‘’El amor no necesita ser entendido, ni mucho menos ser ignorado, el amor solo necesita ser demostrado’’
Abrazados. Aun en la oscuridad los dedos de Max apretaban con fuerza la cintura y parte de la espalda de Judith. La morena aspiraba la esperanza y exhalaba la felicidad. La emoción se desbordaba en sus verdes ojos. Max no le había correspondido su amor, pero si había establecido que la quería a su lado. El enamorado corazón de la joven no podía pedir nada más.
‘’Max se ha ido la luz...’’ Judith llevaba una sonrisa de oreja a oreja. Realmente no le importaba la luz, mientras continuara en los fuertes brazos de su amado, por ella fuera que se dañaran todos los fusibles de electricidad.
‘’Lo sé’’ Murmuró este. Su voz era rasposa. Algo no estaba bien.
‘’Parece que hubo un apagón…’’ Judith frunció el ceño. Intuía que algo no estaba bien con el castaño.
‘’Lo sé’’ Max le dio una leves palmas en el muslo y Judith entendió. ‘’Iré por algunas velas o alguna linterna’’ Explico. Max no estaba del todo con la ojos jade. Parte de su mente estaba muy lejos.
La joven se levanto del regazo del musculo hombre. Max camino hacia la cocina en busca de algún artefacto que le pudiera proporcionar luz. En camino era a oscuras, pero este ya estaba más que acostumbrado a la oscuridad. Judith camino a sus espaldas, ella pensó que estaba detrás del castaño, pero a causa de la escases de luz, ella se estaba encaminando a la pared que divida la sala de la cocina.
‘’No puedo ver nada, Max’’ Eso fue lo último que el castaño pudo escuchar a lo lejos. Max se había encerrado por su totalidad en su mente. Algo no estaba, para nada bien. Las cosas dentro de sus memorias estaban mal. Muy mal.
Su conciencia lo había empujado al lado más oscuro de su mente. Puertas llenas de desesperación y cortinas pintadas de sangre. Personas peleando, disparándose entre sí, en busca de una sola cosa. La muerte. Jalar el gatillo sin tener ni un remordimiento. Las lagrimas era la música en tal atroces escenas. Las risas eran los cuchillos que mataban la esperanza. La crueldad y la ignorancia alimentaban a la avaricia. Cadáveres eran la alfombra a los pies del soldado. Su respiración estaba muy agitaba. Su corazón bombeaba con fuerza. Gritos de auxilio herían sus oídos. Disparos, gritos y llanto. Las manos de Max comenzaron a temblar. De nuevo. Disparos, gritos y llanto. Era algo devastador. La voz de la madre de Max se hizo presente. Un cuchillo apuntaban al pecho del castaño. Imágenes de una niñez perdida. Recuerdos de una vida normal, sin odio y sin temores. Las paredes blancas de los hospitales le recordaban lo contrario. La ajuga lastimando su carne. Cerrando su piel herida. Balas impregnadas de sangre, caían con fuerza en el platillo plano de plata. La voz de Dafne fue la siguiente. Memorias de un amor muerto. Imágenes de un futuro inalcanzable lastimaban los ojos de Max. Ya no pudo aguatar más. Era algo excesivamente sofocante. Cerro ojos los con fuerza. Era demasiado. ‘’Basta’’ Gruño furioso. Sus memorias estaban consumiendo su realidad. Su mente estaba destrozando su esperanza. La oscuridad se estaba siendo espesa dentro de su alma. En cada recuerdo, cada dolor y cada muerte, el fue el único culpable. Entre más se encaminaba a una vida normal, la oscuridad de su alma, le recordaba que jamás sería tendría una vida ordinaria. Max no era, ni seria un hombre ordinario. Él era su propia droga. Él era su propia oscuridad. Él era su propia herida. Él era su propia destrucción.
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Tambaleando y golpeándose los pies, con cada mueble que se topaba, Judith caminaba prácticamente a ciegas hacia la cocina. Estaba preocupada. No había escuchado la voz del castaño ya hace varios minutos. Ya lo había llamado pero este seguía sin contestar. La preocupación de la morena iba en aumento. No encontraba la luz y lo más importante… no encontraba a Max.
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Las memorias de Max
Storie d'amoreAquí no hay lugar para el bien. Dos personas desdichadas que trabajan para la felicidad ajena ¿Podrán encontrar su propia felicidad?