Tres puntos

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Tomó su mano cuando supo que no había vuelta atrás y le apretó los dedos para transmitirle su confianza.

Necesitaba el dinero con premura, o al menos eso se había obligado a creer. Conjuntamente, empezaba a pensar que, tras entregarse a Nikolay Popov, no lo volvería a ver y todo eso terminaría en el olvido como un mal recuerdo.

Regresaron al restaurante bajo los ojos curiosos de dos dependientes del lugar, quienes los estaban esperando y se movieron apresurados cuando los vieron llegar. Kiara se sonrojó y evitó el contacto visual con ellos y se aproximó a la mesa cuando él se lo pidió y le acomodó la silla con amabilidad.

Nikolay se alejó algunos minutos para hablar con los camareros y cuando regresó, se sentó frente a ella con un fichero entre sus manos, el que acomodó en el centro de la amplia mesa con cuidado.

Kiara entendió que allí estaba el contrato y todo su mundo empezó a girar sin control.

—Ha sido una primera cita muy grata, señorita Kiara. Inesperada, pero grata —reveló y se levantó de la mesa para servirle vino. Ella lo admiró con grandes ojos—. Le traje dos millones por este encuentro y...

—¿Dos...? —Pasó saliva—. ¿Dos millones? —preguntó ella, horrorizada.

Imaginaba obtener míseros cien dólares por ese primer encuentro y se mostró notoriamente embrollada con su declaración.

—Jamás exija menos por su tiempo —le dijo él, mirándola con agudeza—. Es muy valiosa, Señorita Kiara. —La joven se sonrojó. Ella no pensaba eso—. Mi contrato consta de tres puntos muy importantes y si quiere obtener beneficios de mi parte, tendrá que aceptarlos.

Kiara se quedó callada y analizó sus palabras con cuidado. No quería equivocarse y después lamentarse por los errores cometidos.

—¿Qué puntos y qué beneficios? —preguntó seria.

Él esbozó una triunfadora sonrisa. Adoraba que fuera inteligente.

—Punto uno, sinceridad; punto dos, obediencia; punto tres, exclusividad —indicó serio y la joven arrugó el entrecejo, no muy confiada de su palabras—. Y los beneficios son los que usted quiera. —Levantó su copa para beber vino—. Ya le dije que se lo daré todo.

Kiara negó con la cabeza y escondió las manos bajo la mesa. Cuando se ponía nerviosa se pellizcaba los muslos o se los rascaba de forma compulsiva.

Después de oír sus simples peticiones, algo no le terminó de cuadrar y se osó a preguntar algo que le venía dando vueltas desde que lo había visto la primera vez.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —investigó. Él asintió con mueca seria—. Es una pregunta personal... —insinuó tímida. Él volvió a asentir—. Si eres millonario, joven y atractivo —balbuceó especulando—, ¿por qué no tienes novia, esposa o alguna mujer solo para ti?

—Usted va a ser solo para mí —demandó él sin quitarle ojo de encima.

Kiara apretó las piernas por la intensidad de su mirada y se desarmó en la silla cuando el camarero apareció y acomodó frente a ella un risotto de aceitunas oloroso que la tranquilizó por entero.

—No me entendiste —defendió ella y quiso tomar el tenedor para empezar a comer, pero se contuvo al ver que él aún no tenía ningún platillo en frente—. Una mujer solo para ti, pero sin este contrato de por medio —explicó y acomodó su mano sobre el fichero negro que estaba sobre la mesa.

—Es más seguro con el contrato —respondió, pero ella negó, aún confundida por sus métodos—. Mire, Kiara, he tenido novias, amantes e incluso he planeado bodas, pero siempre sucede lo mismo. —Ella le miró con las cejas en alto, pidiendo más información. Nikolay suspiró y le contó un poco—: por mi trabajo viajo mucho, prácticamente por todo el mundo y las mujeres no son muy pacientes que digamos —se rio—. Todas terminan engañándome, si no es con mis hermanos, es con mis empleados; así que, desde hace algunos años he decidido mantenerme soltero y trabajar en las relaciones por conveniencia.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora