CAPITULO 42 BATALLA

1.1K 232 33
                                    

Leo estaba exhausto, por un momento pensó que en verdad no lo lograrían.

A su mente vinieron todos aquellos que lo estaban ayudando y se dio ánimo, no podía defraudarlos, no podía dejarse vencer.

Estaba James, a quien había acudido pidiendo ayuda para localizar el lugar exacto en donde estaban su padre y su hermano, pero James había hecho más que eso, había puesto en alerta a sus amigos, el propio Santiago Morán había marcado su número poco después, poniéndose a sus órdenes, aunque estaba seguro de que para cuándo hizo esa llamada, ya tenía todo un plan de rescate sobre su mesa y quizás ya fueran en camino.

Durante todo el proceso James, Santiago y Roberth habían estado en comunicación con él, dando detalles de lo que cada uno estaba haciendo y de lo que estaba sucediendo.

_ Lorenzo y Miguel están en el lugar. - le había dicho Roberth, mientras él se dirigía a toda marcha hacia donde tenían a su padre y dónde era su cita con Federico Torres. _ tienen a la vista a tu hermano, no te preocupes, pase lo que pase, nadie le quitará la vida, no en esta ocasión, terminó y él lo entendió, todos sabían que si seguía por el mismo camino su vida no sería muy larga.

_ No tienen idea de cómo se los agradezco. - había dicho él, sin apartar la vista del camino y sin disminuir la velocidad.

_ también mi equipo está a punto de llegar. - dijo Santiago, sin embargo, los drones que enviamos ya nos tienen información. Están cerca de uno de los puentes, pretenden atarlos en el medio para que el tren haga su trabajo, así que te sugiero que retrases tu llegada para que no tengan el tiempo suficiente de hacerlo, es probable que entonces, los hagan caminar, para cuándo eso suceda, tú ya estarás preparado, no es lo mismo soltar unas cuantas ataduras de tus manos, que deshacer todas las necesarias para atarlos a las vías, no les daría tiempo.

Fue más tarde, cuando casi llegaba a su destino que le pidieron parar su marcha en cierta zona del camino, no le sorprendió ver a Santiago junto con otros hombres esperándolo. Fue él, quien colocó la navaja en lugar estratégico para que no importara de qué forma ataran sus manos, el pudiera maniobrar y usarla en su beneficio.

_ Todo está bajo control. - le había dicho. _ tu hermano está a salvo, no creas lo que ellos te digan. Lo único que tú tienes que hacer es luchar por tú vida y la de tu padre. Nosotros nos encargaremos de ellos.

Fue ahí donde supo que había francotiradores alrededor de ese grupo de hombres y que, ante cualquier eventualidad, serían abatidos antes de que les hicieran daño.

_Por desgracia son muchos para nosotros. - había dicho Santiago. No podemos arriesgarnos a desatar una balacera con ustedes en medio, porque serían los primeros sobre quienes ellos se irían, y yo no podría responder por sus vidas, es por eso que es necesario que ustedes desaparezcan primero. Sé que lo lograrán. Mis hombres estarán río abajo esperándolos, esa es la única salida por lo pronto, todo dependerá de ustedes dos.

_ Lo entiendo y gracias. - había dicho. Luego se habían despedido con un sincero abrazo.

Ahora luchaba por no sucumbir, su padre ya estaba desfallecido, en lugar de ayudar se había convertido en un peso muerto al cual tenía, que mantener a flote, lo que era casi imposible porque la corriente, y los remolinos lo jalaban sin remedio hacia las profundidades.

Cuando pensó que sería su última bocanada de aire antes de sumergirse para siempre, los vio, eran dos pequeños grupos de hombres uno en cada orilla. Cobró ánimo y se dispuso a cooperar con ellos.

*****
Federico Torres miró caer aquellos dos cuerpos arrojados al vacío por el tren, estaban juntos y seguían unidos al caer al agua. Observó cómo se perdían, entre aquella caudalosa corriente de aguas turbias. Por fin todos sus deseos respecto a Emiliano Elizalde se habían hecho realidad. Nunca más se doblegaría ante él, nunca más perdería una batalla, nunca más le temería, ahora no solo él estaba muerto, si no todos aquellos que podían estorbar, para él poder apoderarse de lo que había sido de ese hombre.

No tuvo tiempo de festejar, miró hacia donde la mayoría de sus hombres volteaban a ver. No lo podía creer, detrás de él, estaba de nuevo aquel legendario hombre, aquel a quien casi todos temían y quién no lo hacía, era porque no lo conocía.

_ Di a tu gente que no intente nada, o son hombres muertos. - advirtió Santiago.

El miró a su alrededor, y no pudo evitar soltar una carcajada, quizás fuera el hombre más temido de la sierra, pero en esos momentos eran unos cuantos hombres contra decenas de los suyos, hasta ridículo era que pretendiera atemorizarlos de esa manera.

_ ¿Vienes a jugar a las muñecas? - rio sarcástico.

_ Quizás tú quieras jugar. - dijo serio. _ yo no. Yo vine a pelear por mis amigos. Cuando nos vimos en aquella ocasión. - dijo refiriéndose a cuando se adentró a su territorio buscando a James y Olivia. _ te advertí que no te metieras con mi gente, en especial con Leo Elizalde.

_ ¿No crees que Leo Elizalde es lo suficientemente mayorcito para pelear sus propias batallas? - lo miró retador.

_ Tratándose de una alimaña traicionera como tú, se vale un poco de ayuda. - lo enfrentó.

_ Se dice mucho de ti. - lo miró despectivo. _ pero creo que es una simple leyenda, que tú mismo has venido inventando para cubrir tu cobardía y tú ineptitud. Solo un idiota pensaría que saldría bien librado al venir a meterse conmigo, a mi propio territorio, con unos cuantos hombres, a enfrentar ¿a cuántos? ¿quince?, ¿veinte?, ¿treinta?, ¿estás loco?

_ Quizás lo esté, pero te advierto que si tú, o tus hombres intentan algo, están muertos.

_ Eso quiero verlo. - dijo al mismo tiempo que daba la orden de ataque, no sin antes sacar su arma y disparar a quemarropa y a traición a Santiago.

Lo siguiente que vio fue todo de cabeza, sus hombres caían uno tras otro, solo aquellos que tenían sus manos en alto en señal de rendición eran los que quedaban en pie. Luego vio aparecer en su campo de visión a Santiago Morán, intacto observándolo y con su arma aún en la mano. ¿en qué momento la había sacado? Él se había adelantado, no había forma de que adivinara que le dispararía a traición, ¿o sí? Ahora comprendía el porqué de su fama, era verdadera y no un simple invento de la gente, no se trataba de una leyenda, era una realidad, que descubría demasiado tarde, porque sentía como la vida se le escapaba y no podía hacer nada por detenerla. Había perdido de la forma más tonta, porque él, le había dado la oportunidad, a él y a sus hombres, la prueba era que los que habían obedecido a la orden de ese hombre estaban vivos y los demás muertos, como lo estaría él, en unos momentos más. Sin poder hacer más, o pensar más, una pesada y densa oscuridad lo envolvió.

_ Lamento decirlo. - se acercó Bruno a Santiago. _ pero ese hombre no hubiera aprovechado una segunda oportunidad.

_ Lo sé. - dijo serio. Habían vencido, ninguno de sus hombres había salido herido, sin embargo, como sucedía siempre, no se sentía contento, ni en paz, jamás se alegraría por la muerte de un ser humano, aunque fuera causada por su propia maldad y por su necedad. Había sido su vida o la de él, y una vez más había escogido por la suya. Mucha gente lo necesitaba, sobre todo su linda esposa y sus hijos.

Tenía que estar de vuelta por ellos, y eso haría.

EL AMOR PROHIBIDO DE ESE HOMBRE QUE ME MIRA//No.1️⃣3️⃣Serie:HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora