Viaje y miedo

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Aunque ella no estaba preparada para enfrentarse a su familia y mucho menos a una exprometida de bonito nombre, se subió al avión con destino a Grecia, Mykonos, con la frente en alto y manteniendo los pies sobre la tierra.

Viajaron en primera clase. Sus cubículos individuales estaban uno al lado del otro y pudieron charlar durante todo el viaje.

Aunque ella estaba molesta, porque los celos la enceguecían con torpeza, no pudo negarse a él y durmieron abrazados durante todo el vuelo.

Desayunaron en el avión, mirándose desde la distancia y buscando descifrarse.

Al mediodía y aburridos por el vuelo que se convertía en eterno, él le escribió una nota y se la entregó con prisa, aprovechando del excitante encierro para jugar.

Kiara lo miró a la cara cuando recibió la nota y se sonrojó al leerla.

"Tengo unos juguetes en mi bolso".

Ella inhaló profundo y con disimulo y se levantó de su asiento para quitarle el lápiz que Nikolay tenía entre los dedos.

"¿Qué clase de juguetes?"

Respondió ella con el pulso tembloroso y se estiró por su asiento reclinable para entregarle su respuesta.

A él le pareció tentadora y se sintió tan excitado que se olvidó del viaje, del encierro y de Bárbara.

"Unas bolas que ayudan a mejorar la función sexual".

Respondió él y cuando ella lo leyó, soltó una carcajada.

"¿Bolas?"

Preguntó ella, inocente y distante de ese mundo al que él la introducía.

—Bolas —dijo él en voz alta. Ya no podía aguantar más—. Se introducen y listo —susurró muy bajito y cerca de ella.

Kiara pensó algunos segundos en lo que Nikolay le decía y no pudo negar que estaba excitada, además de curiosa por conocer la famosas "bolas" que él decía llevar en su bolso de mano.

Nikolay le ofreció su bolso para que las viera con sus propios ojos.

Ella se asustó con todo lo que vio y lo cerró con prisa cuando la asistente de vuelo caminó frente a ellos. Disimuló que todo estaba bien y esperó paciente a que la asistente de vuelo desapareciera otra vez.

El tiempo de espera fue eterno, pero ella no lo dudó dos veces y se levantó de su puesto y caminó entre los asientos con el bolso de Nikolay en la mano.

Desde la puerta del baño ella le sonrió y el cuerpo del hombre vibró completo cuando vislumbró lo que ella quería.

Esperó algunos segundos a que todo se normalizara a su alrededor y abandonó su asiento a paso veloz, para coger el mismo camino que ella.

Le propinó un par de golpecitos a la puerta del baño y ella la abrió de forma inmediata. El baño no era tan estrecho como ellos lo imaginaban y tuvieron espacio suficiente para moverse en silencio. Sabían que debían ser discretos o tendrían problemas.

—¿Estás segura? —él preguntó con voz ronca y las pupilas dilatadas.

Kiara asintió sin dejar de mirarlo a los ojos y él gruñó ante su gesto.

La tomó por la cintura y la volteó entre sus brazos, poniéndola de espaldas. Le bajó las bragas y la penetró con prisa, abriendo otra vez esa deliciosa estrechez centímetro a centímetro.

Estaba tan mojada que el pene le resbaló sin mayor problema y se movió con prisa en su interior. Nikolay no se pudo contener y la nalgueó fuerte con la mano abierta. Kiara se mordió los labios para no gritar y gemir.

La disfrutó hasta que su coño se apretó alrededor de su miembro y se detuvo antes de que ella le regalara otro de sus celestiales orgasmos.

—Todavía no —le dijo en el oído y se hundió hasta el fondo cuando ella buscó su boca para besarlo con ansiedad.

—Nikolay —gimió ella, retorciéndose frente a su cuerpo, frustrada de no poder correrse para y por él.

Se rozó contra su miembro, formando círculos con las caderas y profundizando la penetración. Él tuvo que abandonar su interior en ese momento, cuando supo que ya era capaz de tomar el control y dominarlo hasta la locura.

Aunque se moría de ganas por comerle el coño otra vez, ese no era el lugar ni el momento.

—Separa las piernas —le dijo y se agachó frente a ella. Kiara obedeció—. No tengas miedo —le indicó jadeando. Estaba muy excitado—. Mi pene ha estado en tu interior y no te ha lastimado, no creas que esto lo hará.

Kiara pasó saliva cuando lo escuchó y recordó el tamaño de su miembro, ese que había entrado completo en ella, llenándola por igual.

—Confío en ti —musitó ella y gimió cuando el hombre acomodó la bola en su centro y la empujó con suavidad con el dedo corazón—. Ahhh... —ella gimió cuando el hombre la empujó más adentro y arqueó la espalda cuando él se levantó y le besó la nuca.

—Nos vemos afuera —dijo él sobre su boca y le ordenó el cabello que le caía resuelto sobre la frente.

Kiara lo detuvo antes de que saliera y lo aferró fuerte por la cintura.

—Tengo miedo —confesó ella y no pudo mirarle a los ojos—. Tengo miedo de conocerla.

—¿Conocerla? —preguntó él, liado—. ¿A quién?

—A Bárbara.

Kiara dijo firme, pero temblorosa.

Nikolay vislumbró la verdad y tomó su mentón con sus dedos, con mucha suavidad y dulzura, ofreciéndole exactamente lo que se merecía.

Se miraron otra vez a los ojos, pero en esta oportunidad el contacto fue distinto.

—¿Miedo a qué? —preguntó y enredó sus dedos por su cuello y cabello.

—A que aún le quieres —dijo ella, mostrando el dolor que sentía—. Puedo verlo en tu mirada —reconoció amarga.

No podía luchar contra ese sentimiento que le quitaba la respiración al imaginarla con ella.

—Entonces es ella la que debería tener miedo —dijo Nikolay con valentía. Ella le miró con el ceño apretado—. No voy a negar que la quiero, sería cobarde hacerlo —musitó sin dejar de mirarla a los ojos—, pero ayer me di cuenta de que también te quiero a ti y que...

—No —refutó ella con los ojos llorosos.

Se rehusaba a creer aquello.

—Sí —dijo él y la tomó más fuerte—. Te quiero a ti —insistió sonriente. Se sentía tan bien decirlo en voz alta—. Y se le está acabando el espacio que ocupaba aquí —reveló y se tocó el pecho con la punta de los dedos—. Cada día le quitas un poquito más y yo estoy cediendo con los ojos cerrados, Kiara.

—Lo sé —dijo ella—. Yo también —asintió—. Yo también estoy cediendo, te lo estoy dando todo sin siquiera pensar en esto, en las consecuencias, en lo que siento por ti desde el primer mensaje, la primera vez que me miraste y cómo me tocaste... —sollozó—. Todo —le dijo riéndose, secándose las lágrimas que mojaban sus mejillas—. Por favor, no me lastimes —imploró delicada, cuando supo que se estaba metiendo muy hondo en terreno desconocido.

—Nunca —juró y la besó con pasión en la boca.

Él la quiso más en ese momento, cuando supo que no iba solo y destrozado a enfrentarse a un examor catastrófico, iba con Kiara, la inexperta jovencita que empezaba a convertirse en su todo.

Y, tal vez, en mucho más que su todo.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora