Sólo una aclaración antes de comenzar con la continuación: lo que esté en cursiva es en alto valiryio. Sepan comprender, aún no hablo el idioma.
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"¡Dame tu ojo, o yo lo tomaré por ti, bastardo!"
El grito resonó como un latigazo en su mente. Otra vez.
Un relámpago iluminó el cielo nocturno y por un instante, la noche se transformó en día los segundos suficientes para que Lucerys viera con exactitud en dónde estaba pisando y hacia dónde se dirigía mientras corría por los pasillos de roca toscamente tallada, la respiración agitada y por qué no, las lágrimas amenazando con desbordar de sus ojos; cuando la penumbra del exterior hizo competencia con la que de aquel castillo completamente desconocido para él, el trueno especialmente sonoro y abrumador que siguió al relámpago retumbó en la piedra de las paredes, del piso, volviendo la situación todavía más tétrica.
Y Lucerys supo apreciar la inclemencia del cielo sólo porque había tenido que apoyar una mano en la pared, desorientado por la oscuridad y un poco agotado por la carrera que tenía por objetivo salvar su ojo. O su vida.
Paranoico como estaba, jadeó al oír el eco de un golpe a unos metros detrás suyo, justo por el corredor por el que acababa de pasar. Volteando bruscamente mientras retrocedía, Lucerys entrecerró los ojos intentando distinguir algo, lo que fuera, en aquel sitio desolador y austero.
¿En Bastión de Tormentas no utilizaban antorchas? Sí lo hacían, las había visto. Sólo que no las encendían en todo el castillo y Lucerys parecía haberse metido en una zona poco concurrida del lugar al que no le prestaban la suficiente atención como para iluminarla.
Por lo que las probabilidades de que alguien pudiera ser testigo de aquella persecución asesina se reducían casi a cero. Si se ponía a gritar, ¿el eco de su voz sobre las piedras ascendería lo suficiente como para que algún guardia lo oyera y fuera a su rescate?
¿Iba a ponerse a gritar? Claro que no, no era para tanto.
Un relámpago menos intenso iluminó el corredor por un par de segundos; Lucerys parpadeó y sintió una especie de alivio ridículo al ver que el largo pasillo se encontraba vacío.
Aemond aún no había llegado hasta allí.
Aún.
La brisa que había comenzado a soplar ni bien había descendido con Arrax se había convertido en un viento frío y huracanado mientras permanecía en el salón principal de la casa Baratheon; ¿cuánto tiempo había durado aquello, diez, quince minutos? Era difícil de calcular, sobre todo porque Lucerys había perdido completamente la noción del tiempo en cuanto había puesto un pie allí y había descubierto que otra persona se le había adelantado a los planes de su madre.
Y justo había tenido que ser su tío Aemond, la persona que menos deseaba ver luego de los últimos sucesos y a la que más temía encontrarse.
Sus cabellos oscuros se despeinaron en cuanto una nueva ráfaga de viento ingresó por una de las ventanas de aquel corredor; Lucerys aceleró el paso echando un par de vistazos sobre su hombro hasta dar con una escalera de caracol. Tenía dos opciones: subir por aquellas escaleras que lo conducirían a otra zona desconocida del castillo, o salir a la intemperie en medio de la tormenta, montar a Arrax e intentar huir de allí lo más rápido posible hacia la seguridad de su familia, en Rocadragón.
Ninguna de las dos opciones le tentaba demasiado, a decir verdad; la primera podía traerle más problemas que beneficios si se perdía o eventualmente Aemond lo encontraba antes que cualquier guardia del lugar. Borros Baratheon había sido bastante claro en su negativa de apoyar a la causa de su madre y no tenía demasiado en claro cómo iba a reaccionar si, de hecho, se enteraba que no había abandonado Bastión de Tormentas como le había ordenado hacía unos minutos atrás.

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Tóxico [Lucemond]
RomanceLucerys Velaryon esperaba encontrarse en cualquier situación peligrosa...pero no en aquel tipo de problema, menos con su tío Aemond. Omegaverse, R+18