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Mientras Arrax descendía gruñendo y emitiendo sonidos por de más agudos al percibir la ansiedad de su jinete, Lucerys llegó a pensar seriamente que iba a desmayarse en pleno aterrizaje; sujetaba las riendas de su dragón con tanta fuerza que ya no sentía las palmas de sus manos y a eso tenía que sumarle la presión que Villin ejercía sobre su cintura - el único indicio que el Omega tenía de que el otro no se había desmayado por el vértigo detrás suyo - y el viento frío congelándole el rostro. Cuando Arrax finalmente tocó suelo, el sacudón desestabilizó tanto a Lucerys como a Villin, que se soltó de su cintura y se deslizó sutilmente por el asiento hasta caer de bruces al suelo lleno de escombros y plantas aplastadas.

El primer error de Lucerys fue, de hecho, inhalar profundo mientras ponía un pie sobre los trozos de roca y se agachaba para comprobar que Villin siguiera con vida; la polvareda le entró en los ojos, la nariz, la garganta y los pulmones provocándole un acceso de tos que lo obligó a sostenerse del costado de Arrax, el cual a su vez lo empujaba suavemente captando su malestar. Por suerte y para alivio de Lucerys, Villin estaba prácticamente en la misma situación, tosiendo y maldiciendo con manos y rodillas apoyados en el suelo.

— Tú ve, no me voy a morir.— resopló Villin con la voz congestionada.

— Dejo a Arrax contigo...

— ¡No, llévate a esa maldita criatura de aquí!.— Villin volvió a toser y a Lucerys le dio la impresión de que estaba por escupir un pulmón.— Quiero decir, no quiero que en la confusión del momento me pise o peor, se le ocurra darse cuenta que soy comida.

— No te va a pisar ni te va a comer, no digas idioteces.

Lucerys bufó y rodó los ojos al tiempo que se erguía en su sitio; evidentemente, Villin estaba recuperándose rápidamente al comprobar el suelo firme bajo sus pies y ya volvía a tener el carácter de los mil demonios que lo caracterizaba. Sin hacer caso a sus rezongos y gritos, Lucerys comenzó a alejarse de su posición después de acariciar el costado de Arrax, tranquilizándolo. El suelo, antes liso y regular, se había transformado en una superficie completamente desigual y peligrosa para deambular en la situación en la que él lo estaba haciendo porque literalmente no veía lo que pisaba culpa de la polvareda que todavía se levantaba a su alrededor; tropezando varias veces, se limitó a seguir los gruñidos profundos de Vhagar, unos metros más adelante. Le ardían los ojos y las lágrimas le impedían ver, por lo que de hecho, estaba buscando a Aemond casi a ciegas.

— ¿Luke? .— Lucerys jadeó, deteniéndose en su sitio. Su rostro se contrajo en una mueca de llanto incontrolable por la conmoción de oír la voz suave pero ansiosa de Aemond, ni tan cerca ni tan lejos de su posición.— Amor mío, ¿estás aquí?

— ¡Aemond, dónde estás!

A partir de ese punto, todo se volvió todavía un poco más confuso; la ansiedad por reunirse con Aemond se transformó repentinamente en desesperación y Lucerys perdió el rumbo de la trayectoria recta que había realizado hasta ese momento. No sabía exactamente si estaba caminando en círculos o si en vez de acercarse se estaba alejando, pero por momentos percibía los gruñidos de Vhagar prácticamente sobre él y en otros, alejados y amortiguados. Para colmo, el llanto descontrolado no lo ayudaba demasiado a discernir los sitios por los que deambulaba intentando no tropezar y matarse para saber si en efecto, ya había pasado por ahí o no.

— Luke, ¡no te muevas! Yo te encontraré, pero quédate quieto, por favor.

La voz de Aemond se oía tan distante que Lucerys realmente sopesó la idea de que se había perdido disparado en la dirección contraria a la que se hallaba el Alfa; al oírlo, permaneció de pie en su sitio pese a que el deseo por seguir buscándolo era más fuerte que cualquier retención física, aún que la orden de Aemond. Sin embargo, sus sentidos se agudizaron al estar quieto en el mismo sitio y para su creciente alivio, sus pies comenzaron a captar una vibración sutil que fue aumentando conforme los segundos pasaban al mismo tiempo que los gruñidos amenazantes de Vhagar se oían con mayor intensidad.

Tóxico [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora