''La luz cerca de la ventana, la oscuridad dentro del cuarto y la esperanza tocando la puerta''
Como un cuchillo atravesando su espalda hasta llegar a su pecho, sintió aquellos profundos ojos cafés. Judith no pudo evitar voltearse, para encontrarse con la mirada del castaño. Con la mandíbula tiesa como una roca, apoyando los codos sobre la mesa e entrelazando sus dedos a la altura de su nariz y con una mirada que mataría sin piedad a cualquiera, estaba Max observando detalladamente cada movimiento y gesto de la joven.
Judith trago en seco.
Max, prácticamente parecía una bestia al asecho.
''Espera, ya te traigo tu bebida'' Volteo a mirar a Estefan. Volvieron a sonreír al unísono. Algo dentro de la joven, se alivió. Una pequeña esperanza se asomaba dentro de su herido corazón.
Con el orgullo y la dignidad por alto, levanto el mentón con superioridad. Movió su flequillo a un lado, de una forma muy lenta y sensual.
Si, esto era lo que quería la ojos jade. ¿Y la mejor parte? Era solo el comienzo.
''Dime que estas poniendo a propósito, como perro con rabia a Max'' Sara le sonrió perversa, una vez que la morena había llegado a la barra.
''Posiblemente'' Se encogió de hombros.
''Enserio. Solo míralo, solo le falta la espuma en la boca y el cartel de advertencia en la frente'' La rubia rio bajito.
Judith soltó una pequeña carcajada.
''No sé por qué se pone así. Total no le gusto como mujer'' Suspiro viendo como Alejandro preparaba las bebidas.
''Eso lo dudo'' Sara se quedó pensativa unos segundos ''Es hora de que le des un buen escarmiento. Que le abras los ojos''
''¿Qué quieres decir?'' Judith frunció el ceño, confundida.
''Presionarlo para que admita que te quiere. Es obvio, se le nota y lo más estúpido es que él lo quiere negar'' Gruño enojada.
''No lo sé, Sara...'' Dudo la joven de ojos jade.
''Judith, ¿Sabes cómo se doma a un toro?'' Le pregunta maliciosa.
''¿C-Como?'' Tartamudeo confundida. No entendía a que venía esa extraña pregunta.
''Tomándolo por los cuernos!'' Dicho eso, la rubia le dio un leve empujón a su amiga.
Judith retrocedió varios pasos, en lo que recuperaba el equilibrio. Sintió unos fuertes brazos aprisionándola, por la espalda.
La joven de ojos jade, dio un resigno antes de voltearse y encontrarse con el maduro de ojos cafés, se separó un poco de este, recuperando así su espacio personal.
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Las memorias de Max
RomansaAquí no hay lugar para el bien. Dos personas desdichadas que trabajan para la felicidad ajena ¿Podrán encontrar su propia felicidad?