Jacuzzi

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La joven se despertó acalorada.

Tuvo un agudo despertar a su lado.

Él la sintió de inmediato.

—¿Dormiste bien? —le preguntó.

La joven tomó la sábana para cubrirse y se levantó con lentitud para acostarse a su lado. Él no tuvo la molestia de cubrirse. Estaba desnudo y erecto, todo ante sus ojos inocentes que jamás habían visto un pene.

Asintió con una minúscula sonrisa en sus labios. Nikolay se giró hacia ella para mirarla mejor. Sus ojos verdes estaban más transparentes que nunca y Kiara se acercó tímida para admirarlos mejor.

Era lo más hermoso que había visto nunca.

—¿Y tú dormiste bien? —preguntó cuándo se sintió más calma.

—Perfecto —respondió Nikolay y se incorporó.

Kiara estaba aturdida con él. No sabía que era peor, si su mirada dominante o su cuerpo enorme.

—¿Y cómo estuvo el vuelo?

—Horrible —respondió él y se levantó—. Estaba lloviendo mucho y los vuelos se retrasaron —explicó. Kiara lo vio de pie y su cuerpo se heló—. Voy a bajar al gimnasio una hora. Puedes pedir el desayuno y ponerte cómoda.

—¿Te vas? —preguntó ella y se levantó de golpe de su floja posición.

Nikolay se rio al verla tan exaltada.

—Sí —respondió—. ¿Quieres qué me quede? —preguntó. La joven asintió insegura—. ¿Y qué harás conmigo si me quedo aquí? —investigó y se sentó frente a ella, intimidándola con su cercanía y desnudez—. Tengo que quemar energía o... —Guardó silencio cuando a la joven le tembló el mentón—. Solo me iré una hora, Kiara.

Ella escondió la mirada. Odiaba ser tan cobarde. De verdad quería pedirle que se quedara, pero no sabía cómo hacerlo y tampoco estaba segura de qué significaría eso.

Kiara se rio y se tocó las manos con angustia.

Eran tan diferentes en ese entonces.

—Está bien, yo tomaré una ducha —respondió después, cuando no encontró el valor suficiente para pedirle que se quedara.

Nikolay sonrió satisfecho y le tomó el mentón con la punta de los dedos para mirarla a los ojos. Ella levantó la cabeza, pero no lo miró, en vez de eso, siguió clavándose los dientes en el labio inferior.

—Voy a quedarme, pero con una condición —susurró acercándose a su boca, hipnotizado por el color de sus labios.

—¿Cuál? —investigó ella.

Se atrevió a mirarlo, aunque las pestañas se le batían a toda prisa y el corazón le daba golpecitos en los oídos. Encontrarse con sus ojos verdes lo empeoraba todo, incluso la hacían sentir calor y aturdimiento.

—Vamos a ducharnos juntos y con Sona —indicó.

Le consagró una sugerente sonrisa cuando la vio ponerse roja y le miró con enormes ojos.

Kiara no pudo decir nada para refutar aquello y solo cerró la boca para dedicarle una mueca de asentimiento al hombre que la ponía a tiritar.

Desnudo se movió hasta el cuarto de baño. Kiara lo miró hasta que desapareció en la puerta final y lo detalló de pies a cabeza en repetidas ocasiones.

Regresó vistiendo un batín de algodón y con un segundo batín en las manos. Se lo ofreció a la jovencita, quien no supo cómo desnudarse y vestirse frente a él.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora