CAPÍTULO 15 DESAPARECIDOS

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Fernando Álvarez no se sentía intimidado ante la presencia de Emiliano Elizalde, sin embargo, aparentó que lo estaba, como lo había hecho durante más de veinte años, todo fuera por su familia.

_ ¿Qué demonios es tan importante para que me despiertes a ésta hora? - había vociferado. _ ¡y luego tú! - gritó. ¿sabes que con gusto te metería una bala en la cabeza? Nada me daría más gusto que eso.

_ No se trata de mí. - respondió con calma. _ es Daniela.

Fernando miró como su rostro palidecía y toda su altivez se desvanecía.

A él se le retorcieron las entrañas de rabia, pero no podía hacer nada. La seguridad de sus dos mujeres era primero que nada.

_ Salió ayer en la tarde a una emergencia y es hora de que no regresa, ni podemos comunicarnos con ella.

_ ¿La dejaste ir sola? - estalló contra él, tomándolo con furia de la solapa de su chaqueta.

_ ¡Sabes que no lo haría! - se defendió. La acompañan una enfermera, un enfermero y el chófer de la ambulancia, y ninguno aparece.

Emiliano lo soltó con brusquedad y empezó a dar órdenes.

El solo miraba desde un lugar apartado, al fin y al cabo, eso era lo que quería, que él moviera a su gente y trajera con bien a su hija, no importaba que tuviera que rogarle o humillarse ante ese hombre al que odiaba con toda su alma, no importaba si tenía que soportar su furia o sus insultos, su hija lo valía.

*****
Era mediodía del día siguiente, las noticias no eran alentadoras, Daniel había desaparecido.

Emiliano había insistido en llevar a sus padres a su casa para esperar ahí su regreso

_ No veo la razón de traernos aquí. - había protestado Lucía. Si mi hija regresa quiero estar ahí para recibirla.

_ Si tú hija regresa. - dijo con prepotencia. _ será porque mis hombres la traigan de regreso y será aquí a dónde llegue.

Ella guardó silencio, sabía que no lo convencería de lo contrario. Miró a su esposo, permanecía apartado de ella, anhelaba tenerlo cerca y sentir sus brazos rodeándola, porque, aunque lejos, sabía que contaba con su apoyo. Lamentaba haberle gritado hacia unos momentos reclamándole que no había cuidado bien de su hija. Él no había dicho nada, solo se había alejado dejándola sola, sin embargo, desde donde se encontraba con la mirada le decía que estaba bien.

Fernando observaba la escena, Emiliano se movía de un lado para otro, su teléfono no dejaba de sonar, contestaba y gritaba dando órdenes. Su esposa sentada esperaba sin poder hacer más, y además de todo tenía que cargar con la culpa por haber tenido que gritarle y mostrarse furiosa con él, cuando tanto él como ella deseaban estar juntos y consolarse uno al otro, maldito fuera Emiliano Elizalde que los tenía en sus manos. Algún día lo pagaría. De eso estaba seguro.

Emiliano estaba furioso, nada de lo que hacía daba resultado, parecía que se los había tragado la tierra. Por supuesto la emergencia había sido una trampa, eso ya lo sabía, su gente lo había comprobado. Al lugar a dónde los habían llevado, no existía ningún accidente, mucho menos alguna persona herida, el dilema ahora era ¿quién la tenía? Cabían varias posibilidades, una era algo común entre los grupos criminales y era secuestrar a personal médico para que atendieran a algún herido al que no podían llevar a un lugar público por seguridad, aunque eso no le quitaba peligrosidad, porque dependiendo de la situación, los dejaban volver sin ningún problema, o les daban muerte para que no revelarán lo que habían visto, a quien habían visto o en donde había sido atendido, otra de las posibilidades era que por su propia voluntad hubiesen acudido a otra emergencia por los alrededores. Mucha gente aprovechaba su presencia porque eran lugares de poco acceso a la medicina y la gente les pedía ayuda, había quien se negaba, pero sabía que de ser el caso, ella no lo haría, aún que su equipo la dejara sola, y otra posibilidad no menos aterradora era que alguien los tuviera secuestrados, y ahí había otro montón de posibilidades, ¿a quién de ellos querían? ¿qué buscaban obtener?

Su preocupación aumentó. Ya tenía los informes de las personas desaparecidas y el secuestro no tenía sentido para ninguno de los desaparecidos, salvo por Daniela, y eso sólo si la relacionaban con él. Su padre solo era uno de los cientos de trabajadores que laboraban para él, su madre era una simple ama de casa que hacía labor social en su tiempo libre, pero si alguien se había enterado de su interés por ella, entonces estaban en verdaderos problemas, también cabía la posibilidad de que fuera por Leo, por su estupidez de acercarse más de la cuenta a ella y que fuera él, en quien estaban verdaderamente interesados, de cualquier forma estás dos últimas posibilidades le concernían a él y lo aterraba porque por primera vez se sentía impotente, por primera vez, dudaba que pasó dar, por primera vez se sentía ansioso por no tener el control y sobre todo tenía temor, temor por lo que le pudiera pasar a ella y sobre todo por lo que Leo fuera capaz de hacer si se enteraba. Por fortuna en estos momentos se hallaba fuera del país por causa de los negocios, eso le permitía actuar con más libertad, ahora solo tenía que solucionar esto con rapidez, antes de que su hijo estuviera de regreso o que se enterara. Por lo pronto ya todos sabían que nada de esto debería llegar a oídos de Leo. De ninguna manera quería que se viera involucrado, sobre todo si esto era obra de alguno de sus enemigos, no lo quería poner en peligro, por lo pronto se apoyaría en su hijo menor, Jorge, quien ya estaba en el lugar, tomando el control de la búsqueda. Sin duda estaba orgulloso de él, era tan parecido a él, en todos los sentidos. Sabía que su madre intentaba por todos los medios que lo reconociera como su heredero universal, pero eso no lo verían sus ojos, sin duda Jorge tenía su parte de herencia, pero su principal heredero era Leo y Jorge lo sabía, y estaba conforme con ello. Todo era tan contradictorio Jorge era como él, le gustaba el lujo y la buena vida, era un completo canalla, que no le importaba quien sufría o quién no, por supuesto le gustaba el dinero y la buena vida y en su mundo recibía mucho, pero a diferencia de otros, se conformaba con lo que tenía, lo único malo de él era su madre, que siempre intentaba meterle en la cabeza ideas en contra de Leo y de que debería pelear por lo que según ella, era suyo y por otra parte estaba Leo, luchando cada día por ser diferente a ellos, por librarse de lo que le había tocado vivir, huyendo constantemente de lo que él quería convertirlo, quería que fuera su sucesor, porque Leo era quien tenía los pies bien puestos sobre la tierra, sabía que Jorge disiparía gran parte de su fortuna en corto tiempo y su madre acabaría con lo que él dejara, pero Leo no, y lo paradójico entre los dos hermanos era, que quien lo tenía todo no quería nada ni le importaba si lo tenía o no, pero de tenerlo lo cuidaría, en cambio, quien tenía poco, lo poco o mucho que tuviera lo despilfarraría tan pronto como llegara a sus manos. Así que para él no había vuelta de hoja, Leo seguía siendo su preferido aunque aborreciera su estilo de vida, era como su madre y por eso le permitía un poco salirse con la suya, y porque tenía a Jorge que satisfacía sus deseos de tener a alguien que lo siguiera en lo que él hacía, que fuera como él, que no tuviera miedo de hacer lo que fuera con tal de tener el control, en otras palabras que fuera un cabrón, sin alma y sin corazón para los demás, pero que amara por sobre todas las cosas a su familia, como él lo hacía, y como Jorge también ya lo hacía.

EL AMOR PROHIBIDO DE ESE HOMBRE QUE ME MIRA//No.1️⃣3️⃣Serie:HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora