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Oír una conversación ajena o presenciar algún evento en donde los partícipes permanecían ignorantes de la presencia de uno por un interés particular o simple curiosidad se denominaba espiar, lisa y llanamente. Espiar estaba mal, sobre todo cuando se acechaba detrás de las puertas entreabiertas y escuchar no alcanzaba. Lucerys tenía muy en claro eso, sobre todo cuando la situación de la que estaba siendo testigo era, como mínimo, delicada y bastante ajena a su persona.

Aún así, mientras observaba por el espacio entreabierto de la puerta al interior del cuarto de su madre en Desembarco del Rey, Lucerys mantenía una posición bastante ambivalente con lo que estaba presenciando. Por un lado, le generaba desconfianza y resquemor pero por el otro, un sentimiento parecido al alivio se entretejía en su corazón alivianándolo de la carga que suponía el recelo de una nueva traición.

Como cada noche que Lucerys se encontraba en Desembarco del Rey, había ido por costumbre a saludar a su madre antes de acostarse a dormir; aquella noche en particular se hallaba un tanto ansioso y la palabra de Rhaenyra siempre, de una manera u otra, lograba calmar sus inseguridades en muchas ocasiones infundadas con respecto a su embarazo. Sin embargo, se había encontrado con una situación nueva y no tan inesperada por los sucesos que Aemond le había contado casi al pasar, restándole una importancia que Lucerys sí le daba: en ese momento, su madre, la reina legítima no se encontraba sola en sus cuartos privados.

Alicent, la madre de Aemond, la acompañaba.

Ya habían pasado tres meses desde que la guerra al fin había concluido con éxito. Desde el momento en el que habían pisado Desembarco del Rey con más dudas que certezas y una vez que Aemond hubiese arreglado los pormenores con su madre Rhaenyra - a puertas cerradas y sin la posibilidad de intervención, ni siquiera de Daemon en una reunión que había durado horas y que había amenazado con otra discusión en los corredores del palacio producto de los nervios ocasionados por la incertidumbre del momento, más por parte de Lucerys que de Daemon - las cosas se habían ido sucediendo tan deprisa que Lucerys sólo era consciente del paso del tiempo por su embarazo.

Al final y como el transcurrir de las semanas parecía no sólo inexorable sino también tirano, las consecuencias para el bando perdedor no se hicieron esperar; sin embargo y gracias a la clemencia de su madre - que Daemon llamaba "debilidad por sus hijos" - la mayoría de ellos había sido absuelto de todo cargo de traición y conspiración salvo Aegon, quien había decidido, luego de una larga charla con Rhaenyra en la que tampoco había podido participar nadie, que lo mejor era que se retirara permanentemente del conocimiento público cualquier tipo de sospecha sobre su supervivencia al trono de hierro. Cregan Stark había accedido de buena manera a mantener el silencio con respecto a su existencia y el resto tampoco opuso resistencia a ello.

Menos su hermano Jacaerys, con quien las cosas, aún pasados unos cuantos meses, se mantenían un tanto tirantes.

Helaena y Daeron se habían quedado con Oldtown, lo cual parecía una retribución no sólo justa sino también tranquilizadora para ellos. Para alivio de Lucerys - y estaba seguro, también de Aemond - tanto Helaena como Daeron no poseían opiniones negativas en el pueblo, la primera porque había sido - aún en un breve período de tiempo - una reina querida y el segundo porque nunca había generado habladurías de las cuales se pudieran aferrar para contradecir la decisión de su madre al absolverlos de un daño que, en un principio, ninguno de los dos era responsable material ni intelectualmente.

Helaena necesitaba estar apartada de la mirada pública, no solamente para criar a sus hijos sino también por motus propio porque aquella mujer se merecía un respiro de la ansiedad, la la paranoia y la tristeza que la seguían a todas partes y que ella procuraba sepultar... y Daeron ya estaba más que acostumbrado a la región del sur, por lo que para él era, básicamente, retornar al hogar. Sin embargo, pocas semanas después del revuelo que había generado el ascenso de Rhaenyra al poder y que las cosas comenzaran a calmarse luego de los juicios, reclamos y pases de poder interminables, el menor de los cuatro hijos de Alicent había decidido, casi de la noche a la mañana, acompañar a Cregan Stark en su peregrinaje al Norte de regreso a casa.

Tóxico [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora