— No te angusties. Aemond va a calmarla.
Lucerys ladeó el rostro hacia Helaena. La mujer permanecía sentada en un sillón de un solo cuerpo, el bordado sobre su falda. Había hablado apenas en un murmullo y Lucerys la había oído sólo porque estaba atento a cualquier sonido en aquel castillo desconocido. En el suelo, sobre la alfombra frente al hogar encendido, la hija mayor de Helaena ayudaba a su hermano menor a armar una estructura similar a un castillo de piezas pequeñas.
El Omega se limitó a soltar un sonido de asentimiento que apenas resonó en su garganta solamente para que Helaena supiera que la había oído, aún cuando no compartiera su optimismo. Se encontraba sentado en otro sofá un poco más amplio a un par de metros de la mujer; mejor dicho, estaba recostado contra el respaldo y Lucerys percibía como su espalda iba resbalando lentamente por los almohadones mullidos hacia un costado, el peligro inminente de caer sin que pudiera evitarlo siendo casi una realidad.
¿Cómo podía explicarle a Helaena en pocas palabras que en realidad lo que sufría era una mezcla de extenuación y nerviosismo que chocaban constantemente sin que pudiera controlarlos? Como el silencio reinaba en la sala y el calor del fuego envolvía el cuerpo de Lucerys, percibía como los párpados se le caían sin que pudiera mantener los ojos abiertos, casi como si cada uno de ellos tuviera el peso de Arrax. No, de Vhagar.
Y aún así, sin embargo, dentro del cansancio y el sopor previo al sueño que lo embargaba cuando dejaba de luchar para ver aunque sea a través de una rendija entre sus pestañas, los pensamientos fatalistas le asestaban una puñalada tras otra en su mente adormilada, despertándolo de nuevo de manera brusca y violenta; por un lado, estaba el asunto que había mencionado Helaena, la hermana de Aemond: la madre de ambos, Alicent. La mujer se había contenido bastante bien en los minutos que siguieron a su entrada en el castillo. Incluso se había contenido acerca de realizar cualquier tipo de comentario o pregunta que le pusiera incómodo en el acto, aún cuando Lucerys ya la había estado aguardando pese a que Aemond y Helaena habían formado una especie de muro protector a su alrededor que lo hacía sentir seguro a nivel físico pero también emocional.
Lucerys no había tenido demasiadas oportunidades para hacerse una idea de qué era lo que pasaba por la mente de aquella mujer de expresión severa pero de manos temblorosas, porque apenas habían llegado a uno de los salones principales Aemond había tenido a bien "reorganizar" los grupos de personas, resguardando a Lucerys junto a Helaena en uno de los salones privados de esta última con la promesa de un pronto regreso para encerrarse después con su madre.
Y lo pronto se había esfumado en cuanto Lucerys había visto por el gran ventanal de aquel salón el atardecer transformarse en ocaso y el ocaso, en noche cerrada.
Podía confiar en que Helaena conocía no sólo a su hermano menor y a su madre sino también la relación que ellos mantenían; los ojos del Omega se posaron de nuevo sobre Helaena, su mirada aparentemente concentrada en el bordado entre sus manos, la aguja pasando por el telar con parsimonia y lentitud. La oyó suspirar y luego la vio asintiendo para sí misma, una de sus rodillas moviéndose de manera rítmica tal vez siguiendo alguna melodía que sólo estaba en su mente.
Helaena lo había tratado bien, muy bien. Había sido suave y cortés sin inmiscuirse demasiado. No le había cuestionado absolutamente nada, ni siquiera qué hacía allí. No le había pedido explicaciones y, pese a que Lucerys se sentía de alguna manera obligado a dárselas porque era la única persona allí dentro que no le demostraba animadversión, había decidido callar porque tampoco sabía exactamente cómo justificarse ni por dónde comenzar.
Repentinamente, otra puñalada mental atacó a Lucerys, rápida y letal dentro del sopor que casi le había ganado en aquella ocasión: Helaena había tenido otro hijo. Ese hijo había sido asesinado o más bien, enviado a asesinar, por Daemon.

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Tóxico [Lucemond]
RomansaLucerys Velaryon esperaba encontrarse en cualquier situación peligrosa...pero no en aquel tipo de problema, menos con su tío Aemond. Omegaverse, R+18