Pese al chillido que provocaba el viento cada vez más intenso que ingresaba bajo las puertas desde los corredores aledaños y al hecho de encontrarse como prisionero en condiciones de lujo, pero prisionero al fin, Daeron Targaryen se estaba durmiendo sentado en uno de los sofás de un solo cuerpo que había dentro del cuarto que habían "asignado" para él. La estancia era lo suficientemente espaciosa como para que el muchacho pudiese caminar en círculos, subir una pequeña escalinata que conducía a otro cuarto interno donde se encontraba su cama y otra más, del otro lado del recinto, donde estaba el cuarto de baño. No podía ni iba a quejarse, por supuesto; recordaba poco y nada del palacio de Desembarco del Rey porque prácticamente se había criado toda la vida en Oldtown pero, comparando aquel lugar frío y carente de alegría, aquel le parecía una fiesta.
Los muebles eran lujosos, las alfombras también. Luego de que la sospecha inicial que aquel sitio no era el definitivo para su ubicación se hubiera descartado porque simplemente parecían pasar de él como si no existiera, Daeron se dedicó horas enteras a revisar todo lo que allí había, muebles incluidos. Podía hacer un inventario detallado de todos los objetos que había en aquel lugar, incluyendo el tipo de material y hasta la antigüedad que pensaba estos tenían; conforme las horas se transformaron en días, la cuestión comenzó a volverse tan monótona que ya era incapaz de distinguir realmente qué hora del día era salvo el día de la noche porque se la pasaba la mayor parte del tiempo acostado. Aquel sitio, convenientemente, no tenía balcones ni ventanas por las que pudiera apreciar el exterior salvo un pequeño ventiluz por donde distinguía cuando el sol estaba presente y cuando no...y eso era todo.
La llegada de Aemond había sido bastante entusiasta para él porque, de entre todos sus hermanos mayores, era con quien Daeron más relación tenía y apego sentía; confiaba en él casi más que en su propia madre y ante la esperanza de una posible resolución pacífica de la situación de la que había salido con vida en una primera instancia, Daeron no había hecho más que emocionarse pese a los recelos que experimentaba al respecto. Sabía que sólo estaba vivo por la gracia de Rhaenyra y también por la posibilidad de un intercambio de "prisioneros". Lo había oído y la cuestión, luego de que su hermano mayor partiera, ya no le parecía tan grata y posible como antes.
Aemond nunca lo intercambiaría por Lucerys, eso ya lo tenía más que claro incluso desde antes de conocer los términos del acuerdo.
A pesar de la decepción que aquella certeza propia le generaba, Daeron no sentía enojo y frustración hacia Aemond. Afortunadamente, había podido conocer bastante a Lucerys y había alcanzado a apreciar, desde la distancia, la relación que mantenían ambos y en verdad no tenía motivos de fastidio. Había aprendido a querer a Lucerys pese a que fuese del bando "enemigo" porque sinceramente le caía bien y lo consideraba ya su amigo y, al ver la cara de estúpido que ponía Aemond cada vez que veía al otro, le sobraban motivos para comprender por qué el Omega iba a ser, ahora y siempre, su primera opción.
Sin embargo, eso no significaba que se sintiera un poco abrumado por la situación. Una cosa era sospechar que algo así ocurriría basado en las cosas que había visto y otra muy distinta, confirmarlo. El peso de la realidad se instaló de lleno sobre sus espaldas cuando los días transcurrieron uno tras otro y Daeron seguía no sólo encerrado sino completamente ignorante de la situación exterior; era evidente que el interbancario no se llevaría a cabo pero tampoco ocurría nada más. Con aprensión, Daeron recordaba que desde el bando de los Negros, en su momento, no habían dudado en asesinar al hijo mayor de Aegon había sólo un niño...¿por qué iban a dudar en ejecutarlo a él, si no les era útil para nada?
Los días, desgraciada o afortunadamente para su cuello, se convirtieron en semanas. Increíblemente, el mutismo seguía estableciéndose como una barrera entre Daeron y sus captores y, pese a que estaba agradecido en corazón y alma solamente porque no lo hubiesen encerrado en una celda fría y sucia y nadie hubiese tenido intención alguna de torturarlo para sonsacarle información, comenzaba a volverse molesto que lo ignorasen de semejante manera cuando en más de una ocasión, Daeron había solicitado al soldado de turno que vigilaba la puerta del recinto donde se encontraba prisionero o aquel que le entregaba la comida una audiencia con la mayor cantidad de modales que los nervios le permitían reunir.

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Tóxico [Lucemond]
RomansaLucerys Velaryon esperaba encontrarse en cualquier situación peligrosa...pero no en aquel tipo de problema, menos con su tío Aemond. Omegaverse, R+18