CAPITULO 55 REMOLINOS

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Oscar miró a su amigo. Lo más terrible de todo era perder a un ser querido, él lo sabía, había perdido a toda su familia de una vez, ahora el hombre que les había arrebatado la vida, estaba ahí deshecho y derrumbado por perder a su hijo, era simple castigo divino, lo que no le agradaba era ver a su amigo en las mismas circunstancias, solo esperaba que no quisiera tomar venganza, él nunca había sido del tipo violento, pero las circunstancias cambian a la gente. En él, las cosas habían sido al revés, el camino que llevaba era el mismo que su padre y sus hermanos, pero su muerte y el encontrarse con Leo, le cambió la vida. Siempre le agradecería la nueva oportunidad que le dio, el convertirlo en su mano derecha, en su amigo, el defenderlo vez tras vez de su padre, el dar la cara por él, cuando hombres envidiosos se atrevieron a atacarlo, el creer en él, cuando esos mismos hombres intentaban tenderle una trampa. Leo era más que su jefe o que su amigo, era su hermano y quería que él lo viera de la misma forma, sobre todo, ahora que acababa de perder a Jorge. No le dijo nada, solo colocó su mano sobre su hombro y él entendió, que perdía a un hermano, pero le quedaba otro, y por supuesto no era lo mismo, pero no estaba solo, y nunca lo estaría.

*****
Emiliano le dio el último adiós a su hijo, se arrepentía de tantas cosas que había hecho mal con él y lo peor, que estaba muerto por su culpa, por pelear una batalla que no era suya y que no le correspondía y todo por su necedad, por una mujer que jamás fue suya y que jamás lo sería, porque nunca lo amó, una mujer por la que estaba perdido y por la que daría su vida, sin embargo no le había dado la suya, si no la de su hijo y eso dolía, dolía demasiado, pero si había un culpable ese era él, él, que había orillado a todos a actuar de la manera en la que lo hicieron, unos atacando y los otros defendiéndose. En otro tiempo eso no lo hubiera detenido para cobrar venganza y el asesino de su hijo estaría muerto, pero ahora no podía. No era el tiempo, ni el momento.

*****
CUATRO MESES DESPUÉS:
Leo miraba a la distancia. El sonido del agua corriendo lo relajaba y lo hacía olvidar su ajetreada vida.

Los cambios en el rancho habían empezado y los problemas con ellos. Un mundo de obligaciones se le habían venido encima, como avalanchas, un sin fin de asuntos que resolver, muchas decisiones que tomar y enemigos que empezaban a surgir por todas partes.

_ Relájate. - sintió las manos suaves de su esposa masajear su espalda. Ambos permanecían sentados en el césped cerca de la orilla del acantilado en su lugar favorito.
_ los problemas no se van a ir porque pienses en ellos.

_ Tienes razón. - se volvió hacia ella tomándola en sus brazos. _ me encantaría tanto arrojarme al río y dejar que la corriente me llevara hasta donde quisiera y alejarme de todo esto de una vez y para siempre.

_ No es la solución. - lo miró preocupada.

_ No cometeré una tontería. - sonrió tocando con dulzura su nariz. _ solo que quisiera un respiro.

_ Lo sé. - dijo tomando entre sus manos su rostro. Todo esto es abrumador, la desaparición de tu padre, las responsabilidades de sus negocios, el que esa gente te esté buscando a ti ahora en lugar de a él. ¿aún no tienes idea de su paradero?

_ Por desgracia no, solo sé que está bien, pero no sé más. No dejó ninguna pista.

_ Quisiera decir que es un cobarde, pero no lo haré por respeto a ti, porque es tu padre.

El rio, ya lo había dicho, quizás lo fuera o quizás no, la realidad era que se había marchado, y nadie sabía hacia dónde. Solo había dejado una nota diciendo que estaría bien y que no lo buscaran porque no regresaría. En su despacho había dejado firmados todos los papeles necesarios para que Leo se convirtiera en su sucesor y no solo en administrador de todos sus bienes, si no en su dueño. Le estaba entregando todo y le estaba dando su consentimiento para hacer y deshacer a su antojo, le daba la libertad que siempre quiso, ahora él tenía el poder, pero también las obligaciones y no era que pudiera ir corriendo gente y deshaciendo tratos, tenía que ser inteligente y llevar las cosas con calma, Santiago se había convertido en su principal consejero al respecto, porque él ya había pasado por ese proceso. Ahora su principal preocupación era el sin fin de grupos que se empezaban a mover a su alrededor, al enterarse de que, ahora él era quien estaba a cargo y Santiago le había advertido que eso no era nada, ellos estaban nerviosos por los cambios, aún no sabían que Emiliano no volvería y cuando eso sucediera serían muchos los que se levantarían no para apoyarlo y ayudarlo a salir adelante, si no para desbancarlo y tomar ellos el control, incluso pelearían entre ellos mismos para ser ellos quienes luchar contra él.

Las cosas no se veían bien y no temía por él, sino por su gente, por su familia, que ahora era Daniela, su padre y su madre.

Ella les había contado a grandes rasgos lo sucedido entre ella y su padre y como habían sido las cosas en realidad, el porqué, su padre había estado tan renuente a confesar que Daniela era su hija.

_ El no quería que supieras que había forzado a una mujer a estar con él. - le había dicho. _ y menos que había sido cuando tú madre aún vivía. No soportaba pensar que lo ibas a odiar y a despreciar, por haber concebido a su supuesta hija cuando ella aún estaba con vida y a la mala. - Leo no había dicho nada, solo escuchaba consternado, por fin la verdad completa. _ él sabía, que también me odiarías a mi, por semejante traición hacia tu madre y al defenderme, tendría que revelar su otra falta, que la relación que había mantenido conmigo durante los meses siguientes a tu madre, había sido sin mi consentimiento y forzada. Tu padre sabía que tú no perdonaría esa bajeza.

_ Y tenía razón. - dijo consternado pasándose las manos por el rostro. Todo lo que escuchaba era inconcebible, una cosa peor que la otra.

_ Fue por eso que luchó tanto por que nada de esto saliera a la luz. Tu padre te ama tanto que, actúa irracionalmente cuando se trata de ti y aunque no lo parezca, y a pesar del daño que te causó con su paranoia, su vida siempre ha girado alrededor de ti y todo lo que ha hecho, ha sido por tí y para ti, para no perderte.

_ Sé. - dijo consternado. Que una disculpa no basta, y que nada de lo que yo pudiera hacer compensará lo que han vivido, aún así. Les pido disculpas en nombre de mi padre, de mi hermano y mías. - dijo con dolor y con sinceridad.

_ No fuiste tú Leo. - había dicho Lucía. _ todos fuimos títeres en sus manos, con la diferencia de que lo hacia por ti. Pero no eres culpable por las acciones de tu familia, y menos de las de él. Yo te conozco y se quién eres, por eso estoy feliz de que ames a mi hija y que busques su felicidad.

Cuando Leo se disculpó por el daño que su padre les había causado, prometió apoyarlos y defenderlos de él, tanto como fuera necesario, pero no lo fue, porque él desapareció poco tiempo después de que sepultara a su hijo.

Ahora no era la amenaza de su padre si no la de numerosos grupos criminales la que se cernía sobre ellos y para protegerlos habían acordado mantener su relación en secreto, hasta que todo pasara.

Ella no había protestado lo amaba y estaba feliz de saber que eran libres y que podían amarse, aun cuando fuera en secreto, como lo habían hecho sus padres por tantos años.

_ ¿Me acompañas? - la miró con complicidad.

Ella asintió. Ambos se pusieron de pie, él la sujeto con fuerza y se encaminaron hacia la orilla del pequeño acantilado. Caminaron con cuidado, hasta que el piso resbaladizo, ya no les permitió caminar por él, entonces cayeron sin remedio, hundiéndose en las traicioneras aguas del río.

Ambos habían contenido sus respiraciones, y se dejaron arrastrar por el incontrolable remolino que los jaló hacia las profundidades, cuando sintieron que la fuerza de su arrastre disminuía, empezaron a nadar para luego salir río abajo.

_ Gracias por no soltarme. - lo miró ella con ese brillo especial en sus ojos. Aferrándose a su cuello.

_ Jamás te soltaré. - acarició su rostro con ternura, jamás te dejare y nunca apartaré mi vista de ti, siempre seré ese hombre que te mira. - sonrió al hacer alusión a lo que ella siempre le decía. <<No quiero que dejes de ser ese hombre que me mira>>

Ambos se besaron, sellando ese amor que los unía, más allá de toda razón. Estaban juntos y lucharía juntos, a ninguno le asustaba lo que venía. Ella aprendería a apoyarlo y a seguirlo en esta nueva etapa de su vida, así como había aprendido a seguirlo en ese loco deseo de él, de lanzarse por ese peligroso acantilado, hacia los remolinos que, como podían acabar con su vida, lo podían lanzar fuera y ponerlo a salvo. Esperaba que así fuera en su vida real, que esa vorágine de acontecimientos y de situaciones fueran los remolinos, que lo impulsaran hacia afuera para salir de ellos, de una vez y para siempre.

Mañana no se pierdan el capítulo final y gracias por haber llegado hasta aquí, lo agradezco de corazón.

EL AMOR PROHIBIDO DE ESE HOMBRE QUE ME MIRA//No.1️⃣3️⃣Serie:HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora