso era su gran admiración por él, porque a pesar de su padre, a pesar de la gente perversa que lo rodeaba, a pesar de lo que tenía que vivir y hacer a las órdenes de ese líder frío y sin sentimientos, su corazón luchaba por mantenerse puro y libre de toda esa podredumbre que lo rodeaba. Leo era diferente y lo demostraba día a día, y por último, ¿quién podía superar su carisma, su galanura?, porque a pesar de que la mayoría del tiempo lo veía solo y taciturno, cuando estaba acompañado, demostraba su liderazgo, su carácter alegre, fuerte, su buen sentido del humor, y sobre todo, que nadie era tan apuesto como él, por mucho sobresalía a cualquier chico de la universidad, quizás tuviera que ver un poco, que era mayor que la mayoría, porque había entrado unos años más tarde de lo que le correspondía, ella solía hacerse ilusiones de que lo había hecho por ella, aunque la verdad, solo él la sabía. La realidad era que las chicas lo buscaban como las abejas al panal y ella se moría de celos, aunque, si era sincera, él no tenía ojos para nadie, salvo para vigilarla a ella, ¿la causa? No la sabía, al menos eso creía. Hasta aquel día en el que sin remedio sus vidas se cruzaron, fue en su internado, cuando una tormenta la atrapó en plena calle, hacia días que Leo no se veía por los alrededores, supuso que era una de sus visitas a su padre, empezaba a oscurecer y la tormenta había arreciado, cuando subió al autobús, sintió el cambio de temperatura, era verano y el aire acondicionado estaba encendido. El trayecto se había alargado por el tráfico lento y las calles inundadas, cuando llegó a su casa ya oscurecido y a pesar de quitarse la ropa mojada y darse un baño rápido, su cuerpo ya no respondió bien.

Durante la noche sentía que se congelaba y luego que ardía de calor, supo que tenía fiebre, pero no podía hacer nada, esperaría al amanecer para acudir al médico. Al menos, esas eran sus intenciones, sin embargo, no supo de sí, hasta el siguiente día en la tarde, cuando sintió una mano acariciando su rostro y poniendo trapos húmedos en su frente, y aunque no fue capaz de abrir sus ojos y menos levantar su cabeza, supo que no era su madre, mucho menos su padre. Era él, lo reconocería a la distancia, y su aroma, jamás lo confundiría con alguien más. Lo siguiente que recordaba eran pequeños episodios, con él hablándole y animándola, intentando hacer que comiera algo, colocando trapos empapados en agua en su frente, y vagamente recordaba haber sentido como la cargaba hasta la ducha y entraba bajo el chorro de agua con ella en brazos, por supuesto no estaba segura de ello, bien podía tratarse de una alucinación, además implicaba el que, él la hubiese tenido que cambiar de ropa forzosamente y eso la aterraba y la avergonzaba enormemente. Él era tan solicitado por las chicas, las más hermosas se le ofrecían sin recato, ¿Qué pensaría de ella tan común y corriente? Difícilmente podría verlo a los ojos si resultaba que eso fuera verdad, pero ¿cómo lo sabría si ella no se lo preguntaba? Y no lo había hecho, nunca se había atrevido, prefería pensar que solo había sido producto de su imaginación.

EL AMOR PROHIBIDO DE ESE HOMBRE QUE ME MIRA//No.1️⃣3️⃣Serie:HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora