CAPÍTULO 18 SIN ÉL NADA FUNCIONA

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Leo miró consternado la escena, indudablemente en ese lugar había estado ella, cuando los hombres que envío le informaron que ella ya no se encontraba ahí y que lo único que había era cadáveres, quiso comprobarlo por sí mismo. En cuanto llegó sus hombres ya lo esperaban y lo llevaron hasta el lugar.

Sin duda ahí se había llevado una pelea y no se alegraba por lo sucedido, pero el hecho de que ella no se encontrara en el lugar, le daba una esperanza, cuando menos sabía que seguía con vida, ahora el dilema era ¿en dónde y con quién? Sabía que no había sido gente de su padre, porque ya lo sabría, solo quedaba la opción de que la misma gente que la tenía, la de Federico Torres, hubiera logrado sacarla de ahí y aún estuviera con ellos, o quién los atacó, hubiese logrado arrebatárselas, pero ¿quién y con qué fin? Seguramente otro de los enemigos de su padre, pero ¿cuál? Tenía tantos. No creía que su padre supiera ese dato, de hecho, dudaba que supiera todavía quien se la había llevado en primera instancia, pero gracias a los datos que constantemente le enviaba James y la información que sus hombres dispersos por varios territorios le daban, ahora sabía que había sido Federico Torres. ¿con que fin? Con el de destruir a su padre. Desde que tenía uso de razón los había visto enfrentarse, haciéndose daño uno al otro, sin importar quien pagara las consecuencias, seguro se había dado cuenta del interés de su padre por Daniela y a través de ella intentaba dañarlo. Un escalofrío recorrió su cuerpo, sin duda el principal dañado sería él, si algo le pasara, porque probablemente lo de su padre era un encaprichamiento como todos los que había tenido a lo largo de su vida, pero él la amaba, la amaba de verdad.

Con furia apretó en su mano aquella delicada pulsera que ella siempre llevaba en la muñeca de su mano, seguramente entre los jalones, se había roto y había quedado ahí, como mudo testigo de su paso por ese lugar.

Se la llevó a los labios.

_ Te encontraré. - prometió. _ y te traeré a salvo. Lo juro. - se volvió a sus hombres y empezó a dar órdenes.

*****
Emiliano Elizalde gritaba furioso, sus hombres, los que podían se alejaron de él y miraban a la distancia, mientras que los de más confianza, los de más alto rango permanecía de pie ante él, soportando su ataque de irá. Por un momento sacó su arma amenazándolos a todos, incluso hizo varios disparos cerca de ellos. Todos estaban asustados, sabían que era capaz de eliminarlos sin tentarse el corazón, pero ahora los necesitaba, porque a pesar de no obtener los resultados que quería, era lo único que tenía.

Emiliano los miró furioso, ahora se daba cuenta de que sin Leo nada funcionaba, siempre lo había subestimado porque no era un bravucón como su hermano Jorge, ni tenía el corazón negro como él, que era capaz de hacer cualquier cosa con tal de agradarlo, no se ensuciaba las manos haciendo el trabajo sucio a menos de que fuera obligado por él, mientras que Jorge se deleitaba en hacerlo, la única debilidad de Jorge eran, su madre, su padre, y su hermano, haría lo que fuera por Leo porque lo admiraba lo quería y lo que fuera por complacerlo a él, a su padre que vivía por Leo. Era por eso que Jorge luchaba por ponerse al nivel de su hermano, quería ser como él, pero a la vez, como su padre quería que fuera Leo, como él era.

A pesar de todo así los amaba, y a pesar de todo Leo con sus debilidades, seguiría siendo su preferido, que a veces se pusiera duro con él, sí, que en ocasiones tuviera que aplicar algún correctivo, sí, que a veces tuviera que obligarlo a hacer lo que no quería, sí, pero era parte de su aprendizaje, parte de su vida, de la vida que le había tocado vivir, tenía que prepararlo para cuando él no estuviera, porque toda la carga se vendría sobre él, y no dudaba de su capacidad de manejar todo lo que él manejaba, que de hecho ya Leo lo hacía, pero para lo que no estaba preparado y él quería que lo estuviera, era para hacer frente a sus enemigos, que los tenía por montones, ellos no tendrían piedad de su hijo y no estaba seguro de que, en su momento, él fuera capaz de defenderse, porque odiaba la violencia. Igual que su madre, quizás por eso le tenía paciencia y no explotaba contra él más seguido. Y no se arrepentía de lo que hacía para convertirlo en un hombre frío y duro. La única vez que se había arrepentido de verdad fue cuando lo dejo en manos de sus hombres para darle una lección por haberle mentido respecto a Óscar y dejarlo con vida. En esa ocasión casi le dieron muerte y él lo lamentó tanto que si volviera a suceder por supuesto que no lo haría de nuevo, era por eso, por su sentido de culpa que le había permitido quedarse con Óscar a su servicio, él sabía que había una relación más profunda que la de jefe a patrón, sin embargo lo dejaba porque era su manera de compensar el que casi pierde la vida a mano de sus hombres, cuando le concedió perdonarle la vida a Óscar, se prometió a si mismo que no se metería con él, pasara lo que pasara, ni hiciera Leo lo que hiciera con ese hombre, conociéndolo no entendía porque no le había dado ya la libertad, el juraría que en algún momento lo haría, pero no había sido así. Oscar seguía a su lado, bajo su mando, y el respetaba eso, como respetaría cualquier decisión que Leo tomara respecto a él.

Deseaba tanto que en estos momentos estuviera ahí con él, seguro ya supiera quién de sus enemigos tuviera a Daniela, donde la tenían y probablemente incluso ya la hubiesen rescatado, pero no estaba y ese montón de inútiles no sabían que hacer, y él no podía pedir a Leo que regresara, no cuando lo quería lejos de Daniela.

Necesitaba dar con ella, necesitaba rescatarla, no podía permitir que le hicieran daño, no se lo perdonaría jamás, su hijo no se lo perdonaría, Lucía tampoco se lo perdonaría. ¿pero cómo lograrlo?

Ahora se daba cabal cuenta de lo valioso que realmente era su hijo, porque él sin involucrarse demasiado era quien guiaba a su gente, la que estaba bajo su mando y la que estaba bajo el mando de Jorge y a la que estaba bajo su propio mando, nunca lo había visto tan claro como ahora, que era él, quien resolvía los problemas y los demás, solo obedecían, que era él, la mente maestra de toda su organización, claro sin meterse en los negocios sucios, porque los evitaba como la peste, pero no había problema que él no resolviera y hasta ahora veía que no era su gente, ni siquiera él mismo, si no Leo detrás de todos ellos.

Ahora, ni siquiera él podía pensar con claridad y darles una directriz, sus hombres, todos estaban parados sin saber que hacer o hacia dónde dirigirse. Lo que no sucedería si Leo estuviera ahí. Era como si lo estuviera viendo. Seguramente su segundo al mando le estuviera informando todos los avances y todo lo que se estaba haciendo y muchos datos más, que por supuesto, ahora sabía que no procedían de él o de su gente, si no del trabajo de investigación de su hijo. Tan ciego había sido.

Se volvió de nuevo hacia ellos furioso.

_ ¡MALDITA SEA! ¡QUIERO RESULTADOS! ¡AHORA! - gritó.

Ellos escucharon y asintieron empezando a moverse. Ninguno sabía qué hacer, no en esta ocasión, si Leo estuviera, ya hubiesen acudido en su ayuda.

_ Ya lo tengo. - hubiese dicho con su equipo de cómputo a la mano. Y ya les hubiera indicado hacia dónde dirigirse, y que precauciones tomar, incluso quienes la tenían, pero no estaba y se sentían perdidos.

EL AMOR PROHIBIDO DE ESE HOMBRE QUE ME MIRA//No.1️⃣3️⃣Serie:HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora