Mientras el viento frío del inicio del invierno golpeaba a Lucerys en el rostro, se permitió un momento de reflexión dentro del cansancio que sufría su mente aquella noche, asomado en los balcones de lo que ahora era su cuarto.
En ocasiones, era curioso y un tanto fastidioso notar cómo el paso del tiempo era una cuestión subjetiva; para Lucerys, los dos meses que habían transcurrido desde el incidente en los Peldaños de Piedra se habían prácticamente esfumado en un abrir y cerrar de ojos quizás por la seguidilla de acontecimientos y peleas que habían existido desde entonces. Para otras personas, como su madre Rhaenyra, los días comenzaban a transcurrir en una especie de espera infinita y desagradable, lenta y dolorosa que se dirigían hacia un camino incierto al que Lucerys no quería siquiera echar un vistazo.
Luego estaba el tema de las interpretaciones que las personas le atribuían a ciertas palabras y acciones, el como un malentendido de una de ellas podía desencadenar otro, y otro y otro más que derivaban en una cadena de actos deleznables con el único objetivo de vengarse y obtener más poder o territorio dentro de aquella guerra, cualquiera fuera el caso.
En sesenta días, la brecha entre el bando de su madre y el bando de Aegon se había abierto y separado de tal manera que ya no se trataba de una grieta en el suelo que podía obviarse si uno no le prestaba atención, sino que se había transformado en un abismo inmenso y profundo del que ya no había grises, ya no había forma de saltar de un lado al otro sin riesgo a caer por el precipicio y perderse entre ambos.
¿En qué momento se había ido todo al carajo de aquella manera? Probablemente, desde el principio. Las tensiones iniciales habían sido sólo el comienzo, una batalla verbal que se había transformado en enfrentamientos armados con el único objetivo de ganar alianzas y terreno en detrimento del otro, la legitimidad del trono puesta en duda una y otra vez no sólo por los herederos de las distintas casas que apoyaban a uno u otro lado, sino por el pueblo mismo. Después, el corte abrupto de aquella seguidilla de batallas impersonales se había dado probablemente el día en el que habían atentado contra su madre Rhaenyra; no se encontraba en Rocadragón y Daemon no había estado a su lado en esos momentos, la conjunción de una oportunidad enemiga y la mala suerte haciendo de las suyas.
Todavía no se conocía el artífice real de aquel ataque aunque no había que ser demasiado listos para intuir que venía del bando de los Verdes, aunque con la agitación generalizada que existía en cada territorio que atravesaban lejos de Rocadragón, Lucerys tenía sus dudas al respecto.
¿El resultado? Su madre Rhaenyra había sobrevivido sin heridas de mayor importancia, pero el asalto se había cobrado la vida de su hermano menor, Joffrey.
Aquel suceso había hecho temblar los cimientos de la estabilidad en la que la familia que Lucerys conocía hasta ese momento se caracterizaba, y el recordatorio de que nunca se terminaba de conocer a las personas, incluso aunque fuesen sus propios familiares, vino hacia él al recordar el desastre que había ocurrido luego; Rhaenyra, devastada por el asesinato de uno de sus hijos de tan sólo doce años de edad - Joffrey ni siquiera había podido montar a Tyraxes una sola vez, y el recuerdo del joven dragón que ahora sobrevolaba Rocadragón sin jinete entristeció a Lucerys - fue incapaz de detener la acometida de Daemon en reclamo por la muerte de quien consideraba unos de sus hijos.
Y con ello, el hijo mayor de Aegon II, Jaehaerys, había muerto asesinado en una emboscada en Desembarco del Rey dejando sola a su hermana melliza, Jaehaera. El niño tenía tan sólo siete años de edad y nada que ganar o perder con aquella guerra de la que era inconsciente, un precio demasiado alto a pagar para los Verdes. Aún recordaba el enfrentamiento casi a gritos que había mantenido con Daemon por ello; su padrastro, impertérrito por su arranque de indignación y horror al enterarse de lo que había mandado hacer, simplemente le había recordado que aquello era una guerra y que en ocasiones había que hacer ciertos sacrificios a la moral y las buenas costumbres en pos de ganarla.

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Tóxico [Lucemond]
RomanceLucerys Velaryon esperaba encontrarse en cualquier situación peligrosa...pero no en aquel tipo de problema, menos con su tío Aemond. Omegaverse, R+18